A
las 8 estábamos Chelo, Jesús y yo en el aparcamiento del puerto con
peores sensaciones de lo previsto pues todo estaba mojado y llovía de
forma intermitente. Al poco llegaron también Reynaldo y José Vicente.
José Vicente al ir a ponerse las botas se encontró con que se había
traído dos botas del pié derecho por error. Con valentía y sin dudarlo,
decidió volver a casa y corregir el error y volver y que “ya nos
cogería”. A mi me parecía difícil de creer que fuere capaz de hacerlo,
pero ¡si que lo fue! Como luego vimos.
También
nos indicó José Vicente que había una carrera señalizada con banderines
naranjas y podía ser de ayuda en la niebla. Buen consejo.
A
las 8,20h iniciábamos la subida con algo de lluvia. Al ir subiendo se
empezó a hacer notar el viento y la niebla que en la Bola del Mundo eran
muy fuertes. La sensación de frío tampoco era pequeña.
Al
iniciar el suave descenso camino de Valdemartín la niebla no permitía
ver más allá de diez metros, con lo que entre un banderín y otro echabas
un buen rato sin verlos. Nos equivocamos de dirección a la primera
desviándonos a la derecha hacia el Ventisquero de la Condesa. Tras diez
minutos de bajada, extrañados por no recordar que ese tramo fuese de
bajada fuerte y no haber vuelto a ver banderines, llegamos a una caseta
donde ya tuvimos certeza de que habíamos errado el camino e iniciamos la
vuelta hasta recuperar el desvío en la parte alta.
Allí ya empezamos a pensar si hacer ó no completa la travesía prevista, decidiendo seguir por el momento.
Tras
unos 15 minutos por el buen camino, iniciando el descenso hacia el
Collado de las Guarramillas, azotados por viento y llovizna y en medio
de la persistente niebla, paramos para valorar la situación. Yo fui el
primero en proponer darnos la vuelta pues aún suponiendo que no
tuviésemos más errores en la ruta ni otros problemas, las condiciones
ambientales nos prometían un día muy desagradable.
Reynaldo
propuso una alternativa hacia La Maliciosa y en la duda decidimos de
momento volver a Bola del Mundo y allí decidir. El viento era tal que
costaba incluso hablar entre nosotros.
Al poco de iniciar la vuelta nos encontramos a José Vicente que venía a toda pastilla dispuesto a cogernos.
Él
nos propuso otra alternativa que era bajar al puerto y hacer un paseo
agradable hacia la zona de Los Cogorros, suponiendo, como así fue, que
en esas zonas más bajas habría poco viento.
Tras
tres horas estábamos de vuelta en el Puerto y nos dirigíamos a los
miradores de Los Cogorros. Nublado pero agradable, fue un paseo bonito
de unos 40 minutos hasta el segundo mirador, donde José Vicente nos
propuso prolongarlo algo a lo que accedimos y alargó el paseo hasta unas
dos horas en total. Seguimos el camino con una fuerte bajada por en
medio del bosque hasta una pista más ancha que nos devolvió al Chalet de
Aviación para estar de nuevo en el puerto a las 13,30h.
Estas
dos horas últimas fueron tranquilas y agradables, por en medio del
bosque lleno de humedad y con el suelo tapizado de helechos coloreados
de amarillo. Un recorrido que en su mayor parte sólo conocía José
Vicente y del que todos disfrutamos.
Rafael
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