24/06/2018 Montañeros: Subida al Montón de Trigo: Francisco Vaquero




A las 8:30, puntuales como siempre; el grupo de montañeros de hoy formado por Emilio Rodríguez, Rafael Alonso del Riego, Antonio De la Fuente, Pablo Puerta, Mar Barrionuevo, Jorge Dukelsky, Juan  Carlos Aguilón, Francisco Albasanz, Izabella Barlinska, José del Campo y el que realiza esta crónica, Francisco Vaquero; tras dejar los coches en el último parking de las dehesas, (1.400 m) enfrente de una fuente de la que mana un agua muy buena y fría al decir por los que estaban rellenando sus grandes recipientes y cantimploras, y que yo probé  al finalizar la marcha y puedo corroborar.
Pues como decía, con ilusión y ganas iniciamos el recorrido hacia la Pinareja. La primera pausa la realizamos en el puerto de la Fuenfría (1.796 m) al cual llegamos sin pasar por la Calzada Romana.
Tras una pequeña pausa continuamos la marcha en dirección al Cerro Minguete, dejando atrás el bosque de pinos silvestres; donde descansamos un poco para recuperarnos de los 200 metros de subida que acabábamos de hacer. Parece que las fuerzas se resentían, principalmente por el calor; y a propuesta de Antonio, todos acordamos subir al Montón de Trigo (2.161 m) Cada uno a su ritmo, y siguiendo el sendero marcado con hitos de piedra que pasa entre piornos serranos y enebros rastreros, bajamos un poco hacia un collado para comenzar la subida hacia esta montaña tan peculiar junto a Siete Picos y a la que llegamos tras dos horas desde el inicio. Una vez en la cima, aprovechamos para disfrutar de las maravillosas vistas del cordal de La Mujer Muerta con las cumbres de la Pinareja, Peña del Oso y Pico Pasapán; de Siete Picos y, a lo lejos, de la Bola del Mundo. Aprovechamos como siempre para recuperar fuerzas cada uno con lo que trae de avituallamiento y comparte; y para hacernos la clásica foto de grupo.
Existe una leyenda sobre el nombre del Montón de Trigo, trata de un rico campesino que poseía un importante número de hectáreas de cultivo. Se le acercaron dos caminantes que estaban cruzando la sierra desde Segovia para solicitarle que les diera un poco de trigo y poder cambiarlo por un ungüento que pudiera curar al que estaba enfermo. El campesino les comentó que lo que veían no era más que un montón de rocas y arena, son los rayos de sol que inciden en este monte los que engañan vuestros ojos y por eso pensáis que es trigo la tierra. Si esta montaña está formada por rocas… Que así sea. -dijo el caminante en voz baja. La niebla se retiró de repente tras un gran estruendo que pareció ser el trueno que acompaña a un rayo que ha caído muy cerca. Los dos viajeros habían desaparecido y al darse la vuelta el campesino, pudo contemplar como su montón de trigo, se había convertido en una montaña rocosa para siempre: El Montón de Trigo.
Ante el calor que cada vez más hacía su presencia, acordamos regresar buscando la zona más sombría. Al llegar al puerto de la Fuenfría optamos por continuar por la Calzada Romana, salvo José del Campo que optó por la carretera de la República.
A destacar, el ambiente tan bueno que como siempre existe en los compañeros que domingo tras domingo forman este grupo de montañeros.
FELIZ VERANO A TODOS: SENDERISTAS Y MONTAÑEROS.
Francisco Vaquero

