CRÓNICAS DEL DOMINGO, DÍA 29/11/2015

Del Puerto de Canencia al de La Morcuera

Llegamos al puerto Canencia (1524 m) puntuales como siempre y allí nos reunimos Pablo Olavide, Pilar y Alicia Caridad, Begoña Mata, Coro la Tasa, Rocío Eguiraun, Marisa Ruíz, Katinka, y yo, total 10, que no nos numeramos ni al salir ni al llegar, pero no nos perdimos ninguno.
Empezamos una bonita caminata por la senda forestal, casi autopista, que une los dos puertos: el de Canencia y el de la Morcuera, y que transcurre por la cara norte entre pinos de buen porte caracterizados por el color rojizo de su tronco, algún que otro abedul, piornos y enebros rastreros. Es el GR 10.1
El anticiclón que teníamos encima nos regalaba un día claro, sin nubes, sin viento y fresquito, como dice el manual. Esto, unido a la umbría propia de la vertiente hacían agradable el uso de los guantes y del gorro.
Ir con Pablo es un seguro de tropezones, por tanto mirar y escuchar los pájaros, y de amenidad: ¡Lo que sabe y qué bien lo cuenta!
Siempre dentro del bosque, cruzamos un arroyo, el “Sestil de Maillo”, y un afluente del anterior y así, entre pinos, ligeras rampas y sucesivos collados llegamos a una amplia pradera que era el punto más alto del recorrido. Allí sí que se agradecía el sol.
Retomamos la senda, y con una suave pendiente llegamos hasta el arroyo de la Hoyuelas donde nos paramos a tomar el tentempié.
Una curiosidad: Todos nos preguntamos, y ninguno sabíamos el nombre del alto que está al SW del Puerto de la Morcuera. Porque Morcuera significa hito o mojón de señalización, creo.
Regresamos por el mismo camino: Lanzadera le llamo a este tipo de itinerario.
La vuelta fue un poco más rápida que la ida y nos guardaba una, a mi juicio, muy agradable sorpresa: Una magnífica vista del valle del Lozoya con el embalse de Pinilla al fondo.
Así llegamos al puerto, cogimos los caballos y a casa.
No me reprimo y pego el pantallazo del navegador (Gracias Paco Vaquero por incluirlo)




