Día 21/05/2016.

Crónica de senderismo a La Barranca

La marcha de este sábado se presentaba muy agradable. Con mucha ilusión, Luis y yo madrugamos para estar puntuales en el club a las 8.00, como está establecido.

Allí nos encontramos con otros 7 senderistas y los 9 nos repartimos en tres coches para coger la carretera de Colmenar y reunirnos con los 5 senderistas restantes en el aparcamiento del Hotel la Barranca.

Algunos de nosotros y a pesar de la advertencia de Rafa de “ojo con la desviación” nos despistamos, nos pasamos de largo y tuvimos que dar un giro en mitad de la carretera de esos de  “espero que no nos haya visto nadie” para volver a la entrada de La Barranca.

Una vez  en el aparcamiento y después de verificar que efectivamente éramos 14 los que estábamos dispuestos a hacer la salida “facilona”, como la había llamado Rafa,  nuestro guía Alfonso nos sugirió un pequeño cambio de planes sobre el propuesto originalmente, que todos aceptamos con agrado. Se trataba de hacer la subida por la senda Ortiz, en vez de por la programada pista de la Barranca. La idea de este cambio fue para que hiciéramos una marcha más larga y así no llegar al punto de encuentro con los montañeros demasiado pronto.

Emprendimos la marcha con puntualidad, incluso unos minutos antes de las 9.00, los siguientes senderistas:
Gloria Fernández, Marisa Fernández, Elena Madurga, Sonsoles Herrero, Irena Jaroszynska, María Franco, María Lamo, Alfonso Simón, Mari Carmen Vázquez, Paco Vaquero, Aleja, Pilar Caridad,  Luis Egido y Melanie Natanio.

Comenzamos a andar por la pista de la Barranca, que supuso un poquito de cuesta, bien acompañados en ese tramo a nuestra derecha por el Rio Navacerrada.
Pronto nos desviamos hacia la izquierda para tomar la senda Ortiz, una senda estrecha y muy bonita rodeada de pinos con sol y sombras, por donde de vez en cuando bajaban arroyitos con mucha fuerza.  Seguimos por esta senda durante un rato hasta que llegamos a La Explanada del Antiguo Emplazamiento del Real Sanatorio de Guadarrama donde hicimos una mini parada para ver al fondo las bonitas vistas de los embalses de Navacerrada y  Valmayor y de los pueblos de Hoyo de Manzanares, Moralzarzar, Becerril, El Boalo y Cerceda entre otros.

Continuamos el camino ya por una senda más ancha hasta que finalmente llegamos a nuestro punto más alto, el Mirador de las Canchas, donde hicimos la parada de rigor para descansar un poquito, renovar fuerzas con bocatas, frutos secos y fruta y por supuesto hacer la foto de grupo para que Paco luego la pudiera subir al blog.

Aquí las vistas fueron aún más espectaculares que las de la parada anterior, aunque desafortunadamente no pudimos ver las torres de Madrid a lo lejos por la bruma que había, pero nos conformamos con las no menos preciosas vistas de la Bola del Mundo y la Maliciosa a nuestra izquierda y de frente de nuevo los embalses y pueblos de la sierra de Guadarrama.

Retomamos la marcha cuesta abajo por una pista también ancha y rodeada de pinos por donde se podía oír el movimiento del rio a la distancia, aunque no lo podíamos ver.  Sin embargo, a cada rato nos encontrábamos con riachuelos que bajaban muy cargados de agua y con dos arroyos cantarines, como los llamó nuestra compañera María Franco, por el ruido que hacía el agua al bajar, “que era como si cantaran”.

Llegamos entonces al cruce de la Puerta de la Maliciosa donde Irena y Pilar decidieron tomar de inmediato el camino hacia los coches, por un cambio de planes de último momento. Los 12 senderistas restantes subimos un poco hacia la izquierda para enseguida encontrarnos con la Fuente de las Campanillas, llamada así por la campanilla que hay en la fuente y que todos tocan al pasar por allí.