24/06/2018 Senderismo: Marcha las calderas del rio Cambrones: Jose Vicente




Asistentes: Rafael García Puig, Mariane, María Gómez, María Belén, Gloria, Melanie, Marisa Ruiz, Rocío, Alejandro, Isabel y un señor mayor.
Iniciamos la marcha en la Granja por el camino del Pocillo. El día amenazaba calor a pesar de lo cual alguna senderista precavida salió de casa con su rebequita.
El recorrido es muy hermoso, rodeado de rosales silvestres, robles, retamas, espinos, gamonales y sobre todo de cambrones. Esta especie que da nombre al rio es un delicado arbusto parecido a la retama pero con hojas más finas, con flores amarillas y frutos en forma de haba que lo hace inconfundible.
Desde la misma salida pudimos apreciar a lo lejos las cascadas del Chorro afluente del rio Cambrones. También divisamos el Montón de Trigo y la Pinareja.
El río baja caudaloso y refrescante hasta un punto en el que el sendero llega a un callejón sin salida y no hay más remedio que cambiar de orilla si se quiere seguir la excursión.
Ahí se plantearon los primeros problemas, unos eran partidarios de descalzarse y cruzar el río lo que presentaba serias dificultades pues la corriente era importante. Las más intrépidas fueron Gloria y Rocío que rápidamente metieron sus botas en la mochila y se arriesgaron a cruzar con éxito. También Rafa tuvo instante de arrojo pero cuando estuvo a punto de perder una bota desistió de la aventura.
La sorpresa se produjo cuando el señor mayor ni corto ni perezoso se quitó las botas y después de atarlas entre si, se las colgó al hombro aconsejando a los demás que hicieran lo mismo. En vano Alejandro le previno de que se le podían caer pero él, que lo había visto en una película de John Wayne, siguió impertérrito.
Fue dar dos pasos y las botas cayeron al agua y fueron arrastradas por el torrente ante la mirada desconsolada de su propietario. 
Tanto Isabel como Alejandro reaccionaron rápidamente, la una siguiendo el recorrido de las botas aguas abajo y el otro recogiéndolas del centro del río cuando quedaron retenidas en un remanso no sin correr un grave peligro.
Por fin con gran alborozo el señor mayor recuperó sus botas y como ya estaban empapadas decidió cruzar el rio con las botas puestas. De ahí viene la frase de perdidos al río, digo yo.
Después de cruzar el rio, los tres valientes exploradores al ritmo de Indiana Jones, subieron por intrincadas sendas y treparon por inexpugnables rocas hasta que descubrieron dos magníficas pozas conocidas como Calderas del Cambrones que son piscinas naturales de aguas limpias remansadas entre las paredes rocosos del tajo.
Lo sorprendente fue encontrar allí a unas cuantas familias disfrutando plácidamente del baño que no daban la impresión de haber soportado tantos sufrimientos como nuestros protagonistas.
Ya de vuelta,  todos no hacíamos cruces de qué hubiera pasado si no llegamos a recuperar las botas del señor mayor. Pero felizmente no fue así y pudimos llegar felices al restaurante el Albero donde tomamos las consabidas cervecitas.
Recorrimos 7,5 km y subimos 160 m. O sea una fácil y plácida excursión veraniega, si no hubiera sido por el señor mayor.
Abrazos para todos
José Vicente

17/6/2018: Montañeros: Subida al Pico Pasapán; Chelo de Dios




Casi ya al final de esta temporada de montaña, la ruta programada era la ascensión al Pico Pasapán. Vaya por delante que (¡esta vez sí!) cumplimos lo que de nosotros se esperaba y subimos el susodicho monte sin rechistar. Solo con los bastones, las ganas, la buena compañía, la agradable conversación y nuestro guía.
Siguiendo los criterios ecológicos más estrictos y contando una vez más con la infinita buena disposición de Emilio, nos acomodamos en su coche “los 5 de Mirasierra”: Rosa, Emilio, Jesús, Jorge y yo misma. En el parking del área recreativa de la Panera nos encontramos con Rafa –nuevo en el grupo, buen montañero y experto bailarín de música country "catalan-style"- y con nuestros amigos Paco e Isabella. Eran ya las 9 cuando iniciamos la ruta.
La ascensión transcurrió tranquila, una empinada subida inicial por la ancha pista hasta el puerto de Pasapán y luego otra más suave siempre con la vista del Pico en lontananza, adonde arribamos en algo más de dos horas desde el inicio. Una vez a los pies de la mujer muerta, paramos para reponer fuerzas, seguir con la animada charla, y emprender el regreso por el mismo camino.
Finalizamos la ruta a las 13,45. El recorrido, unos 13 km, 700 m de desnivel y un número de pasos variable según el informante.
Paseo sin ninguna dificultad, con un tiempo maravilloso, disfrutando de los verdes campos, los piornos en flor, y aún aislados neveros a la vista.  Cierto que en la bajada, por la pedregosa pista, hubo algún resbalón traicionero que no pasó a mayores.
De regreso nos encontramos con las piscinas ya con los primeros bañistas de la temporada y –en mayor número, probablemente por la hora-  una multitud delante de las barbacoas humeantes. Al colorido y la fiesta se quisieron sumar los habitantes del pueblo de El Espinar, vistiendo sus árboles con primorosos trabajos de ganchillo.
La ausencia de incidentes se vio alterada por un regreso algo accidentado en la carretera, con un conductor de autobús poco solidario y un coche de policía que obligó a enlentecer el tráfico sin que finalmente llegáramos a descubrir el motivo. No obstante la calenturienta imaginación de las profesionales de salud mental del grupo dio pie a todo tipo de hipótesis.
Aún quedan afortunadamente dos marchas antes del fin de la temporada.
¡¡Feliz semana para todos!!
Chelo

