Dia 2/10/2016

CRÓNICA DE MONTAÑISMO

Desde Cotos a Cabezas de Hierro. 

Un poco antes de las ocho y media nos reunimos en el aparcamiento de Cotos José Antonio Rodríguez, Alfredo Carlavilla y yo (los de fuera) y a continuación llegaron los de Miraflores en un coche por la ausencia de Pablo Puerta, es decir, Mar Barrionuevo, Chelo de Dios, Sandra Tojeiro y Antonio de la Fuente conducidos por Emilio Rodríguez. Eso es aprovechar un coche, no como nosotros, cada uno en el suyo. La sincronización fue grande entre el primero y el último solo entraron dos coches ajenos, podemos dar un golpe.
Iniciamos el camino en el propio aparcamiento por una senda paralela a la desviación de Valdesquí.
Bajamos hasta un pequeño aparcamiento en la carretera donde la cruzamos a la altura del refugio del Pingarrón, seguimos bajando hasta el arroyo de las Guarramillas que cruzamos sin problemas.
El camino se convirtió en una senda dentro de un pinar frondoso y húmedo, cruzamos un par de arroyos más. Me gusta el pinar húmedo, normalmente en España es seco, la sensación de la pinocha caída frente a la hojarasca otoñal del bosque caducifolio es de sequedad y la sensación de pisar las acículas muy distinta a la de la hoja, pero la presencia del agua invertía lo habitual.
Las crónicas tienen como misión recordar las excursiones, las anécdotas, incidencias y servir de guía si se vuelve a organizar la misma ruta. Este aspecto en esta crónica está muy simplificado, porque a partir de este punto es muy fácil explicar lo que hicimos, contemplar Cabeza de Hierro Grande encima de las nuestras y dirigirnos a ella en línea recta. El pinar de la parte inferior del valle se había aclarado, había una torrentera que podría servir perfectamente de cortafuegos y por ella, sin dudar, nos dirigimos a la cumbre, no hubo vacilaciones, desvíos, curvas. Ascendimos entre las piedras sin excesiva dificultad. En algún punto paramos un momento a guardar los bastones y beber agua. Fue natural ayudarnos con las manos, no por difícil, sino por la pendiente que las dejaba a la altura del suelo.
Nos subimos alrededor de la columna geodésica y nos hicimos la fotos habituales. La subida había sido grande y a los que suben por las vistas, les recomiendo Cabeza de Hierro. A nuestra espalda Peñalara, luego el valle de Lozoya con el embalse de la Pinilla, el embalse de Santillana, el del Vellón ¿?, el de Navacerrada y el de Valmayor, faltaba el Atazar para dominar todos los recursos hídricos de la provincia, a la derecha la Maliciosa, Guarramillas con los “cohetes” de la Bola del Mundo y la caída hacia Segovia y la Granja. Se puede subir hasta aquí desde el puerto de Navacerrada, técnicamente más fácil y seguir la cuerda larga. Por este camino iniciamos la vuelta.
En todo el tramo de la cuerda, coincidimos con una carrera de montaña. Algunos de ellos asombrosos por fuerza. Todos muy educados, nos agradecían que nos apartásemos e incluso una mientras comíamos una nos deseó que aprovechásemos nuestras viandas, pero con dos tuvimos problemas.
Desde la Mayor nos dirigimos a la Menor, muy pocos metros menos, pero es la menor, allí protegidos del viento sur acampamos para comer algo, a sotavento como decían. Seguimos hacia el collado de Valdemartín y un poco más allá de la mitad de la subida de Valdemartín giramos a la derecha, bajando muy poco llegamos a la cabecera de la pista de Valdesquí. La descendimos entera, aunque hubo partidarios de desviarnos en una camino señalizado que cruzaba, llegamos hasta su pie haciendo bordadas porque la pendiente, limpia, era excesiva para afrontarla en línea recta. La protección de las rodillas era una preocupación común, aumentada cuando Sandrá nos dijo que el colágeno no sirve para nada en los cartílagos porque no están vascularizados. Mar preguntó por qué su médico se lo había recomendado. Yo recordé que cuando me lo recomendó un traumatólogo pensé en la poca fe con la que me lo decía.
Desde el pie de pista hasta el aparcamiento donde cruzamos la carretera de Valdesquí, luego en vez de volver por el camino desde Pingarrón seguimos por la carretera, con una ligera pendiente hasta el aparcamiento de Cotos. Mar se fue muy triste porque no hubo cerveza. Fue el único pero a un día en que nuevamente habíamos tenido todo. Doce kilómetros, mil metros de desnivel y unas cinco horas (paradas incluidas).

