18/11/2018; Crónica de Montañismo: Los baños de Venus; Juan Carlos Aguilón




Las primeras luces de la mañana anticipaban que el día se iba a presentar gris o muy gris, como así fue. También se barruntaba que la jornada podía ser húmeda o muy húmeda, como también así fue. Pero a pesar de todas estas “credenciales” planeando en el ambiente, ni medio gramo de duda en la voluntad de los montañeros para rutear hasta una de las zonas más elevadas de la Pedriza de Manzanares, donde el Arroyo de los Hoyos, afluente del río Manzanares en su parte alta, conforma una serie de charcas y cascadas de singular belleza. Este lugar es conocido como “Los Baños de Venus”.
En el aparcamiento de Canto Cochino, ambiente tranquilo y poco concurrido, pero sí muy colorido por la diversidad de colores rabiosos y chillones que portaba el personal allí congregado, para hacerse ver bien entre la niebla y la lluvia. Allí también estábamos los seis montañeros que nos habíamos citado para ir a visitar, si se dejaba ver, a Venus y sus Baños.
Bien pertrechados para hacer frente a las inclemencias de la mañana, arrancamos decididos a disfrutar de una mañana de caminata por el bosque, con aromas inconfundibles a pino y a setas, y también a intentar pasar, sin mojarnos, entre las gotas de lluvia que nos acompañaba. Esto último, aseguro que no lo conseguimos, porque fueron muchas las gotas que se congregaron a nuestro alrededor y no pudimos escabullirnos de todas ellas, pero todo lo demás que nos propusimos, sí.
Así fue como después de salvar 993 m de desnivel acumulado, y también la barrera que supone el Arroyo Chivato con un gran caudal de agua, con mucho tiento, mucha concentración y mucho cuidado para evitar percances, llegamos a la cabecera de los Baños y a su monumental entorno. Avituallamiento rápido para no quedarse frío, fotos y abundancia de imágenes en la retina.
Vuelta por el mismo camino, siempre con la buena armonía del grupo, charlas variadas y diversas, de todo pelaje y condición, proporcionadas en esta ocasión por el grupo de contertulios-montañeros formado Chelo, Antonio, Jesús, Alfredo, Emilio y el redactor para la ocasión.
Mención especial en esta crónica para Emilio que, después de algunas semanas en el dique seco por un problema de fascitis plantar, llegó con tantas y renovadas fuerzas y ganas que los demás apenas le podíamos seguir el ritmo. ¡Venía con energía limpia y renovable en los pulmones y no se le agotaba después de 14 km!. Enhorabuena Emilio por tu recuperación y olvida esa molestia.
Buena semana para todos.
Juan Carlos Aguilón