17/06/2018 Senderistas: El rio Angostura desde El Paular: Pablo Olavide






Enlace que nos manda Ricardo del video de la marcha por la ribera del Rio Angostura: https://www.dropbox.com/s/doojpjxmbiqbfdv/Excursion%20Rio%20Angostura%20%281280X720%29.mp4?dl=0

Ayer leí en la prensa que existe el “Síndrome de Déficit de Naturaleza” motivado por este ritmo de vida que llevamos, lleno de tecnologías, pantallas y demás artilugios que nos apartan de nuestro contacto con la naturaleza y nos provoca desajustes en nuestra salud y en nuestro ánimo. Pues bien, llevo un tiempo sin poder salir al campo y, ante el temor de verme afectado por tan singular mal, no dudé en apuntarme a esta excursión por el río Angostura que hoy nos propone Rafa. Además, el valle del Lozoya es la joya de la corona (al menos de mi corona) y, a juzgar por el gran número de participantes del club Mirasierra que se han apuntado, creo que también lo es para muchos de vosotros (sin menospreciar otros lugares, por supuesto).
A las ocho y media de la mañana no hay nadie en el aparcamiento del restaurante Pinosaguas (el lugar donde hemos quedado) y yo espero al resto de senderistas prismáticos en ristre. Es difícil observar las aves forestales: hay que escrutar cada árbol minuciosamente mientras uno permanece quieto y en silencio. Sin embargo, es fácil identificarlas por su canto con un poco de entrenamiento y, aquí mismo, escucho pinzones, carboneros, mosquiteros y trepadores los cuales, serán nuestros compañeros de viaje en esta hermosa mañana que se asoma a las puertas del verano.
Pronto empiezan a llegar el resto de la gente: primero, Pilar y Gonzalo, luego, Alfonso y Mari Carmen y un poco más tarde, el resto.  En total 22 caminantes dispuestos a disfrutar de nuestra sierra y alejarnos de ese síndrome que amenaza a las sociedades urbanas.
Pasadas las nueve de la mañana, y guiados por Rafa y Gonzalo, comenzamos la marcha remontando la orilla izquierda del Angostura (bautizado Lozoya aguas abajo). Caminamos por la espesura que conforman los esbeltos pinos albares (o de Valsaín) y los robles rebollos de hojas aterciopeladas. Lo hacemos bajo un cielo azul y observados por la atenta mirada de los buitres negros que, a estas horas de la mañana, ya empiezan a planear aprovechando las primeras corrientes térmicas.  Y es que, en estos pinares del Alto Lozoya, se asienta una de las colonias más importantes de estas enormes rapaces de más de dos metros de envergadura. ¡Todo un lujo para nuestra naturaleza madrileña!
La senda pronto la cambiamos por pista forestal, pero no nos desprendemos de este bosque protector y amable que nos acompaña en la subida. Y es difícil no caer seducido por esta armonía vegetal donde la luz de la mañana se cuela en la espesura y juega a crear claroscuros, sombras inciertas y a desvelar mil matices de verdes.
En un punto indefinido del camino, ahí donde el roble desaparece para dejar que solo los pinos soporten el rigor de la altitud, decidimos dar media vuelta e iniciar el camino de regreso. Y a los pocos metros hacemos el indispensable alto en el camino. Lo hacemos junto al río Angostura, ¿dónde si no? Y aquí retomamos fuerzas y nos hacemos la foto de rigor que dará testimonio de nuestra andadura.
Mientras doy buena cuenta de mi comida (y de los dátiles con que me obsequia Gloria), observo el río. A mí me parece que los ríos de montaña tienen algo de hipnóticos, igual que el fuego de una hoguera o las olas del mar. No sé por qué es, tal vez sea por el sonido de su corriente golpeando las rocas, o por los dibujos que forman los remolinos de espuma blanca. Sea como fuere, el lugar transmite esa paz que a veces nos falta en la ciudad.
Y tras el descanso, de nuevo al camino, de nuevo a transitar por el bosque encantado en animada charla. Y así, paso tras paso, acompañando a este río que hoy nos lleva, llegamos a Pinosaguas (nombre acertado para el lugar). La vorágine dominguera se hace patente en el lugar y conductores y vehículos se disputan los escasos sitios libres que quedan. Pero nosotros ya tenemos el trabajo hecho: nuestros ojos, y nuestro espíritu, ya están llenos de naturaleza y armonía, listos para afrontar una semana más en nuestros quehaceres diarios.
Y para aquellos que gustáis de los datos, deciros que recorrimos algo más de doce kilómetros salvando un desnivel superior a los trescientos metros en cuatro horas. ¡Ahí queda eso!
Hemos participado en esta excursión: Rafael García Puig, Gloria Fernández, Begoña Mata, Inmaculada Sanz, Rocío Eguiraun, Cristina Carrasco, María Franco, María Gómez, José Vicente Almela, Joaquín Sánchez, Esperanza Alonso, Mariane Delgado, Gonzalo Fernández Lamana, Pilar Caridad, Aida Luque, Conchita Carvajal, Marisa Huidobro, Alfonso Simón, Mari Carmen Vázquez, Marisa, Ricardo y este cronista, Pablo Olavide.
Un abrazo fuerte y buena semana.
Pablo