Un abrazo, y feliz semana


Gonzalo Fernández


La Pinareja

El domingo 29 de noviembre de 2015 no encontramos en la puerta del club Mirasierra Antonio de la Fuente, Mar Barrionuevo, Mamen Jürschick, Jacinto Alcalde y yo, Reinaldo Vázquez. Salimos por la carretera de Colmenar hacia Cercedilla, en el aparcamiento de Majavilán habíamos quedado con el equipo de Colmenar Viejo compuesto por Jorge Dukelsky, Juan Carlos Aguilón, Alfredo Carlavilla y Paco Vaquero.
Los de Mirasierra llegamos cinco minutos antes, porque incumplimos los límites de velocidad. Este escrito es una narración novelada por lo que no pueden tomarse mis comentarios al pie de la letra, seguro que llegamos antes porque los de Colmenar llegaron después. Allí en el aparcamiento me dijeron todos que yo era el cronista por encomienda de Rafael, como no había recibido el correo dudé, pero su convicción pudo con mi desconfianza.
Durante el camino el termómetro del coche había llegado a los –3´5º, curiosamente en el aparcamiento la temperatura era de un grado sobre cero, supongo que por la protección del bosque. De todos modos nos abrigamos.
Nos pusimos a andar a las nueve menos veinte, justo detrás de los coches sale un camino que asciende con pendiente pronunciada, al poco alcanzamos la carretera de la República, a la derecha ascendía y nosotros descendimos unos metros para seguir por otro camino igualmente pendiente. Rechazamos la carretera republicana lo mismo habríamos hecho si hubiese sido del dictador Miguel, frenético constructor de obra pública; ningún perjuicio cronológico o de ideas, nos llevó a ello, sino que repudiábamos las facilidades que nos brindaba. Seguimos subiendo a ritmo muy rápido encabezados por Paco. En las dudas en caminos Antonio dio instrucciones de seguir el que más ascendiera. El esfuerzo de la subida hizo que las capas de ropa empezasen a caer inmediatamente. Además, el día, que había aparecido con temperaturas muy bajas, cambió radicalmente, a lo que se añadía que el cielo transparente que dejaba pasar la radiación y la ausencia de viento contribuyeron a elevar la sensación de calor.
Llegamos al límite de la provincia de Madrid, una puerta en la que se podía leer un cartel que prohibía el paso de julio a septiembre nos dio paso a la vertiente norte segoviana. Una senda relativamente horizontal nos condujo entre lo que supongo eran pinos silvestres o de Valsaín, a los pies de la peña del Águila, hasta los Ojos del río Moros, Paco y yo bajamos a ver el nacimiento del río y no había caño ni gruta, el agua se filtraba de la tierra con un caudal considerable para este arroyo que se convierte en río por la suma de otros hasta desembocar en el río Eresma por su izquierda. Pudimos ver dos embalses, uno pequeño y otro más abajo de tamaño mayor, probablemente sean los de las Cabras o Espinar y el del Tejo de las Tabladillas.
Llegamos a un collado entre el Montón de Trigo y el Pinarejo, desde allí se veía la planicie segoviana, la capital, La Granja, Peñalara nevado. Giramos a la derecha y subieron al Pinarejo, un camino recto al principio que se dirige a la cumbre sin perder tiempo y que luego desaparece, tal vez no se viese por la nieve que ya habíamos encontrado más abajo. He dicho que subieron porque yo me quedé hablando por teléfono, deberían prohibirse las llamadas entrantes, sobre todo cuando son de trabajo. Cuando acabé acometí la subida y en mitad de la cuesta estaba Alfredo esperando, siempre atento a que no se quede nadie descolgado. Tuvo que seguir aguantando mis paradas porque me rendí a fotografiar el valle que se abría entre la sierra de Guadarrama y la Mujer Muerta, y hacia el este Peñalara, la Bola del Mundo, la Maliciosa...
