Crónicas del domingo,  9/10/2016

SENDERISTAS: EL COLLADO DE LA DEHESILLA


Hoy volvemos a recorrer los peñascales y espesuras de La Pedriza de Manzanares. En esta ocasión, subiremos hasta el collado de La Dehesilla.

A las 8:45 reina el caos en Canto Cochino. Numerosos excursionistas tratan de dejar su coche aquí pero hoy, a esa hora, es una misión imposible y los más rezagados tenemos que aparcar en el estacionamiento que se encuentra un poco más abajo. Una vez superado esta confusión y  desorden, nos reunimos en Canto Cochino y nos numeramos. Hoy somos veinte, nada más y nada menos: Gloria Fernández, Alex Extramiana  y su hija Alba que con cinco años rebosa entusiasmo, Susana Martin, Mar Palazuelo, Elena Madurga, Elena Sandoval, José Eugenio Soriano, María Lamo, Sonsoles y Pepe Herrero, Belén Sierra, Elena Ezquiaga, Paz Vizcaíno con Rocky y Kaos, Alejandro Gutiérrez e Isabel —con los que he compartido buenas excursiones tras los pájaros—, José Vicente, Pilar Caridad, Rocío Eguiraun  y este cronista.

Guiados por Alejandro, que mantiene con buen criterio la ruta programada ante otras sugerencias, nos ponemos en marcha sobre las 9:15. Cruzamos el Manzanares, que espera ansioso las lluvias de este otoño que se resiste en llegar y tomamos la senda de “La Autopista”. A buen ritmo, entre pinos albares y remontando el arroyo de La Majadilla, llegamos hasta el desvío que lleva al refugio de Giner de los Ríos. Cruzamos el regato por una pasarela de madera y nos plantamos en el Prado Peluca. En este paraje, un par de burros nos dan la bienvenida y hacen las delicias de Alba que, abrazando uno de ellos  le dice: “Te echaba de menos”.

Desde aquí tenemos una panorámica estupenda de La Pedriza y Alejandro va señalando cada risco poniéndoles nombre: El Pájaro, El Hueso, El Elefante, Collado Cabrón…El Cancho de los Muertos. Nombres sugerentes donde la imaginación debe volar para descubrir cada figura.

El refugio Giner ya queda a tiro de piedra y aquí se quedan Alex, Alba y Gloria, además de Paz y sus perros Kaos y el pobre Rocky que acusa el esfuerzo de haber subido hasta este paraje. El resto seguimos la ruta y ascendemos por una senda paralela al arroyo de la Dehesilla entre jaras, brezos y enebros. Sorteamos enormes pedruscos que se interponen en nuestro camino y, finalmente, llegamos hasta el “padre” de todos ellos: El Tolmo. Admiramos esta enorme piedra, granítica y redonda, donde algún desaprensivo ha escrito su nombre para dejar constancia del poco respeto que tiene a este paisaje espectacular.

Desde aquí ya solo nos queda el último repecho y en menos que canta un gallo llegamos al collado de La Dehesilla. Es el momento de descansar, tomar algo y disfrutar de las vistas. También de observar a los buitres que desde arriba rastrean el territorio en busca de algo que les alegre el día. Y sin demorarnos más de la cuenta, descendemos por la misma trocha hasta llegar de nuevo  al refugio Giner. Volvemos a tomar “La Autopista” hasta un punto donde cruzamos el arroyo Majadilla y llegamos a la pradera donde está plantada la encina en honor a Jesús Extramiana, alma mater de este club de montaña Mirasierra. Allí, en torno a este incipiente árbol, nos unimos todo el grupo para rendir homenaje a Jesús que, estoy convencido, nos sigue acompañando en cada una de nuestras excursiones.

La mañana va tocando a su fin y  ya solo quedan dos pasos para llegar a Canto Cochino, los suficientes para despistarme y que el grupo me tenga que esperar. ¡Lo siento, amigos!
Cuando llegamos al aparcamiento, la algarabía continua con excursionistas que vienen y van, gente disfrutando del sol y del paisaje en el pequeño bar, coches que se marchan veloces…Es el momento de tomar una merecida cerveza —los que tengan tiempo— y saborear este buen momento que hemos pasado juntos; Una estupenda marcha de 8 Kilómetros con algo más de 400 metros de desnivel por este escenario tan bello y agreste.

