27/12/18; Marcha Conjunta: El Nevero; Conchita Carvajal

Queridos montañeros y senderistas:
Perdonad el retraso, pero la culpa la tienen estos días de tantos festejos que no nos dejan ni un minuto de tranquilidad. Espero que hayáis pasado unas estupendas navidades con vuestras familias, amigos y comilonas.
El sábado 22 de diciembre hice mi última marcha del año al pico del Nevero: a las 8 de la mañana me recogía Marisa en mi casa para salir a la carretera de Burgos hasta la desviación de Lozoya, salida número 68 de la nacional 1. Encontramos cada vez más y más niebla, pensábamos que iba a ser un día bastante malo y complicado como el año anterior según nos había contado José Vicente, pero ¡menuda suerte! Poco a poco las nubes se iban quedando abajo formando un mar precioso. Llegamos a Lozoya donde cogimos la nacional 637 hacia el puerto de Navafría en la divisoria de Madrid con Segovia. En lo alto del puerto estaba el parque donde alguno se sorprendió que llegáramos sin perdernos, la verdad es que las indicaciones de Rafa eran muy claras, gracias. Por una vez ganaron los chicos: 6, Rafa, Jose Vicente, Gonzalo, Reinaldo, Elías y Enrique y 5 chicas: Gloria, Mariane, Marta, Marisa y yo.
Empezamos la marcha por el cortafuegos con un desnivel considerable (muy duro), según alguno decía a partir de media hora sería más fácil pero seguíamos cuesta arriba, piedras, nieve, hielo… Fuimos despacio y con mucho cuidado haciendo pequeñas paradas para recuperar fuerzas. Llegamos al Nevero 2.209 metros de altitud y un desnivel de 436 metros. Había un pequeño nacimiento puesto por un grupo de montañeros de Segovia, nos pusimos morados de dulces navideños mientras disfrutábamos de las maravillosas vistas de la Sierra de Guadarrama y del Macizo de Peñalara. ¡¡¡¡Qué espectáculo!!! Dicho finamente ¡¡¡la milk!!! El esfuerzo de la subida había merecido la pena. La bajada la hicimos sin ninguna dificultad y muy contentos. Habíamos recorrido 7,5 km en total, estiramientos en el parque y cervecita en el camino de vuelta a Madrid en un sitio que ya conocía pero que no me acuerdo del nombre. ¡Feliz 2019 a todos! ¡Que nos veamos en muchas marchas porque espero ir a casi todas como José Vicente!
Besos, 
Conchita

2/12/2018: Conjunta: La Pedriza; Ermita de la Peña Sacra y Collado de Quebarntaherraduras: Maria Franco