En la cumbre nos esperaba el resto del equipo, tal vez solo lo hicieron porque ya no podían seguir subiendo. Agua, poca comida y foto que nos hizo un voluntario al que devolvimos gustosos el favor.
La proximidad, estar encima de su cabeza, nos impedía ver la representación que desde Segovia es clara de la Mujer Muerta. Tendremos que comer cochinillo en Segovia para contemplarla, propuso alguien, y es buena idea.
La bajada fue rápida, pero curiosamente se nos hizo más larga que la subida. La pendiente del Pinarejo es un pedregal que nos hizo difícil los dos sentidos, al material suelto había que añadir la nieve, pisarla sin un firme plano inspiraba desconfianza. Hielo, prácticamente, no encontramos.
De vuelta al collado pensé que lo que quedaba sería cuesta abajo, pero en vez de volver acometimos la subida hacia el Montón de Trigo. Aquí Paco, cronista fotográfico, empezó a retrasarse porque paraba para hacer fotos, pero en segundos nos alcanzaba. Hoy había llegado fortísimo y seguro que su alarde habrá merecido la pena porque las vistas eran dignas de perpetuarse.
Ganada media altura nos dirigimos hacia el cerro Minguete, que tampoco acometimos. Seguimos por un camino, que rodeaba el cerro por el oeste y al que daba el sol de levante y que no daba opción a abandonarlo por la pendiente de la ladera. La senda era estrecha, con piedras, pero suficientemente seguro, su orientación evitaba la formación de hielo.
Hubo un momento en que se abrieron a nuestros pies dos valles, continuidad uno del otro, hacia Segovia y hacia Madrid.
A partir de aquí, bajada hasta el puerto de la Fuenfría, donde encontramos mucha gente que sin duda habían subido por la carretera de la República, nosotros la volvimos a despreciar y bajamos por la calzada romano-borbónica, su capa de firme fino ha desaparecido y sus piedras de la parte inferior hicieron estragos en las rodillas lesionadas. Cuando por tercera vez nos encontramos con la carretera se nos ofrecían otras dos opciones seguir recto por la calzada, a la izquierda por el monte o a la derecha por la comodidad decadente. Elegimos ésta, no por nuestro envilecimiento sino por solidaridad con las rodillas de nuestros compañeros.
Llegamos muy rápido al aparcamiento. Eran las dos. Cinco horas de marcha, descontados los veinte minutos de la cumbre y unos catorce kilómetros. A todos nos pareció poca distancia la que había medido el GPS de Juan Carlos. Tres kilómetros, por ejemplo en el camino del puerto hacia Segovia es una velocidad que se puede duplicar, pero por las sendas o los pedregales que habíamos recorrido con subidas y bajadas pronunciadas no es mala media.
Como siempre gracias a Dios por la sierra que tenemos, a todos los que habéis ido por vuestra compañía y a los que habéis preparado el itinerario y os habéis encargado de la gestión de la convocatoria por vuestra dedicación y buen resultado. Muy especialmente al que se haya encargado del buen tiempo, maravilloso.