¡¡Buena semana y hasta la próxima!!

Pablo Olavide


MONTAÑEROS: CRÓNICA SUBIDA AL YELMO

Todavía sin luz del día, comenzamos a encontrar a los compañeros en el club, fieles a la cita y dispuestos a vivir una mañana de aventuras y disfrutar de los últimos días cálidos que aún nos brinda la sierra.

Ya comienza el día a proyectar las primeras sombras y damos los primeros abrazos a los compañeros que bien por lesión o por largas vacaciones, hace varios meses que no vemos. Son las 8:25 y comenzamos la aventura de hoy.
Ascenso vertiginoso desde El Tolmo, zona de trepadas a cuatro manos y la mano solidaria del compañero que se vuelve para cogerte los bastones, de esfuerzos compartidos y de buena forma física que demuestran, los que a primera hora comentaban estar desentrenados. No hemos encontrado a ninguno en esa situación. Grupo compacto, capitaneado a ratos por nuestro sabio de las montañas, Antonio y otros ratos por Chelo, que nos lleva a todos en volandas, marcando el ritmo del ascenso.

Son las 11 y llegamos a la base del esquivo Yelmo, que nunca se deja coronar fácilmente- Allí nos muestra su grieta por la que ascender en fila de a uno, porque la montaña impone su ritmo.
Espectacular ascenso apoyando las manos, los codos, las rodillas, la espalda, y que las rocas te devuelven llenos de arañazos, El Yelmo se toma su tributo en sangre.

Descenso hasta el deprimente espectáculo de la Lagunilla del Yelmo totalmente seca y que marca un hito histórico inmortalizado por todas las cámaras, pues esperamos que no vuelva a producirse. No está el árbol de Monika, quizás arrancado por los propios forestales, aunque el mejor recuerdo de ella sigue estando en nuestro corazón.

Caballos, escaladores, muchos senderistas en nuestro camino y a las 13:15 entramos en La Majada de La Pedriza a degustar de un buen cubo de cervezas artesanas de la sierra madrileña, para engañar a la sed, que todavía se disfruta con placer en este verano tardío que nos ha brindado hoy la sierra.

Fin de la aventura a las 13:45. Atrás quedan 9 kilómetros, 14.000 pasos, 1.100 m de desnivel acumulados, muchas sonrisas, un sol maravilloso y los increíbles paisajes de rocas en equilibrio imposible de La Pedriza. Nos vamos con la ilusión de volver pronto.

Os ofrecemos esta crónica a los que no habéis podido venir, pero nos habeis recordado en algún momento, a los que todavía convalecientes nos apoyáis desde la distancia, a nuestros compañeros los senderistas, que cuando miran hacia arriba, parecen creer vernos, a los que nos esperan en casa, con la ilusión de que les contemos la aventura del domingo y a todos los que con su abrazo, nos dan fuerzas para seguir ascendiendo en la montaña y fuera de ella.
Un fuerte abrazo a todos de Chelo, Jorge, Juan Carlos, Antonio, Jose Antonio y el cronista, que escribe lo que quisiera que pudieráis sentir todos vosotros. Os esperamos la próxima semana. Buena semana a todos.

Alejandro Gutierrez
Dia 2/10/2016

CRÓNICA DE MONTAÑISMO

Desde Cotos a Cabezas de Hierro. 