Este era el punto de encuentro con nuestros valientes compañeros que subieron a la Maliciosa, aunque nuestro encuentro estaba programado para las 13:30 y solo eran las 12:00. Tuvimos que charlar mucho para pasar el rato, además de entretenernos durante la primera media hora con el divertido juego de la “ola con manos” que nos propuso y dirigió con rigor nuestra compañera Sonsoles.

Como hacia las 13:00 vimos a lo lejos que llegaba Rafa, quien fue muy bien acogido por los que allí estabamos. Sobre las 13.30 comenzaros a llegar en ráfagas los 9 montañeros y senderistas avezados que esperábamos, unos más cansados que otros, y también Rocky, la mascota del grupo, un pelín agotado pero habiendo subido a la Maliciosa, ¡como un campeón!

Todos juntos hicimos la bajada hacia el aparcamiento por una bonita senda con el rio a nuestra derecha.

Sin tiempo para la obligada cerveza de antes de comer, pues eran ya las 14:50, nos dirigimos todos hacia el restaurante La Muñoza en Cercedilla donde sí, se tomaron cervezas, tintos de verano, vino y una sabrosa comida. Esto puso fin una vez más a un esplendido día por la sierra de Guadarrama, con una marcha muy agradable entre pinares y riachuelos, maravillosas vistas, y como es de costumbre, una charla muy entretenida.

Gracias a todos, como siempre ha sido un placer hacer esta marcha con vosotros!!

Melanie Natanio



Crónica de montañismo: La Maliciosa

Buenas tardes amigos montañeros- senderistas. De nuevo me tocó escribir la crónica (vale, no han sido tantas).

Rafa me lo pidió amablemente, de esa manera que no te puedes negar, aunque confieso que durante la excursión se me olvidó por completo y no me fijé o pregunté a los entendidos tanto como si hubiera puesto el empeño. Estas son mis impresiones:

Nos encontramos en el aparcamiento del valle de la Barranca a muy buena hora, una mañana clara y nada fría, Antonio, Maria, Toño, Sandra, Charo, Paz, Alfredo, Gonzalo, Jorge, Rocky y yo. La mayoría comienzan la marcha en manga corta, adivinando que pronto entraremos en calor. Cruzamos el puente del embalse del rio Samburiel, desde donde Francisco sacó esa foto tan bonita con el reflejo en el agua de la Maliciosa y el Peñotillo.

En seguida nos adentramos por un bosque de matorral, jaras y helechos que serpenteamos en fila india por la exhuberante vegetación, en parte gracias a las últimas lluvias, que han sido una bendición, con cuidado de no arañarnos al pasar por entre las ramas de los arbustos.

Al fin llegamos a un claro desde el que iniciamos ascenso al Peñotillo o también llamado "falsa" Maliciosa. Desde aquí subimos prácticamente en silencio para no agotar el aire que nos hacia tanta falta para no fatigarnos en exceso y antes de tiempo.

Paz, Gonzalo y Alfredo fueron los senderistas que por primera vez afrontaban con mucho ánimo e ilusión esta ruta "de las duras", a la Maliciosa por la vertiente sur. Pero sin duda, el que más merito tiene, es Rocky al que nadie le preguntó y se empeñó en la subida de una forma admirable, ya que tenia la dificultad añadida de meter las patas por entre las rocas y buscaba incansable, zigzagueando, el camino mas apropiado para no quedar atrapado.

La ascensión comenzó a hacerse mas dura al acentuarse el desnivel y andar por piedra de granito suelta que podía desprenderse a nuestro paso. Una de estas rocas que no pudimos  esquivar a tiempo bajaba con velocidad, golpeando, aunque de refilón, el pie de Charo. Afortunadamente, sólo fue un roce. Esa la parte más delicada de la subida, que nos obliga a ir con mucha precaución en las pisadas.

Y por fin alcanzamos el punto geodésico de la Maliciosa, que estaba bastante concurrido. Una vista preciosa de la sierra, con algo de bruma, desde donde podíamos contemplar los embalses de Santillana y Navacerrada, La Pedriza, Las Machotas y los Montes del Escorial. Y al norte, con la vista despejada, la Bola del Mundo con poquita nieve.

