Comenzamos
la jornada en el Club Mirasierra Emilio, Carmen Izquierdo, Marian y
esta cronista. De aquí al aparcamiento de Cantocochino donde nos esperan
Juan Carlos y Emilio. Antes de empezar la marcha acordamos modificar el
recorrido previsto eligiendo otro más sombrío y agradecido en esta
época del año.
Salimos
en subida camino del Collado Cabrón. En algún punto del recorrido
comenzamos a descender adentrándonos en una zona más umbría y fresca que
nos lleva de nuevo ascendiendo hasta la Charca verde y de aquí, con el
Manzanares a la izquierda, a los Chorros del Manzanares. Y aquí estamos,
en la Cuenca Alta del Manzanares. A la vista los saltos de agua y sus
pozas. Si cierras los ojos la sensación no es menos grata, te sientes
envuelto por una brisa refrescante y un sonido relajante. Tras las fotos
oficiales, descendemos rehaciendo parte del camino. Carmen tropieza y
cae sobre la rodilla izquierda haciéndose una ligera abrasión. Pero
nuestro guía saca una lata-botiquín –olé la reutilización- y hace de
enfermero eficaz. Y como la montaña es solidaria nos pasan unas tiritas y
“Sana, sana…”. Seguimos hasta el puente del Retén que hemos cruzado
tanto en la subida como en la bajada. Completamos la vuelta en una ruta
cuasicircular.
Más
o menos ese ha sido el recorrido. Sé, porque así me lo cuenta Juan
Carlos, que hemos dejado a un lado el Puente del Francés, tanto a la ida
como a la vuelta. Pero la verdad es que cómo no sé dónde queda, que
cada uno ponga el dato donde sea en el relato.
Al
final nos ha quedado una marcha muy completa, con partes más exigentes y
otras más llevaderas, de 13,5 km y un desnivel acumulado de 944 m que
nos ha llevado 5,30 horas.
Por
mi parte me dejé llevar, como siempre que os acompaño, disfrutando del
paseo, la caminata, las subidas y las bajadas. Sin otra cosa en que
pensar que disfrutar del entorno, la compañía y la charla.
Como decís los montañeros la montaña es una lección de vida y este domingo aprendo:
de Alfredo que “no hay atajo sin trabajo”,
de Mariam que las paradas para desalojos de líquidos se denominan “paradas hidraúlicas”,
de Juan Carlos a distinguir la Mejorana y otro montón de cosas sobre viviendas de econergéticas,
de Emilio que se puede contar con su atención desinteresada
y de Carmen que se la puede llevar a cualquier parte, que es como La Pedriza, que nunca defrauda.
Y
del grupo de montañeros, en general, que sois acogedores, competentes,
emprendedores, divertidos y un sinfín más de calificativos que podéis
adjudicaros.
Que sirva esta crónica como despedida. Me voy pa Cai.
Hasta que nuestros caminos se crucen.
Mª Eugenia
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