Reinaldo Vázquez









Crónica del domingo 22 Noviembre de 2015

LA PEDRIZA: LOS CHORROS-COLLADO DE LOS PASTORES

      No por larga una crónica es mejor, que aquí, como en otros órdenes de la vida, cantidad y calidad no van siempre unidas. Más yo prefiero que las mías sean largas, para que de una forma u otra sean recordadas como "grandes". 
Y con el ánimo así dispuesto y la promesa a mis compañeros de redactarla a página por kilómetro recorrido me encontré esta mañana con mis compañeros de aventura: Antonio, Mar, Juan Carlos, Charito, Jorge, Sandra y Emilio.
       Salimos a las 8:25 de nuestro querido Canto Cochino en pos de los Chorros del Manzanares, primero, y del Collado de los Pastores después. Portamos impedimenta invernal, pues los dos grados de salida y la amenaza de la niebla y los nubarrones no nos dejan lugar a dudas: se acabó el veranillo de San Martín. Remontamos el Manzanares por su margen derecha, dejamos la Charca Verde y el Puente del Francés, que no cruzaremos, hasta el Puente del Retén. Este sí lo habremos de tomar para vadear nuestro madrileño río que, había que verlo esta mañana de crecido y bravío, enriquecido por sus tributarios. En hora y media nos plantamos en los Chorros y el tiempo a partir de este momento empieza a crecerse como El Manzanares, sabedor de que contra él no hay quien se bata sin sufrir descalabro. La suave cellisca que nos ha acompañado casi desde el principio se torna más espesa, como la niebla, que baja desde las cumbres para cubrir el circo de la Pedriza. Vuelven a portarse las chaquetas que en los primeros ascensos nos despojamos y todo lo que uno tiene para aplacar el frío que empieza a sentirse. Alcanzamos las zetas por fin y, al resguardo del Puente de los Manchegos, doy cuenta de mis dos mandarinas, dos dátiles y dos trozos de jengibre, que soy hombre que gusta de la proporción y la mesura en todas sus cosas. Esta demostración de proporción áurea me sale cara pues la mano derecha desenguantada para solventar el trance del almuerzo no se me ha de calentar en lo que resta de marcha. Mientras pienso en cómo volverme a enguantar una mano que ya no siente nada se abre un animoso debate sobre si la niebla que ya empieza a ser preocupante nos dejará continuar la ascensión. Antonio calma los ánimos de los recién sublevados, pues el collado está ya a tiro de piedra y se conoce el camino como para hacerlo con los ojos cerrados. Decidimos por amplia mayoría hacerlo, sin embargo, con los ojos abiertos y ascendemos por la pista, alcanzando sin contratiempos, pero hasta con el alma congelada, el Collado de los Pastores. Hasta aquí, tres horas justas. 
     Seguimos la bajada de las zetas pero en la primera curva, maese Antonio otea el horizonte, sopesa, consulta brevemente a Juan Carlos, calcula y ,finalmente, nos comunica su decisión de abandonar las zetas e internarnos por un caminito por el bosque que, si su intuición montañera y su experiencia no le engañan, habrá de llevarnos directamente al Collado Porrón, ya en la Sierra de los Porrones, evitando las tediosas zetas. Yo recelo de la estrategia, pues si acortamos el kilometraje, se acortará mi crónica y lo prometido es deuda. Nos internamos por fin por el sendero, que se torna fácil y muy llevadero, alcanzando el collado Porrón en poco tiempo. Aquí en este punto recordamos el inmisericorde ascenso a la Maliciosa Baja que desde este punto se realiza en el Cruza Pedriza. Alguien aporta que, si no fuéramos miembros de este insigne club ni gente gallarda y cumplidora, el paso que acabábamos de descubrir evitaba el penoso ascenso a la Maliciosa Baja, conectando en suave marcha con el Collado de las Pastores. Pero nobleza obliga, y el próximo abril El Boalo tendrá que rendir ante los montañeros del club Mirasierra su mejor paella tras cruzar con honor la línea de meta. Pero sigamos con el relato. 
       Bajamos ahora ladera abajo por un camino que sólo Antonio reconoce. A mi más bien se me antoja campo a través, pero enseguida cruzamos la pista y retomamos la confianza y el ya visible y conocido sendero que nos llevará a Canto Cochino. Emilio y Mar deciden darle alegría a la bajada y nos llevan en volandas a Antonio y al cronista, que los sigue a duras penas y sólo motivado por dar fe de lo acontecido. Se oyen algunas imprecaciones y juramentos lejanos del grupo desgajado, que no van a mayores, pues se ponen las pilas y cruzamos, al fin,  en compacto grupo la entrada al aparcamiento de Canto Cochino. 4h 54 min y unos 15 kilómetros, dicen los gps. 
      Y ahora viene lo de los estiramientos. Entorno a Juan Carlos y Antonio, nos distribuimos los no iniciados en tan sublime arte. Pero al momento nos percatamos de que estamos ante dos escuelas irreconciliables. La de Juan Carlos, pausada, de movimientos lentos y exigentes, minuciosa, en la que estiramos desde el psoas ilíaco hasta el músculo trigémino, pasando por esternocleidomastoideo. La de Antonio, más exprés en su ejecución, con reminiscencias de Tai Chi Chuan y a la que se entrega con convicción Jorge Dukeslky. Cuando maestro y alumno aventajado acaban la exhibición, los de la escuela de Juan Carlos aún estamos haciendo chirrriar el psoas ilíaco, lo cual causa desasosiego entre el alumnado, más pensando ya en la caña que en la elongación de músculos y tendones.
     Doy fe de la veracidad de los hechos aquí relatados. De los errores o inexactitudes que pudieran observarse por parte de narradores más avezados, sólo puedo alegar en mi defensa que quien hubiere de enmendallos queda emplazado a la nueva salida de montaña, donde con mucho gusto cederé pluma y papel a quien guste, que esta ha de quedar como la fize. Ahí queda.



