Crónica de montañismo del día 26/06/2016, por Reinaldo Vázquez 

El Pájaro.

Cuando se hace una crónica de una excursión se pretende dejar en los anales del club la gesta realizada.
Se puede hacer con autoridad o con oficio, en algún caso con humor. Esto último lo he intentado con éxito según los siempre benévolos lectores que están dispuestos a aplaudir generosamente cualquier aportación.
¿Que es la autoridad? ¿Qué el oficio? Indudablenteen la narración de los hechos se necesitan ambos, pero en algunos relatores predomina la primera característica, escriben con la fluidez de ideas que les da su dominio, y en otros el segundo, a base de técnica literaria y documentación. Hay quien con soltura, sin necesidad de comprobar nada, relata la marcha y otros que carecemos del conocimiento asimilado de la montaña madrileña recurrimos a tomar notas mentales durante toda la excursión, luego nos documentamos en planos, leemos las historias de los enfrentamientos bélicos o amorosos que se han dado entre esas peñas, estudiamos la fauna, los accidentes geográficos, los topónimos y justificamos su génesis, pretendemos con nuestro interés suplir ese desconocimiento natural y con oficio salvar la encomienda.
Hoy no seguiré a ninguna de las dos escuelas. No voy a relatar los hechos cronológicamente ordenados. Pretendo hablar de las emociones, en una marcha que se anunciaba con dificultad física 5 y técnica 5+. Realmente no fue ni una cosa ni otra.

La amistad y el pensar en los demás fuera del entorno.
Las relaciones unidimensionales suelen morir, pueden ser magníficas dentro del plano, pero si no se abordan nuevos enfoques, desaparecido el nexo se diluyen, si es que no mueren automáticamente. No es necesariamente malo que haya este tipo de relaciones, puede que no nos guste mezclar en la vida facetas. En senderismo leo que hay más vidilla, por ejemplo las marchosas bailonas, las comidas de los jueves... El ser multidisciplinar refuerza los vínculos.. Cuando llegamos María Moriana y yo a Canto Cochino allí estaba Emilio Rodríguez esperándonos con una neverita portail. En el día de puertas abiertas de Daikin había pensado en todos y cada uno de nosotros, sus compañeros del domingo, y había traído esas neveras.

El pensar en el camino.
Si crees que alguien necesita tu ayuda estás dispuesto a brindarla. Si la pendiente es excesiva, se espera. Algunas veces he oído comentarios dentro del club de la competividad y fiereza despiadada del grupo, creedme, es lo contrario. Hemos tenido que empujar o tirar para subir ciertas rocas con la satisfacción de hacerlo. La prudencia es otra nota presente, ¡cuántas veces nos hemos dado la vuelta!

La aventura.
El domingo tuvo un recorrido especialmente divertido, cuando alcanzamos altura tuvimos que reptar por dos tubos. En el primero creía que el cuerpo de Mamen impedía que me llegase la luz porque rellenaba el conducto, la dejé irse unos metros y la obscuridad no se aclaró. A pesar de tener esa estrechez con una altura de menos de un metro el recorrido lo hicimos sin dificultad al ser en pendiente ascendente. El segundo tenía una sala alta y espaciosa donde nos hicimos una foto, de ella salían tres galerías, las de los extremos con salida. Salida que la vista no garantizaba, Toño nos comentó que se había vuelto una vez porque creyó que estaban cegadas, no conociéndolas desde luego era no recomendable introducirse solo en ellas por el temor a quedar encajado. Eligió Antonio la de la izquierda, pasó Mamen delante, luego yo. Disfruté subiendo con la espalda en una pared y los pies en la otra, quedé de espaldas en la repisa sin posibilidad de darme la vuelta por lo estrecho, a base de arquearme y de los tirones de Mamen avance. Luego pasaron las mochilas que quedaron entre ella y yo impidéndome avanzar. Mamen demostró su delgadez pasando por el pequeño hueco que había entre las dos paredes, salió a la superficie y volvió a un orificio en el techo por donde extrajimos las mochilas. Liberado el obstáculo los demás pudimos avanzar y salir por donde lo habían hecho las mochilas.
Antonio, al que esto le debió parecer poco, cuando parábamos buscaba rocas que ascendía con alegría.

La belleza
No me refiero a los ojos de Mamen ni a la cara de niña de María cuando se puso su gorra africana.
Las piedras, con sus formas. Las vistas desde arriba y desde abajo. Las paredes de rocas. El buitre quieto en lo alto de un cancho descomunal. El morado de las flores. Después de llevar tiempo entre el granito y salir de la última galería, un pequeño paso sobre el vacío en el que Antonio, el primero en pasar, advertía a cada uno que llegaba del peligro, nos encontramos con árboles y un alarde de flores morado fotografiado por todos. Las piedras apoyadas unas en otras dejando un paso horizontal por el que nos introdujimos, con más fotos de todos ascendiendo o asomados a esa ventana natural. Las piscinas que se forman en el granito y que son la causa de las fracturas de las rocas y de las formas caprichosas.

La admiración
Sin ningún deseo de emulación por mi parte, pero con admiración hacia Salvador Rivas y Pérez de Tudela, cuando vimos alguna de las paredes que habían subido y estrenado. También vimos una pared que Cesar nos había colocado en Asturias dos días antes.

La superación
Cuando empezamos vimos la Muela gigantesca en lo alto, imponente, parecía que no había nada por encima, inaccesible. Al cabo de un tiempo la veíamos diminuta por debajo nuestro. La bajada fue fácil, nada parecido en esfuerzo y dificultad a la subida.

La satisfacción.
Al acabar habíamos cumplido el propósito que nos había llevado allí. Ejercicio, belleza y amistad.
Gracias Emilio, Antonio, Mamen, Toño y María, volví satisfecho, No por la vanagloria de haber hecho algo destacado, estúpida presunción, sino por el placer de un paseo inocuo con vosotros. Un abrazo.