18/11/2018; Crónica de Montañismo: Los baños de Venus; Jesús Matamala

Una lluvia fina nos daba la bienvenida al aproximarnos a La Pedriza. Todo se desarrolló según lo previsto, incluso la probabilidad de chubascos que Rafa anunciaba la víspera y a lo que Antonio contestó: “se mantiene la salida”. 
Chelo, Antonio, Emilio y quien suscribe esta crónica salíamos  puntuales del Club Mirasierra, encontrándonos con Juan Carlos y Alfredo en el aparcamiento de Canto Cochino a las 8:30, hora del  comienzo de nuestra marcha.
Agua del cielo, el Manzanares  crecido y estruendoso entre las rocas, agua en los senderos y  abundante agua en algún arroyo que tuvimos que vadear. Con un ritmo rápido impuesto por Antonio, con Emilio recuperado y en buena forma, nos encaminamos hacia los Baños de Venus una vez que nos protegimos bien para aguantar el chaparrón. Cruzamos el puente de madera al dejar el aparcamiento y subimos rio arriba por la margen izquierda hasta el Puente de El Vivero donde volvimos a cruzar el rio, ahora subíamos por la margen derecha hasta el Puente del Francés o de los Franceses. Atrás quedaba La Charca Verde y una vista espectacular del Río Manzanares. Una vez más, la tercera, cambiamos de orilla.
A partir de aquí la niebla nos acompañaría todo el camino. Abandonamos  el Río Manzanares nos internamos en una zona de pinares cruzando las zetas varias veces. También cruzamos  un arroyo no exento de cierta dificultad, que podía tratarse del  Arroyo de los Poyos o Arroyo de los  Hoyos . El tramo final de esta senda (¿de los Gavilanes?) resultó muy duro habiendo que trepar entre rocas, con  el agua fluyendo bajo nuestros pies. Alguien que iba en el último lugar divisó el Pluviómetro cuando el resto de grupo lo habíamos rebasado. En breves minutos no encontrábamos  en uno de los parajes más hermosos de La Pedriza. He hecho muchas rutas por este parque pero desconocía este maravilloso lugar. Aquí se me vino a la memoria una bonita cita budista que Chelo relataba  en la cónica de La Najarra  hace sólo dos semanas. “la Luz se esconde tras las Tinieblas  para no cegar al común de los mortales”.
Yo me estaba imaginando a través de la niebla las bellas vistas que desde el collado del Miradero o de Prao Poyos se ven, que es el punto más completo para la observación global de La Pedriza según leía la noche anterior; ante nuestros ojos aparecían: La Maliciosa, La Cuerda Larga, Las Milaneras, La Pradera de los Gavilanes, Asómate de Hoyos, las Torres, El Yelmo,etc.
Tras las fotos de rigor y un brevísimo refrigerio volvimos sobre nuestros pasos hasta Canto Cochino. De regreso hubo un momento en el que tanto el GPS de Antonio como el de Juan Carlos no se ponían de acuerdo por donde seguir al cruzar una de las zetas. Tras un breve titubeo encontramos la senda buena.
 Eran las 13:30 cuando llegábamos al aparcamiento,  que se encontraba a media ocupación. Después de unas breves flexiones que Juan Carlos no  perdona ni en días de lluvia, regresábamos a casa. Habían sido cinco horas de caminata, 800  metros de desnivel. Anoto una sugerencia que alguien propuso;  la lluvia es un plus, y como tal los 14 créditos debían doblarse o al menos incrementarse en estas condiciones.
Buena semana para todos.
Jesús Matamala.

