Salida y llegada de la ruta en el estacionamiento de La Barranca, donde se pueden dejar los coches.
Al
estacionamiento de La Barranca se llega por la Carretera de Colmenar
(M607) / Puerto de Navacerrada (M601). A doscientos metros de una
rotonda con una escultura grande suspendida, se toma el desvío, en
ángulo recto, hacia La Barranca. Se Continua unos tres kilómetros en el
coche hasta llegar.
Se trata de un paseo circular, con bonitas vistas y bastante montañoso, aunque con poca pendiente.
Discurre
por la provincia de Madrid. Más en concreto, por el Valle de la
Barranca en el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. Va
entre pinos silvestres (Pinus Silvestris), por un camino ancho con poca
dificultad en su mayor parte.
La
distancia es más bien corta, unos diez kilómetros. Se tarda
aproximadamente tres horas y cincuenta minutos en recorrerlo, de los que
dos horas y cincuenta minutos fueron en movimiento.
Discurre
en las alturas, por la ladera sur de la Sierra de Guadarrama, lo que lo
hace ideal para las épocas estivales, soleadas y de moderado calor, y
para la primavera y el otoño. Hay poca diferencia entre las cotas más
altas y más bajas que se alcanzan, solamente unos trescientos sesenta y
ocho metros. Durante el recorrido se suben unos setecientos ochenta y un
metros brutos (también se bajan).
El
día fue soleado, el cielo azul y la temperatura más bien cálida para la
época en que estamos, con un máximo de treinta y dos grados en el
pueblo de Navacerrada.
Itinerario
Salimos
del estacionamiento de la Barranca y, gracias a los buenos cálculos
hechos por Rafa y a la disciplina, empezamos a caminar a las nueve en
punto, exactamente, por el camino de la Barranca. Éramos diecisiete
senderistas y Sonsoles Herrero fue la guía. Como corresponde a los
tiempos de inversión de valores en que vivimos, la escoba era el Dr.
Ingeniero D. José Vicente Armela.
Hacía
fresquito, pero, a la media hora de marcha, entrados en calor, donde se
desgaja la senda Ortiz, a la derecha del camino de la Barranca,
empezamos a desnudarnos.
Tras
una subida suave, a la hora y media de la salida, llegamos al
emplazamiento en el que estuvo el Real Sanatorio de Guadarrama, donde se
curaban los tuberculosos. Desde ahí hay una maravillosa vista de Madrid
y de pueblos, bosques y pantanos de la sierra. Tapando la vista estamos
nosotros.
Paramos
a comer en el Mirador de las Conchas, a las dos horas de haber salido.
Tras la restauración del ánimo y del estómago, empezamos a bajar por el
camino de La Barranca.
A
las dos horas y cuarenta y cinco minutos de la salida, a la altura de
un mojón, tiramos a la izquierda hacia el collado del Piornal y el pico
de la Maliciosa. Si hubiéramos seguido de frente hubiéramos llegado al
estacionamiento. A los pocos cientos de metros llegamos a la fuente de
la Campanilla, donde se bebe, se pide un deseo y se toca la campana. Si
no se cuenta el deseo se cumple.
Bajamos
por donde habíamos venido, cruzamos el camino de la Barranca y, entre
pinos, helechos, escaramujos y algún que otro piorno, atrochamos hasta
otro cruce con el camino de la Barranca, donde subimos unos metros a la
izquierda. Tomamos a la derecha y volvimos a atrochar, por la margen
izquierda de un arroyo, hasta un embalse de la Barranca. Cruzamos por la
presa y a los pocos metros estaba el estacionamiento.
Numerados,
estábamos todos sanos y salvos. Como se agradeció que los mejores
hicieran de escoba. Los deseos de la fuente de la Campanilla debieron
ser buenos, porque no hubo contratiempos en la marcha.
De ahí, espoleados por los malos pensamientos, fuimos al Cereceda a calmar la sed de cerveza.
Jaime