Descansamos para reponer fuerzas e iniciamos el descenso, de nuevo por terreno pedregoso, hasta el Collado del Piornal, pasando muy cerca de un rebaño de cabras tumbadas tranquilamente en el pasto que no se inmutaron al ver cómo nos acercábamos. Paramos a beber del agua fresquita de los manantiales que encontramos en el camino y de ahí a la fuente de las Campanillas, donde nos esperaban nuestros compañeros senderistas que nos recibieron con abrazos deseando que les contáramos esta experiencia montañera. Sobretodo, curiosos por saber cómo les había ido a sus compañeros atrevidos que llegaron orgullosos de haber logrado subir a la cumbre y bajar sin contratiempos. Por supuesto que hubo resbalones, sin consecuencias, gracias en parte a los bastones y a la concentración puesta en el camino, imprescindibles para evitar esas caidas "tontas" que pueden lesionarnos.

Desde la fuente continuamos bajando ya más relajados y parlanchines por pista forestal y por bosque de pinos silvestres, acebos y robles, tan verde que es una alegria para los sentidos  en contraste con la aridez y la dificultad  de las rocas.

La comida en " La Muñoza", Cercedilla, se hizo esperar, éramos muchos, pero mereció la pena porque comimos estupendamente. Desde unos judiones de la granja hasta un gazpacho, entrecot o solomillos y de postre crema catalana.

Hasta la próxima marcha.

Abrazos

Mamen













CRÓNICA DE LA MARCHA SENDERISTA POR EL RIO ANGOSTURA (15 de mayo de 2016) 

       A las nueve y veintisiete iniciamos la marcha desde el aparcamiento del restaurante Pinosaguas liderados por José Vicente, veintiséis caminantes o, según los menos supersticiosos, dos grupos de trece.

Estos eran: Gloria Fernández, Marisa Fernández, José Vicente Almela, Marta, Sonia, Alvaro, Almudena, Mercedes, Gonzalo, Mamen, Andrés, Paula de Prez, Paco Váquero, Aleja, Irena Jaroszynska, María Cacicedo, María Parra, Candelaria González, José Eugenio Soriano, Margarita Menéndez de Luarca, Gonzalo Fernandez Lamana, Pilar Caridad, Alicia Caridad, Lola Rodero, Pablo Olavide

    El río Lozoya, en esta zona llamado Angostura, recibía a fauces llenas las aguas de mayo. Temperatura agradable de 15 grados y cielos despejados, sin la más mínima amenaza de lluvia. Ideal para darse un chapuzón, aunque a nadie se le pasó por la cabeza una hazaña de tal calibre. Éramos, por lo que se vio, un grupo integrado por gente razonable.

    Tras un breve tramo de carretera enfilamos una pista forestal asfaltada entre pinares, hasta alcanzar en un claro el monumento al Guarda forestal. Parecía un dolmen megalítico colocado allí por Obelix, pero no lo era; salvo que aceptemos que el megalítico se extendió hasta 1977.

    Primera parada para disfrutar desde el mirador de unas impresionantes vistas al Valle del Lozoya: el pantano de Pinilla al fondo a la derecha y más al alcance el pueblo de Rascafría y el monasterio de El Paular. A la izquierda, la impresionante sierra de Guadarrama, con Peña Lara majestuosa; Los Pájaros y El Nevero transmitiendo escalofríos. Un buitre leonado nos observaba con pocas esperanzas de completar el desayuno. Varias cabezas de ganado vacuno, mezcla de charolesa y limusina con la autóctona negra avileña (sabrosa carne del Guadarrama) nos miraron con extrañeza. Muy cerca, unos caballos que acabarán sus días en el plato de algún exquisito gourmet con gustos prehistóricos, masticaban pacientes sin preocuparse en exceso por su destino.

    Continuamos la marcha entre mucho pino y algún que otro roble, acariciando rosales silvestres o escaramujos, también llamados tapaculos por su fruto astringente. La flor de la retama, la amarilla genista, no estaba aún en su esplendor pero apuntaba maneras. Nos adentramos en los pinares del Paular o pinares de los Belgas donde, de cuando en cuando, las huellas de tractores y la acumulación de troncos de pino delataban una débil actividad maderera que ha sido la que ha impedido que esta zona se integrara en el Parque Nacional del Guadarrama. Todo se andará.