10/11/2018; Senderismo: El Tejo Milenario; Mariane Delgado


Como de costumbre, salíamos a las 08:05 de la puerta del Club Mirasierra; José Vicente Almela, Aracha Almela, Carlos Aragones, Julia Aragones, Belén Aragones, Carlos Aragones (junior), Álvaro (nuestro veterano senderista además de cronista con tan sÛlo 11 aÒos), Silvia Caridad y su hijo Guillermo, Gloria Fernández, Rocío Eguiraun, Marisa Ruiz, Viky Cadahia, Hedvig Oskarsson, Angeles Sanz y esta cronista.
Cinco niños en el grupo! Parece que se empieza a forjar el relevo.
Dos años después volvemos a realizar esta preciosa ruta por el Valle de Lozoya, aunque en esta ocasión con alguna variante que os explicaré más adelante.
Una vez nos unimos en el aparcamiento a Gonzalo (nuestro guía hoy) y Pablo Olavide (nuestro compañeero y experto ornitólogo, °vaya lujo!),
Comprobamos para nuestra sorpresa que las condiciones meteorológicas eran bastante mejores de lo que preveíamos e iniciamos nuestra ruta.
Todos alcanzamos con facilidad nuestro primer hito; La Presa del Pradillo, a partir de la cual el Río Angostura, el cual vamos a bordear por su margen derecho después, pasa a llamarse Río Lozoya. En su entorno, los enormes robles de hojas amarillentas contribuyen a acrecentar la belleza de este lugar.
Tras varios kilómetros junto al río acompañados por el vibrante ruido de sus aguas, algunos integrantes del grupo tuvieron la gran suerte de poder ver a un mirlo acuático cruzando el rÌo! Luego accedimos a la pista por la que se llega al Puente de la Angostura y en este tramo nos encontramos con algunos preciosos abedules con su caracterÌstico tronco blanquecino y sus hojas de un amarillo intenso en esta época del año.
En esta ocasión, por indicación de nuestro guía, en lugar de adentrarnos por una estrecha y frondosa senda del bosque cuyo trazo implica tener que cruzar un par de veces eí, continuamos por la pista. Ahora nos acompañaban infinidad de majestuosos pinos, de denominación Pino de ValsaÌnñ
En varias ocasiones tuvimos la oportunidad de ver algunos buitres negros sobrevolando nuestras cabezas. El detalle de que algunos de estos pinos tuviesen bien su troncoo sus ramas recubiertos de líquines da una idea de la pureza y calidad del aire en este paraje (indicación ésta de Pablo).
Algunos kilómetros más adelante nos desviamos para ir al encuentro del Tejo Milenario. °La expectación era máxima entre los más pequeños!
Empezamos a encontrarnos con algunos de ellos, más jóvenes estos y a escasos metros, más adelante, allí estaba el impresionante °Tejo Milenario!
Su aspecto no hace sino envolverte, y entre sus raices principalmente puesto que se trata de un ·arbol que crece hacia abajo! Por eso resulta tan fascinante.
Y es que La Madre Naturaleza no dejar· nunca de sorprendernos y emocionarnos, a mí al menos.
Sentados sobre algunas rocas junto a sus raíces procedimos a tomarnos nuestro consabido tentempié.
Reiniciamos la marcha de vuelta y para ello fue necesario atravesar el río. Prueba esta superada con éxito por todos los integrantes del grupo.
De regreso, ya por el margen derecho del río, nos volvemos a encontrar una pista repleta de gigantescos pinos e infinidad de acebos hembras (los de bolitas rojas). Ahora en todo su esplendor dado el intenso verdor de sus brillantes hojas.
Siguiendo de nuevo las indicaciones de Gonzalo hicimos dos atajos, ambos sobre una acolchada alfombra natural formada por la infinidad de púas y pequeñas piÒas de pino caídas al suelo, algo que nuestros pies, algo doloridos ya, agradecieron sumamente. Teniendo en cuenta ambos atajos hicimos finalmente un total de unos 13 kilómetros. Y además, y esto es lo más sorprendente, un desnivel total de unos 700 m. aproximadamente! 
El último tramo discurre junto al Embalse de Pradillo. El paisaje y la vista que ofrecen sus aguas, con el reflejo de la diversidad de colores de la vegetación colindante es sencillamente un espectáculo visual impresionante!
Una vez ya en el aparcamiento del Restaurante Pinosagua buena parte del grupo decidió no perdonarse las tradicionales cañitas, esta vez bien acompañadas por unas deliciosas croquetas y morcillas de Burgos, de las que todos dimos buena cuenta.
No quiero dejar de despedirme con una entrañable frase que le dijo Carlos (nieto de José Vicente), a Guillermo (hijo de Silvia) al acercarse a nuestro coche para despedirse de él: "Hasta la próxima en la montaña!".
Mariane                 

4/11/2018 Senderismo: Crónica de la marcha desde la Dehesa de Cercedilla hasta el Puerto de la Fuenfría; Elena Sandoval




José Vicente Almela
Aida Luque
Conchita Carvajal
María José Cimadevilla
Paz Vizcaino
Mariane
Enrique Díez
Alejandro Gutiérrez (Guía)
Isabel Fernández
Gonzalo Fernández Lamana
Alfonso Simón
Mari Carmen Vázquez 
Kaos (perro de Paz)
Elena Sandoval (servidora)
Datos de la marcha:
Distancia recorrida: 14 Km
Distancia recorrida por Kaos: 28 Km, como poco. Según su dueña es metrosexual (así cualquiera😊)
Tiempo (sin paradas): 4 horas