Crónica de senderismo:  Ruta desde San Lorenzo a Abantos

       Con una puntualidad británica nos encontramos las 4 senderistas a las 8 de la mañana en la puerta del Club. Habéis leído bien, solamente 4, pocas en comparación con la ruta anterior en la que éramos 36, pero no fue obstáculo para coger el coche y ponernos en camino hacia San Lorenzo del Escorial.
Después de lo mal acostumbrados que hemos estado hasta ahora, la temperatura que marcaba el coche era de 4 grados, aunque poco a poco veíamos aparecer algo de sol en el horizonte, sobre todo cuando nos acercamos a la ladera del monte Abantos.
Tal y como nos indicó Rafael, aparcamos el coche cerca de los depósitos de agua y a las 9 en punto iniciábamos la subida, entrando por una valla giratoria y un pequeño sendero que nos llevaba hacia la derecha, entre un precioso pinar. Alcanzamos una pista que poco a poco nos fue  subiendo haciendo varias curvas. La subida era ligera, la conversación agradable y tuvimos la suerte de poder ver un gamo que se asustó al encontrarnos y nos dejo verle correr montaña arriba . Un buen comienzo para ese día. Las vistas preciosas sobre San Lorenzo del Escorial y el pantano (como podéis ver en la foto)
       Cuando ya llevábamos unos 5 kilómetros y medio, una senderista de San Lorenzo muy agradable que nos encontramos nos indicó una desviación hacia la derecha , el GR 10 , que subía hasta la cumbre. El sendero era bastante exigente y el tiempo empezó a cambiar rápidamente. Subimos hasta una bonita pradera donde había una fuente y un abrevadero y paramos para tomar algo. Gorros, guantes...nos lo pusimos todo ya que el viento era frio y empezó a nevar. Por lo que , aunque sabíamos que estábamos muy cerca de la cumbre, decidimos entre las cuatro volver, llevábamos 8 km, y nos faltaban otros 8 para volver.
    Un día muy agradable, que cerramos con unas cervezas y vuelta para Madrid. Volveremos , porque esa cumbre hay que alcanzarla.











Crónica del día 15/11/2015
 
LAS HOCES DE RIAZA.

Las parameras castellanas son discretas y austeras. Pero a veces, el terreno se quiebra y surgen hoces y cañones de una belleza cautivadora.
Hoy, los senderistas y montañeros del club Mirasierra, nos adentramos en uno de esos lugares: las Hoces del río Riaza.

A las nueve y cuarto, nos reunimos todos en el kilómetro 146 de la autovía del Norte. Una fina neblina se aferra al terreno en un intento desesperado por ocultar el sol. Inútil batalla ante un nuevo día espléndido.
Agrupados todos a la salida de Milagros, nos internamos por solitarias carreteras hasta llegar a nuestro punto de partida: una olvidada cantera que hoy hace las veces de aparcamiento.
Somos los primeros en llegar y respiro aliviado al comprobar que no tendremos problema para dejar todos los coches.

Treinta y seis excursionistas iniciamos la marcha a las diez de la mañana. Franqueamos la barrera que protege este paraje y descendemos a buen paso por la carretera. El cañón enseguida nos desvela sus secretos. Surge el imponente viaducto del ferrocarril que antaño iba al norte. La desnuda chopera que acompaña al rio Riaza. Los farallones calizos de tonos plomizos y anaranjados. A mí se me antojan que estos son los muros de una inmensa fortaleza vigilada por cientos de buitres que esperan, pacientes, las corrientes térmicas para volar.

En pocos minutos llegamos hasta el río y lo cruzamos por un puente de madera. A pesar de la falta de lluvia, el aire huele a tierra mojada.
Seguimos el curso del Riaza que corre de nuevo libre tras escapar de la presa de Linares. Penetramos en la umbría del bosque. Miramos los frutos rojos de majuelos y escaramujos. Los primeros buitres inician sus vuelos acompañados de las chovas que emiten sus ásperos graznidos. Una garza real cruza fugaz la espesura. Nos sumergimos en una naturaleza que se hace cercana.

En apenas dos horas llegamos a nuestra meta: la ermita de san Martín del Casuar. Es tiempo de reponer fuerzas mientras observamos los enormes buitres que vuelan sobre nuestras cabezas. A fin de cuentas, nos encontramos en una de las mayores colonias de buitres leonados de Europa. Estamos en la guarida del buitre.