    Explica Pablo Olavide, enciclopedia viva de flora, fauna y buen criterio, que además de los buitres leonados que observamos en el mirador, la zona atesora picapinos, carboneros, herrerillos, pinzones, azores y gavilanes, pero que, especialmente estas dos últimas variedades, será difícil que hoy se acerquen a saludarnos. Tampoco esperamos ver jabalíes, corzos, zorros, gatos montés o nutrias, aunque es probable que estén al acecho en la espesura.

    Continuamos en permanente ascensión con la baja de Paula, que se negó a seguir subiendo, y que dio marcha atrás acompañada de Irena.

   Accedimos finalmente a una concentración de troncos de pino tan bien colocados que parecían un anuncio de Ikea. No sé si esa madera servirá hoy en día para algo, pero al menos a nosotros nos sirvió como merendero y zona de descanso, con la vista puesta ya en el descenso.

   Y con la alegría que da la cuesta abajo y la aparición del algún acebo, tanto macho como hembra, iniciamos el retorno con la única incidencia de Alicia encendiendo un cigarrillo y sin sospechar lo que nos esperaba más adelante. Cuando volvimos a cruzar la carretera del inicio y vislumbramos de nuevo el rio Angostura, Gloria, que hasta entonces no había tenido que echar mano del silbato, lo sopló hasta casi agotarle las pilas. 

No sabíamos qué dirección tomar: si río arriba o río abajo. Es decir que, tras una marcha apacible, el último kilómetro se nos resistía. Parte de la tropa inició un amago de rebelión que José Vicente controló con la sabia sentencia de que “si andamos más de la cuenta, eso habremos ganado”. 

   Al fin y al cabo los diversos GPS ofrecían distancias recorridas irreconciliables por lo que tampoco sabíamos si íbamos a andar más o menos de los casi 12 kilómetros en que al final quedó la cosa, tras casi cuatro horas de programa. Más o menos lo que dura una de las cuatro partes del anillo del Nibelungo de Wagner, pero menos pesado.

   Sin llegar la sangre al río, que nos quedaba a la derecha, enfilamos sendero abajo junto a un Angostura crecido, y disfrutamos de la mejor experiencia del camino, encontrándonos de propina con algún que otro abedul y sauce cabruno; agua a raudales y la esperanza de que ya quedaba poco, como así fue.

  Allí estaban esperando Irena y Paula que nos señalaron el camino hacia unos botellines de cerveza en Pinosaguas. Final del trayecto.


Juan Cacicedo










Crónica de montañismo del domingo 8/5/2016: La Najarra por la Senda Sante


De camino a Miraflores de la Sierra llovía con mansa, pero decidida obstinación y elucubraba yo que quizás había hecho bien en traer por fin mi capa de lluvia, tras dos años de ennoblecedor reposo en el fondo del armario.