A las 08:45 h del domingo 2 de diciembre, en una mañana brumosa y fresca, nos reunimos a la entrada del Club Mirasierra, la primera parte del numeroso grupo de 28 senderistas, que hicimos una bonita ruta circular en la Pedriza.
Encontramos a nuestro guía Juan Carlos Aguilón, su mujer Patricia y los demás senderistas en la entrada del camping de la Fresneda, y comenzamos nuestro recorrido por El Tranco encontrando a nuestra izquierda un Manzanares caudaloso y saltarín, que acompañó nuestra subida con un agradable rumor. El río iba caudaloso, formando pozas, pequeños saltos, al despeñarse cantarín entre los grandes bloques graníticos de La Pedriza, y nosotros ascendimos charlando alegremente poniendo una nota de color en la mañana gris.
Tras cruzar el puente sobre el río, y ya por senda, subimos a Cantocochino donde tomamos el bocadillo y unos primeros dulces navideños. La mañana no se despejó, la niebla en los altos sobre las cumbres nevadas y la bruma abajo ofrecieron bonitas panorámicas a los fotógrafos del grupo. En los altos frente a nosotros, Juan Carlos nos enseñó las rocas que forman La tortuga, el cocodrilo, el pájaro. Hay muchas leyendas populares que resultan mucho más entretenidas que la explicación geológica, “la Pedriza es un Batolito granítico de unas 3.200 hectáreas, originado en la era Paleozoica -periodo carbonífero- que tiene 345 millones de años”.
A continuación cruzamos un bosquecito charlando animadamente y llegando hasta Quebrantaherraduras. Gonzalo nos contó anécdotas de su vida de piloto, Kaos pasó como una exhalación entre nosotros yendo y viniendo sin cansarse jamás, comentamos posibilidades de futuros viajes contando con la experiencia de nuestros compañeros que ya han visitado esos lugares, y tras pasar la entrada a La Pedriza, seguimos por la urbanización hasta la Ermita de Peña Sacra del siglo XVI, que se levanta sobre unas impresionantes moles graníticas que le dan nombre. Pudimos ver la pequeña talla de la Virgen iluminada a través de un ventanuco, ya que la puerta estaba cerrada.
Tras hacer varías fotos de nuestro numeroso grupo, seguimos el descenso hacia los coches, atravesando una urbanización de chalets donde encontramos a dos caminantes que habían perdido a su perro, bajando un poco más localizamos al perro perdido, y nuestra amiga Elena Sandoval consiguió que lo subieran en un coche hasta sus amos. Mientras tanto Kaos ligó con una hermosa bulldog hasta que Paz preocupada le puso la correa y terminó su aventura.
Cruzamos nuevamente el Manzanares de regreso, y en el puente le sacamos las últimas fotos a su torrente impetuoso. Llegando al parking constatamos con desagrado que habían multado con 100€ a un montón de coches que estaban mal aparcados, no impedían el paso y no había más lugar de aparcamiento...
Parte del grupo volvió a Madrid y los demás terminaron la mañana tomando unas cañas.
Lista de senderistas:
Gloria Fernandez, José Vicente Almela, Aida Luque, Eugenia Gonzalez, Antonio de la Fuente, Joaquín Sánchez-Izquierdo, Conchita Carvajal, Marisol Varela, Elena Sandoval, María Luisa Huidobro, Paz Vizcaíno, Begoña Mata, Marisa Ruiz, María Franco, María José Cimadevilla, Mariane Delgado, Juan Carlos Aguilón (guía) Patricia Pavageau, Alejandro Gutiérrez, Isabel Fernández, Gonzalo Fernandez-Lamana, Francisco Vaquero, Alfonso Simón, Mari Carmen Vázquez, José Arcila, Reinaldo, Alfredo Díez y Sonsoles Herrero.
Feliz semana y puente de la Inmaculada a todos.
María

24/11/2018 Conjunta: Las hoces de Riaza: Pablo Olavide





Cada uno de nosotros lleva en su interior un paisaje bien sea real o imaginario. Un escenario donde reposar la mente y el espíritu cuando uno lo cree conveniente. Puede tratarse de remotas playas paradisíacas o altas montañas. Tal vez bosques o pueblos y ciudades con encanto. Tal vez el paisaje de nuestra niñez. A veces no es solo uno, sino varios. Sea como fuere, siempre hay un lugar, un paisaje, con el cual nos identificamos y deseamos acudir a él de manera física o mental. Para mí, de estirpe castellana por parte de madre, ese sitio son las Hoces de Riaza, en el corazón de la vieja Castilla, y hoy tengo la fortuna de enseñárselo a mis amigos. Nada hay más gratificante que compartir “los tesoros” con aquellos que apreciamos.