10/6/2018 Senderismo: La Granja; El Chorro Grande: Rafa García Puig




Jose Vicente comentó que esta marcha ya la había hecho con Jesús. Ya me extrañaba que a Jesús se le hubiera pasado por alto tan fantástico paraje, pero lo cierto es que para todos los demás esta marcha era una novedad.
No recuerdo bien como la hallé, pero, quizás el atractivo que tiene para mí La Granja, hiciera que la encontrara.
A las 8 como siempre nos reunimos en el Club, Gloria, Mariane, Jose Vicente, Begoña, mi querida prima Sonsoles, Alicia que ajustó quizás excesivamente la hora de su llegada, Inmaculada, y yo mismo. Los veteranos empezamos a tener nuestras “cosas”, que menos, Inmaculada ha decidido que su “cosa” es no avisar de su asistencia y presentarse a la salida. Qué le vamos a hacer, privilegios de veterana.
Cogimos los coches y con una fina lluvia nos dirigimos por la carretera de La Coruña a La Granja, donde habíamos quedado con Gonzalo, Aida que se apunta por segunda vez y que le está cogiendo gustillo, y su marido Luis, santo varón. ¿Cualquiera le decía a Aida que “pasaba” de andar, verdad Luis? Sin embargo, y a pesar de sus zapatos mocasines, Luis completó la marcha sin problema, con sus mocasines relucientes y bien encerados, y su pantalón color caqui con la raya perfectamente definida tal y como habían venido.  ¡Un señor!!  Una pena que a Luis no le guste andar, pues anda bien, está en excelente forma, y tiene sentido del humor, ¿como si no venir a andar bajo la lluvia sin gustarte?
Durante el viaje de ida Inmaculada, imploraba que lloviera, aunque fuera solo un poquitín, y hacia planes apetecibles y apetitosos que sustituyeran a la marcha, tales como un desayuno de chocolate con churros y una visita a la fábrica de cristal de La Granja. No estaba mal el plan alternativo, y secretamente Gloria, Begoña y yo deseábamos ver cumplidos el imploro de Inmaculada.
Por fin llegamos a La Granja donde esperaba Gonzalo. Aida y Luis llegaron al poco pues se habían despistado.
¡¡¡¡NO LLOVIA!!!!, maldición. No había excusa, así que nos pertrechamos, e iniciamos la marcha por un tramo asfaltado que enseguida abandonamos por una pequeña pista que rápidamente se convertía en sendero y nos introducía en el magnífico robledal de Navalosar.
Paisaje de ensueño, luz otoñal umbría, exuberancia de agua y verdor, suave subida que permitía la charla, que es al menos tan importante como todo lo demás, y la característica típica de este irredento grupo de senderistas: la charla en grupos disgregados, que hace, y muy a pesar del guía, que de tiempo en tiempo se tenga que detener la marcha para que se produzca el necesario agrupamiento, que de nuevo se rompe al cabo de poco. 
Empezó a chispear un “calabobos”, nada importante que pudiera justificar el retorno a La Granja para cumplimentar los apetecibles y apetitosos planes de Inma.
El tupido y precioso robledal se convirtió poco a poco en un pinar no tan tupido. La senda subía. Alguna vez algún repechillo, pero nada que hiciera oír la famosa frase senderista: “¿falta mucho?”