Cruzamos el río Guadalix y nos encontramos en el área recreativa de la Fuente del Cura 6 MONTAÑEROS 6 que iban a desafiar las leyes de la meteorología: Mar, Charito, Antonio, Reynaldo, Emilio y un servidor, cronista de último recurso. Sacamos capas, capotes, chubasqueros, sombreros, polainas y todo lo que supuestamente parecía impermeable para protegernos. Iniciamos el remonte por la margen derecha del río Guadalix, siguiendo las indicaciones de la Senda Local SL-05, marcada en blanco y verde, hasta llegar al embalse de Miraflores. Allí nos desviamos hacia la izquierda para atacar la Najarra por derecho, pero la poca visibilidad y la meteorología cada vez más complicada hace que perdamos las marcas del sendero, metiéndonos en zona de monte bajo de difícil progresión. Sacaba de vez en cuando el GPS, proeza considerable a tenor de lo que estaba cayendo y que no le sentaba del todo bien al aparato, que se encendía y apagaba como poseído por fenómenos extraños. Y metidos entre malezas, echaba de vez en cuando la vista atrás con el doble propósito de constatar que me seguían mis compañeros, por un lado, y que ninguno  había sucumbido a la tentación de asesinarme muy merecidamente, por otro lado. Porque entre la lluvia, el viento que ya soplaba con mala baba, la niebla y el piornal lacerante donde los había metido, hacían presagiar tendencias sediciosas o graves desórdenes. No hubo tales. Al poco, alcanzamos camino y seguimos progresando, aunque ya con la navegación errada, subiendo por el Cordel del Puerto de la Morcuera, convertido en torrentera para mayor disfrute de los allí congregados. Con el viento en popa y la lluvia arreciando, alcanzamos el Puerto de la Morcuera, donde el espectáculo meteorológico era ya de preocupar. Las rachas de viento fácilmente llegaban a los 50-60 km/h, la visibilidad muy reducida y la pertinaz lluvia que nos apedreaba por la espalda. Ante ese panorama, decidimos con buen tino recuperar la SL-05 y volvernos por el llamado camino del Monte Aguirre. Allí dejaríamos la Najara para mejor ocasión. La parte que se tornó difícil fue la de aproar los cuerpos a la ventisca, sufriendo una especie de lapidación por vía húmeda, con esa lluvia propulsada por el viento que nos aguijoneaba el rostro sin piedad. Y con todas las fuerzas de la naturaleza aliadas en nuestra contra avanzamos los 6 MONTAÑEROS 6 hasta alcanzar la línea de bosque, donde experimentamos cierta tregua y cuartelillo en nuestros maltratados cuerpos. Llegamos sin novedad a la Fuente del Cura, después de 3h y 22 min de marcha y 10, 650 Km. Segunda intentona fallida de subida a la Najarra, que se resiste. Pero la naturaleza impone su ley y de sabios es hacer lo que hicimos.
Completamos la jornada con seis buenos caldos en un bar de Miraflores, donde la parroquia se asombra de ver personificados en nosotros al Ecce Homo de Borja, de lo maltrechos y enjuagados que habíamos quedado. Salvo las féminas, de natural bellas y mejor recuperadas que nosotros del trance experimentado. Tras dejar seis charcos en el suelo del bar, nos marchamos por indicación de Reynaldo a la pastelería Los Álamos, donde compramos los deliciosos Ponches Serranos y los Piononos de Santa Fe. Y donde dejamos otros seis charcos, la huella deleble de 6 MONTAÑEROS 6 del Club Mirasierra que este domingo anduvimos por la sierra contra todo pronóstico.

José Antonio




Crónica de senderismo del domingo 1/5/2016: Investigando por La Morcuera

Sentada al lado de la ventana, el jardín chorreando agua (hoy domingo 8) me congratulo de no haber salido, y me acuerdo de que no he cumplido en toda la semana el encargo de Rafa de la obligada crónica. Ahora por fin tengo tiempo y calma.
Salimos puntualmente del Club, en dos coches, conducidos por los dos hombres presentes: Rafael García Puig y José Vicente Almela, con sitio suficiente para las cinco  damas: Nieves Gárate, Sonsoles Herrero, María Lamo, Joan LeCoq (nueva incorporación)  y la que suscribe, Margarita Ruiz-Altisent.
El día era magnífico, fresquito y muy soleado ya de mañana, y nos encaminamos a la Morcuera y al lugar de encuentro un poco más adelante, entre 1 y 2 km, en un aparcamiento a la derecha. Allí hacía frío de verdad, cerca de 0 grados.
De este punto parte una pista casi horizontal, la GR10, que durante una hora nos lleva a la bifurcación ya conocida por el grupo: a la derecha hacia el puerto de Canencia y hacia la izquierda hacia no sabemos bien dónde y por eso era lo de  “investigando la Morcuera”.  La pista era en realidad autopista para el senderista; a los lados, riachuelos, que en las zonas sombreadas presentaban una capa de hielo, y podíamos ver agua fluyendo por todas partes: la riqueza de esta primavera al completo, con toda clase de verdores, plantas y flores pratenses, el río bajaba a tope, resultaba explosiva.
Después de cruzar un arroyo (de Gargantón o de Santa Ana según mapas), en una hora tomamos hacia la izquierda en la bifurcación y ya todo el tiempo fuimos siguiendo las señales de GR, que es el PRM12, que avanza casi horizontal, y luego baja hacia el Valle del río Lozoya. Al final comprobamos que lleva a Alameda del Valle, y por otro ramal ya casi abajo, hacia la izquierda, a Rascafría, tal como pensaban acertadamente los senderistas.
A lo largo de este trecho se añadía, a nuestra izquierda, una vista espectacular de los montes de Guadarrama que jalonan el valle del Lozoya hacia el norte, con la Cuerda Larga, el Nevero y Puerto de Navafría. La vista, junto con la excelente climatología, nos pareció maravillosa, además de irrepetible, pues, como hemos podido comprobar, toda esa nieve había desaparecido para el martes… Muy fácil y sencillo hasta coronar un pequeño altozano desde el que podíamos divisar toda la cordillera, así como el valle y su embalse a nuestra derecha.
Fue en total una marcha de dos horas de ida, y una hora para llegar de vuelta a los coches encaminándonos al bar de costumbre en Miraflores. (La cerveza, también excelente).
Decidimos que hay que repetir, y bajar hasta Rascafría y Alameda; sería una marcha fácil, de no más de tres horas. Además, toda ella es fresca y sombreada, apta para todo el año salvo nieve…
Hasta la próxima.
Margarita Ruiz-Altisent



