Buenos días a todos,
Sé
que los montañeros hemos perdido la costumbre de escribir crónicas,
pero una aventura como la de ayer, si se silencia, si no se comparte, se
queda en nada, por eso nos hemos decidido a escribir estas líneas.
Desoyendo
todas las advertencias y consejos sobre el temporal que se iba a cebar
con nosotros, Antonio y yo , como representantes de todos los que lo
hubieran deseado, pero no pudieron venir, emprendemos la marcha desde el
aparcamiento de La Barranca a las 8:25 h, con una temperatura
estimulante de +2,5ºC que nos presagia una mañana fresquita, un tiempo
ideal para el ascenso a una de las cumbres de la sierra de Madrid, que
todo montañero tiene en su lista de deberes por cumplir.
Ascenso rodeados de tonos verdes, por la humedad y un cielo encapotado, pero lleno de luz matinal.
Una
vez pasado el Peñotillo, pisamos las primeras piedras, un poco mas
arriba, las primera bolitas de hielo y unos metros más allá, la primera
nieve y a pocos metros de la cima las placas de hielo, que se acumulan a
las piedras que nos acompañaron todo el camino.
La
Maliciosa nos ofrece su lado duro, no por realizar un ascenso por la
cara sur, si no por la temperatura de -3 ªC bajo cero, que nos permite
disfrutar del enorme gesto de solidaridad y ayuda montañera, porque
cuando los dedos te duelen a pesar de los tres pares de guantes, tu
compañero se convierte en tus manos, para subir o bajar la cremallera o
ajustarte los correajes de la mochila. Muchas gracias Antonio.
La
Maliciosa nos recibe con un fuerte viento que nos estrella agujas de
hielo contra la cara y los ojos, visibilidad nula y una temperatura de
-11ºC bajo cero según el termómetro de Antonio, que tiene que rascar la
pantalla para ver los números.
Cantamos
el Berg Hail a las 11:15, dos horas y 40 minutos después de iniciar el
ascenso, en una subida vertiginosa, ya que las inclemencias no
aconsejaban detenerse mucho. Y un abrazo montañero, porque la ocasión lo
merece.
Os
preguntaréis ¿y con este tiempo encontrasteis a otras personas? En esto
de vivir aventuras, nunca te encuentras solo. Dos corredores, sin mucho
equipamiento ni protección en la subida y en el descenso por la cara
norte alguna pareja y algún alma solitaria que trata de desafiarse a sí
mismo, ya que el desafío a la montaña, siempre lo tenemos perdido.
El
descenso, con visibilidad cero, se vuelve intuitivo, porque en eso
Antonio también es una caja de sorpresas, tiene todas las montañas
dentro de la cabeza.
Llegamos
al primer bosquecillo y éste nos anuncia, el final de la aventura,
entramos en la zona controlada, en nuestros pensamientos en las pequeñas
preocupaciones del día a día, en la rutina, lejos de las preocupaciones
por calentar los dedos, por buscar el camino entre la niebla espesa,
lejos de la montaña, que en el día de hoy nos ha permitido experimentar
la sed, porque cuando vuelcas la botella para ablandar la garganta
reseca, no te vuelve ni una gota, porque el agua se ha congelado.
Agujas
de hielo golpeando en nuestra cara, más abajo nieve y un cambio
maravilloso en el bosque que nos permitió ascenderlo en verde y que se
ha transformado en blanco, para que disfrutemos de todos los matices
posibles del bosque de invierno. Intentamos hacer una foto al
espectacular embalse, que siempre me ha inspirado la serenidad de las
cosas inmóviles, pero el objetivo está congelado, no sale ninguna foto.
Llegada
al aparcamiento a las 13:50, cambio de botas y rascado del hielo de los
cristales del coche para ver donde está la carretera de vuelta. Ha sido
una experiencia maravillosa, una aventura que solo puedes vivir si te
decides a subir una montaña en invierno.
Mucha
gracias Rafa por preocuparte por nosotros, por llamarnos para ver si
estábamos enteros, pero como ves, nunca tuvimos una sensación de
peligro, no pasamos realmente frío, tan solo disfrutamos de una aventura
maravillosa.
Esta
crónica se la queremos dedicar a todos los que no nos pudieron
acompañar, porque las obligaciones siempre atan con lazos cortos, a los
que vais a dedicar unos minutos en leer esta crónica, y yo quiero
dedicársela especialmente a mi fiel y leal compañero Antonio, ya qué sin
sus consejos, ayuda, intuición en la montaña, y sus enormes dosis de
solidaridad, yo no hubiera podido escribir esta crónica. Esta
experiencia Antonio, te la debo a ti. Muchas gracias.
Para
despedirme, quisiera contestar a la pregunta que algunos me habéis
formulado y no quiero pasar por alto. ¿qué se dicen dos montañeros
solos en la montaña, rodeados de placas de hielo y a -11ºC bajo cero?
¿de que se habla cuando estás rodeado de inclemencias invernales que te
hace dudar si será capaz de seguir? Para conocer la respuesta a esta
pregunta, tan solo hay que subir con nosotros.
Os esperamos en la siguiente aventura, un fuerte abrazo de Antonio y de Emilio y feliz semana para todos. Hasta pronto.
Emilio
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