Con nuestro horario recién cambiado y la luz del día ya saludándonos, daba gusto acudir a nuestra cita con la montaña y con nuestros amigos los senderistas.
Por un lado, los que salimos desde Mirasierra, y por otro, los que iban directamente al punto de encuentro, todos nos reunimos en el parking de Majavilán en las Dehesas de Cercedilla.
Sólo mencionar de pasada que hubo un pequeño retrasillo de media hora por parte de los que veníamos de Mirasierra debido, claramente, a que los GPSs aún no están perfeccionados, jeje.
Por supuesto, ni un reproche, ni un mal gesto, por parte de los que esperaban. Ya desde este momento, y como se pudo apreciar en otros tantos detalles de la excursión, se palpó la paciencia, la generosidad y el compañerismo, tónica característica que prevalece ante todo en este maravilloso grupo.
Pues bien, el otoño nos regalaba una espléndida mañana soleada, clara y limpia.
Alejandro, nuestro guía, siempre pensando en lo mejor para todos, decidió cambiar un poco el itinerario previsto y subir por la carretera de la República, en vez de por la calzada romana, para que se hiciera más suave la subida.
Y así lo hicimos; comenzamos a subir. Primero a buen ritmo, y luego ya con paradas breves, pues algunos no podíamos evitar detenernos a fotografiar tan hermosos paisajes que nos iban llamando la atención.
El sendero era precioso y discurría entre bosques de grandiosos pinos silvestres (“Pinus sylvestris”). De vez en cuando, asomaba algún que otro acebo (“Ilex aquifolium”), algunos de ellos exhibiendo sus descarados frutos rojos, y otros mostrando simplemente su porte coqueto y sus características hojas, duras, espinosas y brillantes.
Como no debería ser de otra manera, de cada excursión uno se lleva nuevos conocimientos, y en este caso, y gracias a Alejandro, aprendí que el acebo es un árbol normalmente dioico, a diferencia de la mayoría. Es decir, que existen árboles femeninos que son los que dan frutos, y árboles (pies) masculinos sin capacidad de generar frutos.
Desde aquí agradezco a Alejandro su lección de botánica, que, si me la impartieron en la carrera de Biología, no debí estar muy atenta, pues sólo conocía esta peculiaridad del árbol “Ginkgo biloba”.
Tras atravesar algún arroyo y disfrutar del sonido del discurrir del agua, entre charleta y charleta, llegamos a la zona de los miradores de los Poetas, con preciosas vistas de toda la Sierra, incluyendo los Siete Picos, la Maliciosa y la Cuenca del Guadarrama. Por supuesto, inmortalizamos nuestro paso por allí con un “selfie” en toda regla. Concretamente, la foto de grupo es desde el Mirador de Vicente Aleixandre donde, en una de sus enormes rocas de granito, se puede leer su poema: 
-“Sobre está cima solitaria os miro, campos que nunca volveréis por mis ojos. Piedra de sol inmensa, eterno mundo y el ruiseñor tan débil que en su borde lo hechiza.”
Si no todos, creo que la mayoría, hicimos foto del poema en la roca.
Muy cerquita de los miradores, nos encontramos con el Reloj de Cela, un llamativo reloj solar dibujado en las piedras, y en el que pudimos comprobar que, efectivamente, se marca la hora con tu sombra, si te colocas en la fecha del año más próxima a la actual, y también, marcada en las piedras.
Tras otras tantas fotografías, retomamos el sendero y por fin llegamos al Puerto de la Fuenfría, situado a 1796 m, donde descansamos 15 min y repusimos fuerzas con un merecido tentempié (incluso se repartió jamón ibérico) que nos supo a gloria.
Desde el Puerto, emprendimos el camino de bajada continuando por la carretera de la República hasta el Collado de Marichiva. 
Desde el Collado, nos deleitamos de nuevo con vistas espectaculares del Valle y pudimos distinguir desde ese punto, nuestras famosas cuatro torres de Madrid. 
La bajada requería algo más de concentración en cuanto a la pisada, pues había piedras sueltas; y fue ese, el único factor que nos hizo callar un ratito (especialmente a las mujeres), y durante unos minutos, escuchamos el silencio y disfrutamos de los preciosos sonidos de la Naturaleza.
Ya habían pasado las 4 horas largas desde el comienzo de la marcha; intuíamos el final, y aunque los piececillos comenzaban a resentirse, nos fuimos reuniendo en grupos más grandes y hablamos y opinamos alegres de todo un poco, hasta de política, y entre risas, una de las malévolas mujeres concluyó que Pedro Sánchez tenía “tetas”, a lo cual uno de los senderistas (varón) respondió: bueno… pues entonces ya me gusta un poco más…
Y de repente, ya estábamos en los coches. No pudimos profundizar más en el tema, por lo que … ahí lo dejo.
Y así es como finalizó esta marcha tan preciosa al Puerto de la Fuenfría.
Elena Sandoval