Domingo 22/1/2017
22 Enero 2017 El Yelmo

El domingo 22, puntuales como siempre, asistí, entre perplejo y fascinado, una vez más, a esta querida Pedriza con el objetivo puesto en la cima del Yelmo.
Fuimos muy bien guiados por Antonio, otros nueve montañeros entusiastas: Toño, Chelo, Mar, Fernando, Francisco, Mamen, José Antonio,Carmen y José Ignacio.
En mi recuerdo y en mi corazón palpitaba todavía la poesía de Unamuno que Pedro Nicolas nos había leído dos días antes en el Club Mirasierra. "Yo como tú, montaña, soy montaña//y siento que eres, como yo, persona,//nos cubre el cielo con igual corona//y ambos salimos de la misma entraña."
¡¡¡Qué lujo poder acceder a estos riscos tan intrincados de la Pedriza, que se encuentra a 40 kilómetros lineales de Madrid !!!.
Discurrimos  por caminos borrados por la nieve que nos obligaron a variar el rumbo hacía El Yelmo porque el hielo en su variedad de "verglas" nos podía jugar una mala pasada. Al final llegamos por otro camino más estirado a la base del majestuoso Yelmo. 
Decidimos finalmente no atacar la cumbre porque la chimenea final de acceso estaba también recubierta con "verglas".
Una vez más disfrutamos de un precioso y luminoso día con algún resbalón divertido en la bajada. Adjunto una foto de recuerdo de las "tres gracias" ante las que posaron Chelo, Mar, Mamen y Carmen. 
Lo siento pero hoy faltan referencias exactas a encrucijadas, collados, cuerdas..... El Yelmo, al igual que la cuarta Torre el domingo anterior, quedan para otra ocasión. La montaña, una vez más, nos pone en nuestro sitio y nos obliga a decir que no pero disfrutamos y desconectamos de todo.
Termino con dos cuartetos más de Unamuno, inspirados en la sierra de Gredos. 
"Cual en la tuya brotan en mi cima
relámpagos y rayos de tormenta,
un mismo jugo a tí y a mí alimenta
y un espíritu mismo nos anima.
Tú me darás sostén y yo a tí vuelo
y a ambos Dios nos dará de su conciencia,
e hijos suyos así, ante su presencia,
rodaremos sin término en el cielo"
Un fuerte abrazo a todos. José Ignacio

Descubriendo el Monte de El Pardo:
Si rectificar es de sabios, en el grupo tenemos dos: Uno por su machacona insistencia de cambiar la senda Ortiz por el Monte del Pardo, y otro por su flexibilidad para aceptarlo nada más escucharlo... me dijeron.
Pues a las 0830 estábamos como Omegas en la puerta del Club, y allí empezaron los recuentos, que si fulanito no viene, que están aquí menganita y zutanito, que no estaban apuntados. Total un caos.
Menos mal que Gloria tomó cartas en el asunto, nos hizo poner los cinturones de seguridad y tras contarnos tres o cuatro veces, decidimos que éramos...unos diecinueve.
Nos dirigimos en cinco bólidos a un hueco en la pared del Monte del Pardo que atravesamos y sin dejar dicho muro a nuestra derecha, hicimos un primer descansito admirando el palacio de caza del Conde de los Arcos, hoy perteneciente al Patrimonio Nacional.
El muro que seguimos, nos dijo José Vicente, lo mandó construir Carlos III, el de las pesquerías, y es admirable el buen estado en el que se conserva. Continuamos entre encinas, algún alcornoque y unos fresnos despistados hasta cruzar la carretera El Pardo-Fuencarral, y de allí a poco más de un kilómetro, tuvimos ocasión de subir a un mirador con una vista espléndida de la sierra, que tiene muy poca nieve, el Valle de los Caídos y el Escorial, con las Machotas allí cerca y las ya famosas cuatro torres de la Castellana, a la espera de la quinta.
Bajamos entre pinos hasta las proximidades del Palacio del Pardo. No entramos porque parece que no se les avisó y no tenían preparado el tentempié. Habrá que corregir esto.
Durante todo el camino se oían voces de ¡caos! ¡caos! y yo no sé a que se debían, porque José Vicente llevaba muy muy en la mano el grupo, reunido y controlado.
Al llegar a las inmediaciones del Palacio estas voces, casi gritos, se multiplicaron: ¡caos!, ¡caos!. Ya me contaréis la razón de las voces.
Regresamos por otro de los muchos caminos del Monte. Esta vez siguiendo una alambrada que separa la zona donde están los animales casi en completa libertad. Durante toda la jornada, nos cruzamos con muchos jinetes, y como suele ser habitual, con muchos ciclistas.  
Junto a unos restos de una casa derribada, posiblemente por incumplir alguna norma, repusimos fuerzas. 
Volvimos a cruzar por el mismo sitio la carretera de Fuencarral, y al poco llegamos a un merendero donde dimos buena cuenta de unas cervecitas y donde, tomando el sol, descansamos otro poquito.
A un par de kilómetros, dejando el ya citado muro a nuestra izquierda, llegamos a la explanada donde dejamos los coches.
No me queda si no agradecer a Gloria, Begoña, Paz, Melanie, Mariane, Esperanza, Joaquín, Margarita, Elena, Katinka, María Lamo, Rocío, María Franco, Ana, Coro, Alfonso, Carmen, y muy especialmente a nuestro guía, José Vicente el buen rato que pasamos juntos.
Lo dicho, una marcha muy bonita, de la categoría de las repetibles y disfrutonas, ¡un caos!
Un abrazo y feliz semana.

 Gonzalo Fernandez Lamana

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