El “calabobos” se fue convirtiendo en lluvia fina que embarraba si cabe más aún el ya embarrado terreno.
Y Luis con sus mocasines brillantes y sin barro. 
Después de algo más de una hora empezamos a oír y ver algún tramo de un escandaloso Arroyo Berrueco que es alimentado por el Chorro Grande. Poco después ahí estaba. Espectacular impresionante, escandaloso. 100 metros de caída de agua lamiendo la roca.
Nos paramos varias veces para ver el imponente Chorro desde diferentes perspectivas. Fotos, muchas fotos, todas. Begoña vive con intensidad, siempre desde su discreción, los parajes y sitios bonitos. Creo que disfrutó especialmente este magnífico Chorro.
Seguía lloviendo en algunos momentos con intensidad, pero a nadie se le ocurrió decir “¿nos volvemos?”, ni siquiera a Inma, el espectáculo era demasiado bonito y el reconocimiento de este hecho era unánime.
Iniciamos por el margen izquierdo del Chorro una subida por un sendero guiado por hitos, y con un claro sabor al más pronunciado desnivel y forma de La Pedriza. Media hora de subida intensa ausente de quejas, pues fuimos advertidos de su intensidad.
Llegamos al inicio del Chorro, que lógicamente no se veía tan bien como desde abajo, pero a cambio las vistas sobre La Granja eran espectaculares. ¡Tales eran las vistas que alguno no se explicaba como estando en la vertiente norte de Guadarrama se podía divisar El Escorial !!!!
A las dos horas aproximadamente resguardados entre pinos y rocas: dátiles, frutos secos, plátanos y un poco de agua, poca, pues con la que caía de arriba parecía suficiente.
Podríamos haber seguido subiendo, pues más arriba seguía habiendo saltos de agua también preciosos, aunque no tan espectaculares. La lluvia arreciaba, y por un sendero lateral, perpendicular al Chorro, comenzamos el descenso. 
Sendero boscoso al principio, embarrada pista boscosa después, cruce de varios arroyos, charla animada en grupos, como no, disgregados, y lluvia que ya no nos importaba.
Luis, con los mocasines brillantes e impolutos.
Salimos del bosque a la pista que baja del Puerto del Reventón. Recordé la marcha del Reventón con Jesús y el descenso por esta pista. Siempre estás ahí amigo.
La pista, no estaba tan embarrada. En rápido descenso y animada charla de Sonsoles y Alicia, Jose Vicente y Aida, Rafa y Luis, …..eso si disgregados, nos plantamos a las 12:30 en los coches, con la intención de tomar la cerveza y los torreznos del El Albero en Valsaín.
Allí llegamos, y allí nos tomamos las cervezas, los torreznos e incluso un pincho de tortilla que nos obsequió Puri, conocedora de que iremos a comer el 1 de Junio después de hacer las Pesquerías para despedir la temporada como ya es tradicional.
 La vuelta con tiempo de sobra para ver a mi tocayo Nadal algunos en casa de Jose Vicente que dispone de una televisión de esas buenas buenas de verdad a decir de Mariane.
Y en el aire una pregunta: ¿Cómo conseguirá Luis hacer estas marchas con mocasines que terminan brillantes y limpios y con pantalón caqui de raya? ¿No nos estaremos “pasando” nosotros con tanta bota, y tanta historia?
Que paséis una estupenda semana
Un abrazo
Rafa

