La nieve y sobre todo las
temperatura muy baja nos hicieron desistir de emprender la subida a los
Baños de Venus de la Pedriza. Siempre vamos con un frío infernal y la
caminantes de hoy hemos decidido proponer que se programe para
primavera, cuando haya agua abundante en la cascada y no se forme hielo.
Hoy era día propicio para encontrar agua helada en las rocas, salí de
casa con seis grados bajo cero y en el entorno de los Baños se suele
formar, además del hielo que puede producirse en cualquier punto de la
Pedriza, más debido al agua pulverizada que acaba posándose en las rocas
y se congela. Ello me permitió dado que era 11 de febrero recordar el
chiste de “Virgencita que me quede como estoy”, que volviésemos sin
incidentes. Carmen y José podéis estar tranquilos, no hemos ido a la
Pedriza y tendréis otra oportunidad, espero que en primavera de llegar a
los Baños de Venus.
Los
montañeros somos, o son, gente prudente y pensaron en estas cuestiones,
José Antonio Rodríguez propuso un paseo desde Torrejón de Ardoz, Emilio
continuar la vía verde del Tajuña. Como yo la acababa de hacer por mi
cuenta decidimos aceptar la propuesta de José Antonio. El mismo hizo una
segunda mucho mejor, pero como la primera había sido aceptada por todos
y dada la hora que era decidimos no someter a consideración la segunda.
Esta
vez hubo servicio de recogida a domicilio, primero Rosa, luego Emilio y
por fin el promovente del recorrido. Aparcamos en los límites urbanos y
del término. Allí confluyen San Fernando de Henares, al que pertenece
el Soto de Aldovea, Alcalá de Henares, Torres de la Alameda y
Villalbilla. Por alguno de estos términos nos paseamos.
Comenzamos
a las nueve y seis minutos bajando hacia la vega del Henares, cruzamos
por un puente con barandillas arruinadas faltas en algunos tramos y
vencidas en otros. Pasamos una carretera por debajo y unas instalaciones
abandonadas de cría caballar. Nos dirigimos hacia el Viso que parecía
lejano, pero la distancia al alto desapareció en un momento, andar por
llano y buen camino tiene esta ventaja. La cuesta era empinada. Cuando
llegamos a lo alto pudimos apreciar que no era un cerro aislado lo que
habíamos subido, sino más bien habíamos salido de la depresión del río.
Me sorprendió la cantidad de cultivo de cebada o plantaciones nuevas,
probablemente de almendros que habíamos atravesado por el camino, todo
ello tan cerca de las casas de Torrejón.
Desde
lo alto se veía el pico del Ocejón, Somosierra y los cordales, también
Madrid y hacia el otro lado Alcalá de Henares. Lo más sorprendente es
que con prismáticos se podía ver la puerta de Alcalá y los que gozan de
mejor vista la torre Eifel y la puerta de Brandenburgo. Forman parte de
las construcciones del parque Europa.
No
escondo mi enemistad con los ciclistas, gente, en algunos casos,
maleducada, despreciativa del peatón y de la naturaleza que destrozan
con su rodar fuera de pista. Desde que salimos nos sorprendió la
exquisita educación de los muchos que nos encontramos en el camino. En
la cumbre uno se desmontó y se dirigió a nosotros para dedicar diez
minutos a explicarnos un posible recorrido de vuelta.
Bajamos
hacia Alcalá de Henares y volvimos a subir. Iniciamos la bajada
definitiva a través del hueco abierto en una valla de alambre al poco se
nos acercó un arquero, con su arma en la mano, para advertirnos que
estábamos dentro de un campo de tiro con arco y que era peligroso pasear
por allí. Él estaba cazando. Se trataba de animales de plástico a los
que disparaban desde distintas posiciones. Cerca de nosotros vimos un
oso, más adelante un jabalí con el que se posaron Rosa y Emilio. Al
salir de la finca del tiro, nos encontramos con el camino ya en llano
por el que habíamos marchado a la ida.
En
el puente sobre el Henares decidimos hacernos unas fotos. Detrás
nuestro vimos unos patos azulones y unas grullas o garzas que nuestros
expertos ornitólogos catalogarán.
El
coche nos esperaba en la primera línea urbana. En resumen hicimos 16'6
kilómetros, con una subida y bajada de 545 metros, por una vez hicimos
una velocidad mayor en la bajada que en la subida. La velocidad en
movimiento fue de cinco km/h, y el tiempo dedicado a ello de tres horas y
cuarto, de un total de casi cuatro horas y media.
Me
apunto siempre que puedo a caminar, especialmente con unos buenos
amigos, tenía curiosidad por el sitio y fui sorprendido por lo agradable
y bonito del camino. Por cierto, mucho más seguro que lo que hacen esos
osados senderistas, nuestro jabalíes eran de plástico los que te puedes
encontrar en el Pardo son de carne y hueso.
Un abrazo
Reinaldo
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