Un abrazo.

Reynaldo Vázquez

CRÓNICA DE SENDERISMO 

Rascafría-Carro del Diablo- El Paular- Rascafría:


Son las nueve menos cuarto. Paulatinamente vamos llegando todos al punto de encuentro en el pueblo de Rascafría. Dando honor a su nombre, la tª es de unos 5º, y apetece abrigarse nada más salir del coche. El cielo está de un azul maravilloso, que augura un día espléndido para caminar. El pueblo sigue dormido a esas horas; sólo algún coche que pasa de vez en cuando, y una bandada de cornejas, que atraviesan volando el parking, llamando la atención con sus graznidos característicos.
A la hora convenida, los 17 esforzados senderístas nos ponemos en marcha: Gloria, Irena, Elena, Ana, Esperanza, Joaquín, Jose Vicente, Alfonso,Javier, Viky, Gonzalo, Alicia, Pilar, Patricia, Juan Carlos, Isabel y el cronista.
Tenemos como guía y líder a Juan Carlos, que en todo momento nos va a llevar por la senda correcta, al ritmo adecuado, con seguridad, y dándonos información muy interesante a lo largo de la ruta. En nombre de todos,¡muchas gracias Juan Carlos por tu bien hacer!.
La ruta comienza en el propio parking municipal, tomando la calle empinada que pasa por el Centro Cultural y el helipuerto sanitario. Inmediatamente empezamos a ver el camino balizado como R.V. 4.
El panorama es una maravilla: vamos ascendiendo por el Valle de Lozoya  (para mi el más bonito de toda la Sierra de Guadarrama). Según subimos, a la derecha los montes Carpetanos, al frente el imponente Peñalara, con su cresta aérea de Claveles, a la izquierda toda la Cuerda Larga en su extensión, y en el Valle, el Monasterio del Paular como salido de un cuento. En el cielo, un grupo de unos 10 buitres leonados que atraviesan el Valle a gran altura. Y en la tierra, plantas aromáticas por doquier (Orégano, Cantueso, Tomillo...), que nos regalan sus aromas a nuestro paso.
Continuamos el camino por un robledal de roble melojo. Se agradece la sombra. La subida nos hace sudar a cada uno lo suyo. Ya hace un buen rato que nos hemos despojado de las ropas de abrigo.
Antes de lo que imaginábamos, llegamos al Carro del Diablo, donde descansamos, y damos buena cuenta de las viandas para reponer fuerzas.
El Carro del Diablo es una curiosa formación rocosa, que según la imaginación de cada uno, puede ver un carro portando una piedra encima, una tortuga con una bola enorme encima del caparazón, o simplemente... unas piedras de granito muy gordas.
Gonzalo nos cuenta la leyenda de un cantero de la Catedral de Segovia, que para cumplir con los plazos previstos de suministros de piedra para la obra, pacta con el diablo. Como siempre ocurre en estos casos, cuando ya ha terminado en tiempo,  el cantero quiere romper el pacto. El diablo para vengarse, petrifica el carro con la última piedra de la Catedral, que nunca llega. Habrá que ir a Segovia para ver qué piedra le falta.
Después del descanso merecido seguimos ascendiendo, hasta llegar a la Puerta del Reventón, señalado con un mojón muy evidente. En este punto dejamos la senda balizada que nos conduciría hasta el Puerto del Reventón, y tomamos un camino forestal a la izquierda que desciende hasta el Monasterio del Paular. La bajada es sencilla, pero se nos hizo larga. Sobre todo porque Rafa nos había puesto en la reseña de la caminata que serían unos 12 km, cuando en realidad son 15.5 km. Es el típico truco de montañero para pillarte desprevenido.
Llegada al pueblo, todos satisfechos y contentos por la marcha tan estupenda que nos ha propuesto Rafa, y guiado con maestría por Juan Carlos. Los que pudimos nos tomamos una cerveza bien fría en "La Flaca", brindando con Patricia y Juan Carlos,  por la excelente noticia que compartieron con nosotros de que van a ser abuelos. ¡Enhorabuena!.

P.D.: Adjunto unas cuantas fotos que ilustran la caminata. Gracias a Gonzalo por la foto de la mantis religiosa.

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