10/06/2018 Montañismo: Visita al Caliz de La Pedriza: Juan Carlos Aguilón






Con cielo gris plomizo, lluvia meona y ambiente desangelado y poco concurrido nos recibió Canto Cochino, lugar de encuentro de los montañeros en esta mañana de domingo.
Oteando lo que parecía estar “cocinándose” en el entorno y alrededores del destino al que nos íbamos a dirigir (Collado de la Ventana por el Callejón de las Abejas), la comisión paritaria formada por los cuatro integrantes allí congregados, a saber: María, Mar, Toño y el auto-secretario-cronista abajo firmante, tomó por unanimidad las siguientes decisiones:
            1.- Empezar, avanzar, esperar y ver.
            2.- Ver si la niebla nos seguía permitiendo seguir viendo.
 3.-  Si la niebla permaneciera pertinaz o indomable, tomar alguna variante, no descartando el el aplicar alguna variante sobre la variante.
No habiendo más asuntos a tratar, por lo menos de manera inmediata, la comisión paritaria se puso “manos a la obra”, bueno mejor dicho, pies sobre la Autopista para avanzar, esperar y ver.
La verdad es que teniendo a Toño en el grupo, es garantía absoluta de armar y desmontar rutas y variantes de las anteriores cada pocos metros. Y eso fue lo hicimos, ir aceptando las distintas sugerencias de nuestro guía, según iban surgiendo las posibilidades.
Así pués siguiendo esa técnica de “creación”, nuestro guía, nuestros pasos y “nuestra niebla” nos condujeron hasta los pies del Cáliz de la Pedriza, fantástica y sorprendente formación granítica, que casi llegamos a denominar “El Grial” por lo escondido de su ubicación.
Encontrado el mismo, frenesí incontrolado de fotos por la belleza del lugar y acopio ilimitado de silencio, armonía y paz.
Armónicos, con el recuerdo del ruido del silencio y en paz con nosotros mismos, los de la comisión, nos dispusimos a dejar el sitio, no sin parar de echar la vista atrás para contemplar semejante “construcción” desde otras perspectivas, perspectivas que nos permitieron contemplar El Cáliz adornado con un espléndido ramo primaveral de flores multicolores, auténtico espectáculo de colorido y plasticidad, digno de cualquier gran impresionista.
Con ese delicado y agradable “sabor de boca” concluyó la comisión su insospechada ruta matutina, no sin antes compartir, en el denominado “tercer tiempo” y en torno a unas cañitas, las fantásticas impresiones de la ruta y de la constatación de haber cumplido al pie de la letra los acuerdos inicialmente pactados.
Desde esta comisión paritaria, formada espontáneamente para esta ocasión, se desea a toda la buena gente de este Club, una feliz semana.
En La Pedriza a 10 de Junio de 2018.
Firmado: El auto-nombrado Secretario – Cronista para la ocasión.
Juan Carlos Aguilón.

03/06/2018 Montañismo: La Pedriza: El Cancho de los muertos y Collado Cabrón; Reinaldo Vázquez



