El
día no se presentaba propicio, pues los pronósticos eran alarmantes
hasta el punto que la superioridad cambió el destino previsto del Cerro
de san Pedro por el más modesto de Valdelatas.
Quizá
eso justificó la moderada asistencia. Solo nos presentamos en la línea
de salida el jefe Rafa, Alejandro y su encantadora esposa Isabel, las 3
bravas senderitas hispanas, inasequibles al desaliento, Gloria, Rocío y
Elena y este cronista. A última hora nos alegró la incorporación de
Mamen que por un día abandonó a los montañeros por un recorrido más
abordable.
Valdelatas
es un bonito bosque situado a orillas de la carretera de Colmenar entre
Alcobendas y la Universidad Autónoma. Su extensión es como tres veces
el parque del Retiro y en él predominan las encinas, las jaras y los
pinos piñoneros. Es una estribación del monte del Pardo, desde donde
algunas veces vienen jabalíes para acechar a los conejos que abundan en
la zona.
Está
poblado de pistas y senderos donde no es raro desorientarse. Al
principio tomé yo mismo la responsabilidad de guiar al grupo, pero al
ver que me había perdido, solo un poquito, perdí la confianza que en mi
habían depositado y asumió el mando Alejandro que también se perdió otro
poquito, con lo que al final nos perdimos bastante, aunque tengo que
admitir que Alejandro consiguió llevarnos eficazmente hasta los coches.
Los
despistes nos permitieron caminar unos 10 km, pues este monte no
permite mucho más. Durante todo el recorrido nos acompañó el agua nieve y
un frío bastante intenso que soportamos con estoicismo y la alegría
propia de intrépidos senderistas, solo al final cuando llegamos al
aparcamiento comenzó a nevar con algo de intensidad y la gente no estaba
para cañitas.
Durante el camino hablamos de espías y algo de Puigdemont, pero está claro que este tema ya no da para mucho.
Desde
que Rafa anunció un premio a la mejor cronista, había soñado en hacer
una brillante crónica pero queridos senderistas es que Valdelatas no da
para más.
Buena semana a todos y que la nieve nos siga acompañando.
J.V. Almela
Un abrazo
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