21/01/2018 Montañismo. Ascension al Yelmo. Cróonica de Jose Ignacio del Campo
A Las
ocho y cuarto coincidimos en Canto Cochino, Chelo, Viky , Izabella que
hace treinta años cambio su amada Polonia, patria de entre otros del
grande Federico Chopin que nos ha acunado tantas veces con sus
maravillosos nocturnos, Antonio, Juan Carlos, Paco, Alberto, Jose
Antonio, Emilio y el que suscribe que cada vez que sube, le encargan
audaz o maliciosamente hacer la crónica en perjuicio de los sufridos
lectores.
En
síntesis, subimos, llegamos arriba, y bajamos, volviendo al mismo
sitio de donde habíamos salido, más o menos como hizo Hillary.
Para no quedar mal, me extenderé un poco más.
Con
puntualidad torera a las ocho treinta cruzamos el puente y iniciamos
la marcha por la autopista de La Pedriza única que yo sepa en España,
que no tiene límite de velocidad ni radares, por el momento.
Después
de volver a cruzar el rio nos aproximamos al Refugio Giner. Por falta
de tiempo no pude saludar a mi amiga de hace diez años, la
burra Leticia que tiene por noble labor llevar los alimentos y
vituallas al refugio. Espero que no me lo tenga en cuenta.
Torcimos
a la izquierda y empezó el camino a ser una poco más serio. Después de
aproximadamente cuarenta y cinco minutos nos dimos cuenta que la senda
escogida iba hacia la derecha del Collado de la Dehesilla y que este
quedaba más abajo y decidimos subir por la ladera directamente a la
base noreste del Yelmo. Decir que es una ladera es un eufemismo pues a
poco que fuera un poco más vertical se la podría considerar un
acantilado.
Las
vistas de Las Torres, y de la Cuerda Larga y La Maliciosa, estas
cubiertas por un púdico manto blanco, serán difíciles de olvidar.
Alrededor
de las 11.30 llegamos a la dicha base del Yelmo. Paramos a tomar un
refrigerio y un grupo decidió heroicamente subir a su cima, cosa que
hicieron.
A
la vuelta reiniciamos la marcha por la plataforma sur de la base el
Yelmo y al iniciar el descenso nos acercamos a La Lagunilla a rendirle
homenaje a nuestra querida Mónica, a quien tanto echamos de menos.
El
descenso hacia el Oeste bastante inclinado y con tramos bastante
incómodos, pues en la senda, cuando la piedra estaba mojada escurría,
mismo que hacia la tierra seca, y cuando era la inversa se agradecía
mucho.
A las dos llegamos a Canto Cochino, y pudimos disfrutar de la compañía de los senderistas, cerveza y buena conversación.
La
climatología, harta de las intemperancias del Señor Trump decidió
regalarnos un cálido día de comienzos de la primavera, a mediados del
mes de enero.
En resumen, un magnifico día con una magnifica compañía.
José Ignacio
Que paséis una muy buena semana
Un abrazo
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