Este año (2018) estamos abocados a incumplir los propósitos. Hemos cambiado el recorrido, incluso el punto de arranque, prácticamente la mitad los días. El domingo 3 de junio es uno de los que se modificó. 
A las siete menos cuarto escribí a Emilio para decirle que me esperasen en Navacerrada, sana precaución porque en algunas ocasiones como producto de esas alteraciones me he quedado en tierra. Me indicó que la predicción para Navacerrada era muy mala y que si íbamos a otro sitio. No me pareció mal, pero había que localizar a Jose Ignacio Olleros que tenía previsto esperarnos en el puerto. 
Por fin me avisaron que se había arreglado todo y que el destino era el collado Cabrón. Sospecho que hicieron trampa y me llamaron desde el coche, porque estando más cercano a Canto Cochino llegué el último. Allí me esperaban los dos varones, Mar y, la todavía convaleciente, Chelo.
Tengo que decir que es el camino más fácil de seguir que he hecho en la zona intrincada de la Pedriza. Cruzamos el puente sobre el Manzanares, torcimos a la izquierda y una señalización clara indicaba los posibles caminos desde allí. En varias de las tablas figuraba la distancia, no era el caso del cancho de los Muertos ni del collado Cabrón. Seguimos las marcas amarillas reforzadas por señalización vertical propia del parque. No tuvimos dudas pues siempre se veían varias marcas. 
El pinar estaba muy bonito. La sequedad habitual que caracteriza estos bosques en Madrid no existía. No sólo teníamos sensación de humedad en el ambiente, los suelos estaban verdes salpicados del blanco de los pétalos arrancados a las jaras por la lluvia de la noche anterior. Sin embargo los líquenes no estaban dominados por las algas mojadas y eso nos dio seguridad cuando acabó el camino fácil. Luego, trepar un poco por piedras y una subida encajonada entre paredes que no tenía especial peligro, pero que animó los ojos y el cuerpo.
He dicho que estaba todo muy bien señalizado, pero cuando uno se lía a hablar... Íbamos Chelo y yo los primeros y unos sentados en unas piedras nos preguntaron por el camino al collado, Chelo contestó que allí íbamos nosotros y no había más que seguir las marcas, nos dijeron que había marcas también en sentido contrario y tuvimos que girar 120º porque en nuestro despiste la bifurcación en Y la tomamos a la derecha. Insisto en que, salvados los despistes, es el camino mejor señalizado de la Pedriza, por algo es el PR1.
Llegados al collado hicimos parada con los tres montañeros que nos habían seguido, uno de ellos llevaba el lauburu en el pecho, sin saber lo que significaba esa cruz gamada disimulada.
Ellos se fueron a buscar un elefante que debía haber en las proximidades y nosotros seguimos por el PR1 hasta que empezó a chispear, temimos dos cosas 1ª si seguíamos el PR podría ser larguísimo y no teníamos medio de comprobarlo, 2ª si nos volvíamos las rocas podrían estar resbaladizas con la lluvia. Emilio tomó la decisión acertada de dar la vuelta, he podido comprobar que nos quedaba un recorrido de casi veinte kilómetros. 
Volver por el mismo sitio que la ida puede parecer un poco aburrido, pero tiene la ventaja de asentar el recorrido en la memoria y las vistas no son exactamente iguales por lo que quedamos muy satisfechos. La bajada fue más complicada que la subida, pero no tuvimos rocas resbaladizas porque la lluvia no llegó a afectar a la adherencia. 
Como es habitual la Pedriza no defraudó, la conversación fue animada, demasiado intensa, tal vez, y como se dijo aunque dé pereza levantarse siempre merece la pena.
Reinaldo

3/6/2018 Senderismo. LA HIRUELA; MOLINOS, COLMENAR Y CARBONERA: Pilar Caridad.