Un poco antes de las ocho y media nos reunimos en el aparcamiento de Cotos José Antonio Rodríguez, Alfredo Carlavilla y yo (los de fuera) y a continuación llegaron los de Miraflores en un coche por la ausencia de Pablo Puerta, es decir, Mar Barrionuevo, Chelo de Dios, Sandra Tojeiro y Antonio de la Fuente conducidos por Emilio Rodríguez. Eso es aprovechar un coche, no como nosotros, cada uno en el suyo. La sincronización fue grande entre el primero y el último solo entraron dos coches ajenos, podemos dar un golpe.
Iniciamos el camino en el propio aparcamiento por una senda paralela a la desviación de Valdesquí.
Bajamos hasta un pequeño aparcamiento en la carretera donde la cruzamos a la altura del refugio del Pingarrón, seguimos bajando hasta el arroyo de las Guarramillas que cruzamos sin problemas.
El camino se convirtió en una senda dentro de un pinar frondoso y húmedo, cruzamos un par de arroyos más. Me gusta el pinar húmedo, normalmente en España es seco, la sensación de la pinocha caída frente a la hojarasca otoñal del bosque caducifolio es de sequedad y la sensación de pisar las acículas muy distinta a la de la hoja, pero la presencia del agua invertía lo habitual.
Las crónicas tienen como misión recordar las excursiones, las anécdotas, incidencias y servir de guía si se vuelve a organizar la misma ruta. Este aspecto en esta crónica está muy simplificado, porque a partir de este punto es muy fácil explicar lo que hicimos, contemplar Cabeza de Hierro Grande encima de las nuestras y dirigirnos a ella en línea recta. El pinar de la parte inferior del valle se había aclarado, había una torrentera que podría servir perfectamente de cortafuegos y por ella, sin dudar, nos dirigimos a la cumbre, no hubo vacilaciones, desvíos, curvas. Ascendimos entre las piedras sin excesiva dificultad. En algún punto paramos un momento a guardar los bastones y beber agua. Fue natural ayudarnos con las manos, no por difícil, sino por la pendiente que las dejaba a la altura del suelo.
Nos subimos alrededor de la columna geodésica y nos hicimos la fotos habituales. La subida había sido grande y a los que suben por las vistas, les recomiendo Cabeza de Hierro. A nuestra espalda Peñalara, luego el valle de Lozoya con el embalse de la Pinilla, el embalse de Santillana, el del Vellón ¿?, el de Navacerrada y el de Valmayor, faltaba el Atazar para dominar todos los recursos hídricos de la provincia, a la derecha la Maliciosa, Guarramillas con los “cohetes” de la Bola del Mundo y la caída hacia Segovia y la Granja. Se puede subir hasta aquí desde el puerto de Navacerrada, técnicamente más fácil y seguir la cuerda larga. Por este camino iniciamos la vuelta.
En todo el tramo de la cuerda, coincidimos con una carrera de montaña. Algunos de ellos asombrosos por fuerza. Todos muy educados, nos agradecían que nos apartásemos e incluso una mientras comíamos una nos deseó que aprovechásemos nuestras viandas, pero con dos tuvimos problemas.
Desde la Mayor nos dirigimos a la Menor, muy pocos metros menos, pero es la menor, allí protegidos del viento sur acampamos para comer algo, a sotavento como decían. Seguimos hacia el collado de Valdemartín y un poco más allá de la mitad de la subida de Valdemartín giramos a la derecha, bajando muy poco llegamos a la cabecera de la pista de Valdesquí. La descendimos entera, aunque hubo partidarios de desviarnos en una camino señalizado que cruzaba, llegamos hasta su pie haciendo bordadas porque la pendiente, limpia, era excesiva para afrontarla en línea recta. La protección de las rodillas era una preocupación común, aumentada cuando Sandrá nos dijo que el colágeno no sirve para nada en los cartílagos porque no están vascularizados. Mar preguntó por qué su médico se lo había recomendado. Yo recordé que cuando me lo recomendó un traumatólogo pensé en la poca fe con la que me lo decía.
Desde el pie de pista hasta el aparcamiento donde cruzamos la carretera de Valdesquí, luego en vez de volver por el camino desde Pingarrón seguimos por la carretera, con una ligera pendiente hasta el aparcamiento de Cotos. Mar se fue muy triste porque no hubo cerveza. Fue el único pero a un día en que nuevamente habíamos tenido todo. Doce kilómetros, mil metros de desnivel y unas cinco horas (paradas incluidas).

Un abrazo.