El día cálido y luminoso invita a permanecer más tiempo en este lugar. Tal vez esperar hasta la noche, y sorprender al esquivo búho real. Pero debemos partir.

En un esfuerzo extra algunos nos animamos a subir un repecho para obtener otra buena perspectiva de las hoces. Desde estas alturas contemplamos la chopera que juega a seguir el curso del río. Las sabinas y enebros que trepan por las laderas hasta tocar las paredes rocosas. El cielo azul. Y los buitres. Siempre los buitres. Incansables. Majestuosos.

Tras las fotos de rigor iniciamos el regreso. Volvemos ligeros y recorremos el mismo camino que nos ha traído hasta aquí. Nos internamos en el bosque amable y acogedor.

El final de la excursión está próximo pero todavía queda subir la implacable carretera que nos llevará al aparcamiento. Castigados por un sol más propio del verano que del invierno, salvamos los últimos metros. El cañón vuelve a guardar sus secretos: su imponente viaducto, su chopera desnuda y sus farallones rojizos.

A las dos y media terminamos la marcha. En total hemos recorrido 13 kilómetros por este espectacular paraje.
Camino de Maderuelo para comer en el restaurante Veracruz contemplo una vez más este paisaje que tanto me seduce; estas parameras castellanas, tan discretas, tan austeras… y tan bellas.

Un lujo haber podido compartir con todos vosotros esta excursión.

Pablo Olavide 



 



CRÓNICAS DEL DOMINGO 8/11/2015

 La Pedriza. Desde Canto Cochino al Elefantito, Senda Maeso y vuelta circular.
Bien temprano y con puntualidad tradicional, nos encontramos en el segundo punto de reunión acordado en Cantochino, los 7 montañeros participantes, Mar, Antonio, Juan Carlos, Jorge, Reynaldo, José Ramón y yo. Todos con muchas ganas de disfrutar y listos para la marcha. Como regalo extra nos acompaña un día espléndido otoñal con solecito de San Martín. Esto es una maravilla.
Excursión circular, unas 5 horas en total a marcha ligera y con 1000 m de subida acumulados. Subida a la Cañada para empezar, siguiendo por la cárcava del Elefantito hacia nuestro punto más alto y enlazando con la Senda Maeso. Luego con divertidas trepaditas hacia la pradera del Yelmo, tan nuestra y familiar, donde hacemos fotos, picnic y debates al solecito. Vemos a grupos de escaladores disfrutando por las rasgadas variantes hasta los picos y a varios grupos de cabra montesa por todo nuestro recorrido.
Para terminar bajando desde el Yelmo por el Hueco de las Hoces hasta el Cancho de los Brezos, recorrido muy bien señalizado y con trepaditas y llegada al punto inicial en Canto Cochino. Para celebrar nuestra meta, brindamos en compañía con la cervecita habitual y unas risas. Damos las gracias a nuestro guía Antonio y a su GPS por su destreza.
La ruta y el día inmejorables, preciosos paisajes, montones de setas, todo verde y mullido por las lluvias recién caídas, riachuelos por todos sitios y caminos encharcados. Una luz especial de cielo limpio, con nubes rasgadas y apuntando del este hasta el infinito, nos permite descubrir con la mirada en lo alto los riscos de La Pedriza, perfiles a contraluz de los picos emblemáticos de la sierra al norte, mirando al sur las imponentes torres de Madrid, el pantano de Manzanares y el de El Pardo alargado, más allá.
Lunático paisaje este de la Pedriza, con curiosas inmensas rocas arañadas, de lavadas paredes, de tolmos de película, de piedras esculpidas por el tiempo formando constelaciones y moldeadas figuras, que nos recuerdan lo pequeño de nuestra existencia…
Besos
Viky
Y ahora la de senderismo

