10/11/2018; Senderismo: El Tejo Milenario; Mariane Delgado


Como de costumbre, salíamos a las 08:05 de la puerta del Club Mirasierra; José Vicente Almela, Aracha Almela, Carlos Aragones, Julia Aragones, Belén Aragones, Carlos Aragones (junior), Álvaro (nuestro veterano senderista además de cronista con tan sÛlo 11 aÒos), Silvia Caridad y su hijo Guillermo, Gloria Fernández, Rocío Eguiraun, Marisa Ruiz, Viky Cadahia, Hedvig Oskarsson, Angeles Sanz y esta cronista.
Cinco niños en el grupo! Parece que se empieza a forjar el relevo.
Dos años después volvemos a realizar esta preciosa ruta por el Valle de Lozoya, aunque en esta ocasión con alguna variante que os explicaré más adelante.
Una vez nos unimos en el aparcamiento a Gonzalo (nuestro guía hoy) y Pablo Olavide (nuestro compañeero y experto ornitólogo, °vaya lujo!),
Comprobamos para nuestra sorpresa que las condiciones meteorológicas eran bastante mejores de lo que preveíamos e iniciamos nuestra ruta.
Todos alcanzamos con facilidad nuestro primer hito; La Presa del Pradillo, a partir de la cual el Río Angostura, el cual vamos a bordear por su margen derecho después, pasa a llamarse Río Lozoya. En su entorno, los enormes robles de hojas amarillentas contribuyen a acrecentar la belleza de este lugar.
Tras varios kilómetros junto al río acompañados por el vibrante ruido de sus aguas, algunos integrantes del grupo tuvieron la gran suerte de poder ver a un mirlo acuático cruzando el rÌo! Luego accedimos a la pista por la que se llega al Puente de la Angostura y en este tramo nos encontramos con algunos preciosos abedules con su caracterÌstico tronco blanquecino y sus hojas de un amarillo intenso en esta época del año.
En esta ocasión, por indicación de nuestro guía, en lugar de adentrarnos por una estrecha y frondosa senda del bosque cuyo trazo implica tener que cruzar un par de veces eí, continuamos por la pista. Ahora nos acompañaban infinidad de majestuosos pinos, de denominación Pino de ValsaÌnñ
En varias ocasiones tuvimos la oportunidad de ver algunos buitres negros sobrevolando nuestras cabezas. El detalle de que algunos de estos pinos tuviesen bien su troncoo sus ramas recubiertos de líquines da una idea de la pureza y calidad del aire en este paraje (indicación ésta de Pablo).
Algunos kilómetros más adelante nos desviamos para ir al encuentro del Tejo Milenario. °La expectación era máxima entre los más pequeños!
Empezamos a encontrarnos con algunos de ellos, más jóvenes estos y a escasos metros, más adelante, allí estaba el impresionante °Tejo Milenario!
Su aspecto no hace sino envolverte, y entre sus raices principalmente puesto que se trata de un ·arbol que crece hacia abajo! Por eso resulta tan fascinante.
Y es que La Madre Naturaleza no dejar· nunca de sorprendernos y emocionarnos, a mí al menos.
Sentados sobre algunas rocas junto a sus raíces procedimos a tomarnos nuestro consabido tentempié.
Reiniciamos la marcha de vuelta y para ello fue necesario atravesar el río. Prueba esta superada con éxito por todos los integrantes del grupo.
De regreso, ya por el margen derecho del río, nos volvemos a encontrar una pista repleta de gigantescos pinos e infinidad de acebos hembras (los de bolitas rojas). Ahora en todo su esplendor dado el intenso verdor de sus brillantes hojas.
Siguiendo de nuevo las indicaciones de Gonzalo hicimos dos atajos, ambos sobre una acolchada alfombra natural formada por la infinidad de púas y pequeñas piÒas de pino caídas al suelo, algo que nuestros pies, algo doloridos ya, agradecieron sumamente. Teniendo en cuenta ambos atajos hicimos finalmente un total de unos 13 kilómetros. Y además, y esto es lo más sorprendente, un desnivel total de unos 700 m. aproximadamente! 
El último tramo discurre junto al Embalse de Pradillo. El paisaje y la vista que ofrecen sus aguas, con el reflejo de la diversidad de colores de la vegetación colindante es sencillamente un espectáculo visual impresionante!
Una vez ya en el aparcamiento del Restaurante Pinosagua buena parte del grupo decidió no perdonarse las tradicionales cañitas, esta vez bien acompañadas por unas deliciosas croquetas y morcillas de Burgos, de las que todos dimos buena cuenta.
No quiero dejar de despedirme con una entrañable frase que le dijo Carlos (nieto de José Vicente), a Guillermo (hijo de Silvia) al acercarse a nuestro coche para despedirse de él: "Hasta la próxima en la montaña!".
Mariane                 

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