Reynaldo Vázquez

CRÓNICA DE SENDERISMO 

Rascafría-Carro del Diablo- El Paular- Rascafría:


Son las nueve menos cuarto. Paulatinamente vamos llegando todos al punto de encuentro en el pueblo de Rascafría. Dando honor a su nombre, la tª es de unos 5º, y apetece abrigarse nada más salir del coche. El cielo está de un azul maravilloso, que augura un día espléndido para caminar. El pueblo sigue dormido a esas horas; sólo algún coche que pasa de vez en cuando, y una bandada de cornejas, que atraviesan volando el parking, llamando la atención con sus graznidos característicos.
A la hora convenida, los 17 esforzados senderístas nos ponemos en marcha: Gloria, Irena, Elena, Ana, Esperanza, Joaquín, Jose Vicente, Alfonso,Javier, Viky, Gonzalo, Alicia, Pilar, Patricia, Juan Carlos, Isabel y el cronista.
Tenemos como guía y líder a Juan Carlos, que en todo momento nos va a llevar por la senda correcta, al ritmo adecuado, con seguridad, y dándonos información muy interesante a lo largo de la ruta. En nombre de todos,¡muchas gracias Juan Carlos por tu bien hacer!.
La ruta comienza en el propio parking municipal, tomando la calle empinada que pasa por el Centro Cultural y el helipuerto sanitario. Inmediatamente empezamos a ver el camino balizado como R.V. 4.
El panorama es una maravilla: vamos ascendiendo por el Valle de Lozoya  (para mi el más bonito de toda la Sierra de Guadarrama). Según subimos, a la derecha los montes Carpetanos, al frente el imponente Peñalara, con su cresta aérea de Claveles, a la izquierda toda la Cuerda Larga en su extensión, y en el Valle, el Monasterio del Paular como salido de un cuento. En el cielo, un grupo de unos 10 buitres leonados que atraviesan el Valle a gran altura. Y en la tierra, plantas aromáticas por doquier (Orégano, Cantueso, Tomillo...), que nos regalan sus aromas a nuestro paso.
Continuamos el camino por un robledal de roble melojo. Se agradece la sombra. La subida nos hace sudar a cada uno lo suyo. Ya hace un buen rato que nos hemos despojado de las ropas de abrigo.
Antes de lo que imaginábamos, llegamos al Carro del Diablo, donde descansamos, y damos buena cuenta de las viandas para reponer fuerzas.
El Carro del Diablo es una curiosa formación rocosa, que según la imaginación de cada uno, puede ver un carro portando una piedra encima, una tortuga con una bola enorme encima del caparazón, o simplemente... unas piedras de granito muy gordas.
Gonzalo nos cuenta la leyenda de un cantero de la Catedral de Segovia, que para cumplir con los plazos previstos de suministros de piedra para la obra, pacta con el diablo. Como siempre ocurre en estos casos, cuando ya ha terminado en tiempo,  el cantero quiere romper el pacto. El diablo para vengarse, petrifica el carro con la última piedra de la Catedral, que nunca llega. Habrá que ir a Segovia para ver qué piedra le falta.
Después del descanso merecido seguimos ascendiendo, hasta llegar a la Puerta del Reventón, señalado con un mojón muy evidente. En este punto dejamos la senda balizada que nos conduciría hasta el Puerto del Reventón, y tomamos un camino forestal a la izquierda que desciende hasta el Monasterio del Paular. La bajada es sencilla, pero se nos hizo larga. Sobre todo porque Rafa nos había puesto en la reseña de la caminata que serían unos 12 km, cuando en realidad son 15.5 km. Es el típico truco de montañero para pillarte desprevenido.
Llegada al pueblo, todos satisfechos y contentos por la marcha tan estupenda que nos ha propuesto Rafa, y guiado con maestría por Juan Carlos. Los que pudimos nos tomamos una cerveza bien fría en "La Flaca", brindando con Patricia y Juan Carlos,  por la excelente noticia que compartieron con nosotros de que van a ser abuelos. ¡Enhorabuena!.

P.D.: Adjunto unas cuantas fotos que ilustran la caminata. Gracias a Gonzalo por la foto de la mantis religiosa.