Hola a todos 
Como he disfrutado la caminata de este domingo, con Alfonso y Mari Carmen a la cabeza dirigiéndonos a: Nieves, Paz con Roki , Cristina , María que no la conocía y es super interesante escucharla y yo .
El día ha sido precioso y muy soleado.
Cuando hemos llegado a la Senda Ortiz teníamos unas vistas alucinantes podías ver Las Torres de Madrid , El Pantano de Navacerrada y hay un momento que ves La Cruz del Valle de los Caídos y al fondo El Escorial . Nos paramos primero en la explanada del hospital a hacer fotos y luego en el mirador de Las Canchas en frente de la Bola del Mundo a tomarnos  la fruta, frutos secos etc .
En la bajada cruzamos el arroyo Chiquito , que si salen bien las fotos que hicieron María y Paz pintaré un cuadro, es un rincon espectacular.
El camino se hace muy agradable  entre los pinos Silvestres y es facil de andar , hemos tardado 3 horas a pesar de charlar como cotorras.
A la vuelta a Madrid hemos parado en Cerceda a tomar la cervecita y unos torreznos muy ricos, alli nos despedimos de Alfonso y Mari Carmen y las otras cinco chicas nos volvimos en el coche de Paz a Mirasierra en conversación muy interesante.
He aprendido con ellas a pensar en Alfa y Beta y a controlar la mente, o sea la vida hay que disfrutarla que son tres dias y fuera los malos pensamientos.
Gracias al grupo, lo he pasado genial
Besos
Amparo


1 de noviembre de  2015

CRÓNICA DE MONTAÑISMO:  LOS FANTASMAS .


            Muy interesante y satisfactoria ha resultado la ruta que hoy hemos realizado, por la Pedriza, los  diez amigos-montañeros que nos habíamos citado en Canto Cochino.
            La mañana se presentó un tanto indecisa. No sabíamos de entrada, cuál iba a ser su comportamiento. Las previsiones meteorológicas no se ponían de acuerdo. ¿Tendremos lluvia, viento, niebla, frío.....? Los que sí estábamos de acuerdo en realizar la ruta planificado, éramos los allí concentrados, preparados para disfrutar del recorrido.
            El perfil de la ruta, entrega sus credenciales desde el principio, y nos exige intensidad desde el momento inicial. El Cordel de la Pedriza se empina y pronto nos obliga a despojarnos de las primeras capas de protección. Poco a poco lo vamos domesticando y se va haciendo más amable. Esto nos permite llegar con el fuelle recuperado hasta La Cañada. Aquí la senda nuevamente se vuelve bravía y nos hace ralentizar nuestro paso. No nos preocupa, sabemos que con un poco más de esfuerzo vamos a alcanzar un sitio emblemático, cargado de emotividad para todos: alcanzamos LA LAGUNILLA DEL YELMO. Recuerdos intensos e inolvidables nos vienen a la mente. Nos detenemos alrededor del símbolo que nos une, momentos de silencio y recogimiento. Después, tenemos que seguir nuestra ruta, pero sabemos que próximamente volveremos  a visitar a nuestra inolvidable Mónica.
            Sin solicitar permiso, una nueva compañera nos acompaña: la niebla. Intensa niebla que desdibuja nuestro recorrido, incluso nos hace dudar en algún momento del rumbo a seguir. Afortunadamente, Antonio no se deja impresionar por la nueva compañía y nos marca la ruta con paso firme y decidido. Los demás no ponemos objeciones. Para Antonio, este terreno es su segunda casa y la conoce incluso con los ojos cerrados, que es como íbamos hoy con esta niebla.
            Paradita rápida para compensar el esfuerzo de la subida y nuevamente en marcha. Hace frío bajo tanta niebla y esto nos obliga a sacar algunas de nuestras prendas de abrigo. Paso decidido pero con tiento, porque la bajada es divertida pero exige concentración. Las rocas están humedecidas y reclaman, a nuestro paso, un respeto. Así lo hacemos. Pasamos por los FANTASMAS. La ambientación era perfecta: siluetas gigantes entre niebla, visión deformada del entorno, imaginación desbordante......, allí se quedaron los nuestros!!!!!.......Más ligeros de “equipaje” y poco a poco alcanzamos el Collado de la Dehesilla. Las condiciones meteorológicas no influyen en la belleza de este lugar. Hoy nos toca saborearlo envuelto en esta intensa niebla.¡Precioso como siempre!.
            Desde aquí nuestros pasos nos llevan a pasar por delante del Tolmo y junto al refugio Giner. Desde aquí y hasta  nuestro punto final, el sol nos hace guiños y después nos acompaña decididamente. Así pues además de los “compañer@s” Niebla y Sol, apareciendo y desapareciendo de manera intermitente , los que hemos estado siempre presentes y visibles hemos sido: Mar, Paz y su perro Rocky, Bienve, Charito, Paco, Reynaldo, Alfredo, Jorge, el Gran Guía Antonio y el cronista firmante.
            Llegados al punto final de la ruta y previa sesión de estiramientos, todos los humanos mencionados dimos buena cuenta de una rica, rica, cañita con cacahuetes y patatas fritas, tan típicas y tópicas del chriringuito de la Pedriza.
Buena semana a todos.
Juan Carlos Aguilón. 

