14/1/2018 Montañismo y senderismo. El Azud de El Mesto. Cronica José Antonio Rodríguez
QUE TRATA DEL RÍO DEL ALISO, DEL LUGANO COMÚN, DEL COLÁGENO DE MERCADONA Y DE OTROS ENTRETENIMIENTOS
Poco
podían imaginar nuestros antepasados que lo que, a orillas del Guadalix
estaban construyendo bajo el mandato de la reina Isabel II y, con el
objeto de abastecer de abundante y saludabilísima agua a la población de
Madrid, se convertiría, al paso de centuria y media, en una vía de
agradable paseo para el disfrute de caminantes y ciclistas. Que la vida,
y la historia, dan muchas vueltas; y lo que ayer fue una obra civil de
meritorio ingenio, es hoy una placentera vía verde a las puertas de
Madrid. Y a eso nos congregó, a descubrirlo me refiero, a 24 +1
senderistas y montañeros el pasado domingo. Permítaseme la licencia de
no dar la relación completa de asistentes por no hacer prolija esta
crónica y baste mencionar que el impar atendía al nombre de Brujo y era
el que, de todos, menos abrigado acudió al encuentro. Ya se verá en un
futuro si ha de federársele en senderismo o montañismo.
Tras
la rueda de reconocimiento y conteo, saluda del guía benévolo e inicio
de la marcha en un día en que las previsiones apuntaban nieve en cotas
más altas y que en San Agustín se quedó en neblina y ambiente frío.
Remontamos
el río Guadalix, el de los alisos, a los que debe su nombre. Lo
cruzamos una primera vez por un puente de madera para ganar su margen
derecha. Al poco, cruzaremos de nuevo por otro puente (de San Antonio,
por si importa el dato) para reencontrarnos con su margen izquierda
donde alcanzaremos, en pocos minutos y bajando unas empinadas escaleras
de piedra, la Cascada del Hervidero; dos chorreras que enmarcan una
formación rocosa que divide el curso del río en un salto bicéfalo digno
de fluviales de mayor renombre. Foto de grupo y afrontamos las
consabidas escaleras. Y aquí el guía benévolo se convierte en
benemérito, pues nos disculpa de hacer una trocha que nos hubiera
llevado por derecho y con gran pesadumbre de coyunturas y quebranto del
ritmo cardíaco, cinco curvas de nivel más arriba, en el camino de
servicio del Azud, objetivo de nuestra excursión. Desandamos un poco,
por tanto, y encaramos unas zetas que nos llevan más humanamente a la
misma cota. Y es ahora cuando nos adentramos en el cañón, quedando el
Guadalix más abajo, a nuestra izquierda. Para deleite de nuestros
sentidos, bajo la cúpula neblinosa, contemplamos cómo las laderas
saturadas de encinas y enebros de miera descargan sus taludes en el
fondo fluvial, donde el aliso es el rey de este bosque de ribera. En una
parada, nos comenta Pablo, nuestro naturalista de cabecera, que en
estos bosques abunda el lugano, un pájaro que acostumbra alimentarse del
fruto del aliso y que sobre el curso del río, en días más claros, puede
verse con facilidad al buitre leonado, al águila real y al menos común
buitre negro. No se verán buitres hoy, ni águilas reales, pero sí un
bando de luganos cuya deleitosa observación hace desmembrarse al grupo.
Pero no solo por eso, sino porque menudean las animadas charlas, de
temática variada, embelesados quizá como estamos por un entorno natural
que nos sobrecoge por su belleza y atempera nuestra marcha. Cuevas
labradas a pico, respiraderos de piedra, vestigios de una obra
hidráulica decimonónica que jalonan la pista y se integran en un paisaje
natural que ya no puede imaginarse el uno sin el otro.
Alcanzamos
por fin el azud, pequeña presa de piedra de sillería que aún en
nuestros días se encuentra operativa, por si hubiera que volver a verter
sus aguas al canal de Guadalix, que nunca se ha de decir “de este agua
no beberé”.
Refrigerio
y emprendemos el regreso. No hay grandes sorpresas, volvemos sobre
nuestros pasos, por si alguno se ha perdido el bando de luganos. Vamos
más ligeros para recuperar el tiempo invertido en disfrutar del
recorrido de ida, mas no por eso volvemos mudos. Muy al contrario, se
reemprenden las tertulias. Como aquella en la que intervienen el
cronista y Reynaldo sobre los beneficios de la ingesta de colágeno para
el mantenimiento de huesos y articulaciones. Que ya sabemos por
prescripción facultativa de los médicos del grupo que no sirve para
nada, pero es este nuestro carácter, díscolo y tendente a la anarquía,
el que nos impele a acometer industrias de dudoso beneficio. Y así las
cosas, el cronista argumenta que cuando le echa al nescafé mañanero la
ración de própolis, la miel de romero, la avena en polvo y el
controvertido colágeno de Mercadona, aquello adquiere unas densidades
que no hay fuerzas en la naturaleza que desintegren los enlaces, no ya
covalentes, sino megavalentes que se crean entre esas substancias y que
más valdría echárselo sobre el cuerpo como barros y otras terapias de
balneario que ingerirlo para los adentros de cada uno. Me contesta el
interpelado que es una cuestión de orden (claro, viniendo de un
jurista); que primero mezcle con leche fría la avena con el colágeno y,
al punto, agregue el resto de afeites y aderezos culminado todo con la
leche caliente y el nescafé. Y remuévase. Oye, mano de santo. No sabe
bien, pero todo sea por mantener el empeño en nuestro propósito. Al
proceso le llamamos método Reynaldo y estamos en conversaciones para patentarlo.
Con
estas y otras pláticas, dejamos atrás el puentecito de madera y
llegamos al Área Recreativa del río Guadalix, punto y final de nuestra
marcha, pero punto y seguido de nuestra actividad de senderismo y
montañismo porque el fin de semana próximo puntualmente llegará otro
capítulo.
José Antonio
Un abrazo