En el kilómetro 146 de la Autovía del Norte, la A1, se encuentra el pueblo de Milagros. Mi abuelo siempre lo mentaba al pasar por él, no sé por qué, pero yo sigo haciendo lo mismo, quizás por costumbre, y cuando llego aquí me digo: “estamos en Milagros”.  Y es en este pueblo donde hoy nos hemos dado cita, a las 9:15 de la mañana, todos aquellos que vamos a recorrer las Hoces del río Riaza.
Una vez agrupados nos dirigimos en caravana a nuestro destino. Cruzamos por pueblos durmientes, callados (Fuentelcesped, Castillejo de Robledo…), y circulamos por carreteras por donde solo transita el olvido; es esa España vacía de la que tanto se habla ahora… El paisaje es austero y sencillo, de enebros y sabinas. Algún bosquete de encinas, alguno de pino negral. Y Somosierra, envuelta en nieblas, se adivina en el horizonte.
Dejamos los coches (y la moto de José Arcila) junto a la vieja cantera que poco a poco va recobrando su aspecto natural y emprendemos la marcha. Descendemos por la carretera de servicio que da acceso al paraje y enseguida el lugar nos desvela sus encantos: las grandes peñas calizas de aspecto plomizo y oxidado, el río Riaza abriéndose paso entre chopos y alisos y ese viaducto del ferrocarril que parece ser la puerta de entrada a un paraíso perdido. Y los buitres (leonados) posados sobre los farallones a la espera de encontrar las condiciones óptimas para emprender el vuelo.
A los pies de la presa de Linares del Arroyo cruzamos el Riaza por un rustico puente de madera y lo acompañamos por su orilla izquierda. El río se arrastra silencioso, manso, e impregna al cañón una quietud inmaculada.
En pocos minutos alcanzamos el viaducto de la antigua línea férrea que enlazaba Madrid con Irún. José Vicente, como buen ingeniero, admira su elegante y sólida construcción, la armonía con que se integra en el entorno, los delicados detalles que adornan su estructura... Parece que viaducto y paisaje se abrazan en perfecta sintonía. 
Tras el puente del ferrocarril, el camino se interna en la espesura, en ese bosque amable que nos cobija y acompaña. Nuestros pasos siguen al Riaza y fijamos la mirada en los buitres que dibujan erráticos círculos sobre el cielo.
Llegamos al medio día a las ruinas de la ermita del Casuar sumidas en el abandono. Es el momento de reponer fuerzas y admirar el paisaje. Sobre las peñas cercanas, un grupo de chovas (pequeños córvidos amantes de barrancos y campanarios) ejecutan vuelos acrobáticos y rasgan el aire con sus graznidos. Este sonido tiene algo de primitivo, de salvaje, y a Mariane estos ecos la transportan al paisaje de su niñez en la Extremadura. Y a mí también.
Tras la pausa, más breve de lo que deseamos, emprendemos el camino de vuelta. Lo hacemos por el mismo sitio, siguiendo nuestros pasos, volviendo a observar la corriente tranquila del Riaza y los peñascos que nos protegen. Y los buitres, siempre los buitres, en el cielo como fieles compañeros de viaje.
En el viaducto ferroviario se vuelve a detener José Vicente, alza la mirada hacia la vieja estructura… y sonríe.
Ya solo nos queda el último empujón; subir esa carretera que, hace apenas unas horas, nos llevaba al interior de este espacio natural. Pero todavía hay tiempo para que Irena nos explique la formación de estas peñas, su carácter calizo, su origen marino… 
Y tras la última curva del camino, se vuelve a esconder este escenario: sus riscos de tonos ocres y plomizos, el río Riaza, la mirada inquisitiva de los buitres y el viaducto del ferrocarril. Se vuelve a esconder este paisaje que llevo en mi interior y al que acudo con frecuencia, bien de manera real o imaginaria.
En total hemos recorrido 13 kilómetros con apenas 130 metros de desnivel, pero, sobre todo, lo hemos pasado bien. Ya solo nos queda comer en el restaurante de La Veracruz, en Maderuelo, pero eso, ya es otra historia.
Hemos participado: Irena Jaroszynska, Begoña Mata, Silvia Caridad, Hedvig Ekstrand, Sonsoles Herrero, José Herrero, Florencia Martínez, José Vicente Almela, María Luisa Huidobro, Aida Luque, Teresa Rubio, Conchita Carvajal, María Franco, Mariane Delgado, Reinaldo Vázquez, Emilio Rodríguez, Nicole, José Arcila, Javier Rodríguez y este cronista. 
¡¡Buena semana, amigos!!
Pablo Olavide.
P.D. Si alguna vez me pierdo, podréis encontrarme en estas Hoces del Riaza…o si no, echad un vistazo por el Valle del Lozoya, por si acaso