CRÓNICA DE SENDERISMO

MONTES DE VALSAIN

Con fecha del 1 de Noviembre día de todos los Santos, el club de Montaña Mirasierra organizaba una nueva excursión para los amantes de la Naturaleza. En este caso Roció, Margarita, Sonsoles, Rafa y Pepe.
Guiados por Rafa iniciamos nuestra marcha a las 9.30 am desde Valsain, pueblo de la sierra de Guadarrama a 10 Kilómetros de la Granja de San Idelfonso y 20 de Segovia. En un día de nubosidad variable más soleado que nuboso nos fuimos adentrando en el parque nacional Sierra de Guadarrama, con una espectacular sinfonía de colores otoñales. Mientras íbamos ascendiendo podíamos ver como los robles desprendiendo poco a poco sus hojas se preparaban para un frio invierno. Sorprende como una ciudad tan grande como Madrid que tiene al alcance de sus dedos unos parajes tan espectaculares, estén tan solitarios.
Esta inmensidad de bosques de pinos robles fresnos y jaras arropando las montañas y valles de la cordillera Ibérica, son desde la Edad Media fuente de conflictos por su explotación comunal. Durante el Reinado de Felipe V los montes de Valsain se convierten en zona protegida por su valor medioambiental. Tristemente, este remanso de paz para el cuerpo y alma, fue escenario de sangrientas batallas durante la guerra civil.
Después de varios kilómetros de caminata llegamos a un paraje que nos recordaba a las montañas rocosas del colorado. Gente del mundo del cine habían construido en días anteriores una cabaña y aserradero típico de las mejores películas del oeste y de la fiebre del oro californiano.
Adentrados en una atalaya una vez recorrido un sendero soleado y coronado por nubes que se movían con la rapidez de un velero con vientos alisios, llegamos al cerro del puerco, que si estuviera en Perú seria como un poblado cercano a Machu Pichu.
En dicho cerro y entre trincheras y parapetos compartimos un tente en pie como buenos camaradas sintiendo en nuestros corazones el latido de aquellos solados enfrentados ante el fracaso de la construcción de una nación a gusto de todos.
Aprovechamos rodeados y abrigados de un paisaje que enamora al instante, de felicitar a mi mujer y mandare un video con destino a Nebraska, descubrir un ramo de flores imperecedero abrazado a una frágil encina y sentirse como un águila subidos a rocas desde donde divisábamos hasta que el cielo y la tierra se unían con exactitud en una línea infinita.

Ya en el descenso, paso a paso nos despedíamos de una mañana difícil de olvidar, en un lugar que sería fuente de inspiración para escritores, poetas, músicos, pintores. Mi querida España , esa España mía esa España nuestra…una vez más nos recibe , nos abraza, nos pasea hacia el interior para llegar a un nirvana,