De camino a ese bello pueblo que es la Hiruela, perteneciente a la Sierra madrileña del Rincón, declarada Reserva de la Biosfera en 2005, me asaltó la duda ¿podremos realizar la ruta sin que nos caiga un chaparrón?
Llegué la primera al aparcamiento situado a la entrada del pueblo seguidamente aparecieron poco a poco el resto de senderistas: Elena, José Vicente, Begoña, Rafa. Y nuevas incorporaciones al grupo: Aida, Conchita, Marisa, Mª Sol y Pedro. Presiento que volverán a alguna ruta más con nosotros porque les hemos convencido de lo maravilloso que es nuestro grupo y las estupendas rutas que hacemos.
Comenzamos la ruta adentrándonos en la Hiruela callejeando hasta llegar a la Iglesia donde nos desviamos para tomar el sendero. La senda discurre por verdes riberas, sotos de álamos, matorrales de cantueso y mejorana que nos permiten disfrutar de su aroma.
Intentamos cruzar el río por una especie de dique al que yo nombré como caz y José Vicente me dijo que era un azud. Pues bien, creo que ambos estamos en lo cierto. Un caz es un canal que recoge agua y lo conduce de un lugar a otro y un azud es una construcción o barrera de un arroyo con el fin de derivar parte de dicho caudal a las acequias. Era tal el caudal de río que no pudimos cruzarlo. Tuvimos que seguir paralelos al río y ascender la montaña entre bloques de pizarra que se encontraban bastante resbaladizos hasta llegar a un puente de madera que nos condujo a un enorme prado, donde contemplamos las ruinas del molino de Juan Bravo, el molino harinero de la Hiruela y el aula apicultora. Allí en el área recreativa nos sentamos en los bancos de madera para reponer fuerzas e hidratarnos con agua.
Proseguimos la marcha observando un antiguo colmenar tradicional. Se trata de un terreno comunal compartido por cinco familias dedicadas a la apicultura. Actualmente parecía estar en desuso.
Rafa propuso subir hasta una loma pensando que se podría observar mejor el colmenar. Desde lo alto de la loma, lo que contemplamos fue una bella panorámica del paisaje, del pueblo y del valle del Jarama.
Cruzamos la carretera y nos dirigimos hacia la Carbonera que en otros tiempos sirvió de medio de subsistencia en la Hiruela. De ella se obtenía carbón vegetal de brezo y roble que posteriormente se vendía en las poblaciones cercanas.
Continuamos por una pista por la cual nos fuimos encontrando vacas con sus respectivos ternerillos. Intentamos no perturbarlas y así evitar algún sustillo.
Nos fuimos adentrando en un bosque de enormes robles de abrumadora belleza. Pero comenzamos a escuchar que se nos acercaba una tormenta y decidimos dar media vuelta.
Tomamos un atajo para llegar antes al pueblo y nos encontramos con la sorpresa de una pequeña imagen de la Virgen de Lourdes situada en una hornacina.
Una vez en el pueblo tomamos nuestra cañita y de regreso a casa.
Feliz semana a todos amigos. Bss
Pilar Caridad Ruano

26/5/2018; Excursión a la villa romana de Carranque y al Museo del Ejército




Asistentes

María Franco, Cristina Carrasco, Esperanza, Rocío, José Vicente, Luis Egido,  Melani, Irena,María Luisa Ruiz, Sofía, Viki,  Elena Madurga, Mari Carmen Vázquez, Alfonso , Paz, Miriam Camps, Margarita y José Manuel Corrales.
No estaba previsto que yo hiciera esta crónica, pero si lo pide María, nuestra amable directora de Asuntos Culturales, quién es capaz de negarse.
Como siempre con mayoría abrumadora de chicas, iniciamos la ruta repartidos en cinco coches, no se perdió ninguno y en solo una hora nos encontramos en Carranque.
Allí nos esperaba para la visita una agradable guía que nos explicó todo estupendamente.
El yacimiento se encontró de manera fortuita en 1983 y se abrió al público hace relativamente poco, en 2003.
Las ruinas son magníficas y comprenden, de momento, una villa romana y un palacio. La villa es espléndida y para si la quisiera algún político moderno. Es sorprendente la amplitud y lujo de sus salones destinados a recibir invitados en un lugar tan aislado de las grandes ciudades.
A continuación salimos hacia Toledo y aparcamos junto al Alcázar poco antes de comer. 
El Museo del Ejército allí recientemente instalado, es digno de visitar, el único inconveniente fue que no teníamos previsto que cierra a las 5 de la tarde con lo que no pudimos ver con calma gran parte del Alcázar. Nos comprometimos a volver.
Comimos decentemente en el mismo Alcázar y después de una rápida visita, la mayoría nos quedamos paseando por Toledo hasta avanzada la tarde. Nos dispersamos entre la Catedral, Santo Tomé, San Miguel de los Reyes, la Sinagoga … Hay tanto que ver en Toledo!
En conjunto una visita muy interesante y variada que recomiendo a todos los que no habéis podido venir. Por solo 16€ de menú y 230 km de   recorrido podéis disfrutar de un maravilloso día cultural. 
Besos a todos

J.V. Almela