Crónica del  domingo 1 de Mayo 2016: La cuerda de Los Porrones

Era casi la medianoche del pasado sábado cuando Reynaldo y quien suscribe, conscientes de que a cual más despistado por lo que a orientación en montaña se refiere, decidimos seguir adelante con la marcha planificada para el primero de mayo, pese al elevado porcentaje de posibilidades de perdernos, lo que ya de por sí era difícil, por lo sencillo de la ruta. Pero como La Pedriza es sobradamente bella como para perderse y no encontrarse, máxime con el excelente tiempo pronosticado, allá que nos fuimos a tratar de cumplir con el itinerario propuesto por Rafa.
El habernos quedado solos, como los de Tudela, nos dio pie a tomarnos algunas licencias, que comenzaron por quedar media hora más tarde y continuaron por tomarnos un café en Canto Cochino. A eso de las nueve nos dirigimos hacia el Collado de Quebrantaherraduras, cruzándonos por el camino con Alberto y familia.
Una vez en el Collado enfilamos el PR-16, que nos condujo, en suave pendiente, entre pinares y atravesando una pradera de ocio y el Collado del Terrizo, hasta la fuente del Berzosillo. Increíbles vistas durante el ascenso, con el Circo de la Pedriza a nuestros pies, el verde intenso de las praderas, que hacía pensar que estábamos en Asturias, el brillo plateado de los últimos neveros y el generoso embalse de Manzanares al fondo, todo bajo un luminoso cielo azul cobalto.
La animada conversación sobre lo divino y lo humano, unida a nuestro natural desnortado, hizo que sucediese lo inevitable: se nos fue el santo al cielo y pasamos de largo el cortafuegos que enlazaría con el sendero que conduce a la Cuerda de los Porrones; para cuando quisimos darnos cuenta ya habíamos avanzado demasiado, de modo que descartamos retroceder y proseguimos el camino hasta alcanzar el Collado de los Pastores.
Parada obligada en el Collado para admirar las espectaculares vistas de La Maliciosa Chica, la imponente mole de La Maliciosa, la Bola del Mundo, la Sierra del Francés y parte de la Cuerda Larga, Cabezas de Hierro, los roquedos de Las Cuatro Torres y de El Yelmo o el embalse de Manzanares, en todo su esplendor tras las recientes lluvias, después de la cual tomamos el PR-18, que nos llevaría hasta Canto Cochino tras ocho horas de tranquila marcha –incumpliendo en gran medida el itinerario marcado y con creces el horario previsto, lo que evidencia que como guías de montaña no tenemos precio–, amena conversación y constante deleite del mágico espectáculo que siempre ofrece La Pedriza.
Y como broche a un precioso día de montaña en la grata compañía de Reynaldo, parada a eso de las seis en Casa Marga, para reponer fuerzas a base de Cola-Cao, cerveza, tortilla de patata y tarta de queso casera.

Hasta la próxima.

María