Había
muy poca gente apuntada a esta excursión. Francisco Vaquero y Elías
Rodríguez, A mí la distancia a la que se encuentra La Granja me echa
atrás. Ya me ocurre con el valle de Lozoya, encajonado entre el
desdoblamiento de la sierra madrileña. Pienso que tiene lugares
preciosos, pero que no compensa la distancia. En este caso, incentivado
por los comentarios, crónica y fotos de los senderistas que habían
realizado el chorro grande del Cambrones unas semanas antes y por mi
compañera de destino que se había ido desde Rascafría a La Granja y
vuelta en la misma semana decidí apuntarme porque ver el chorro merece
la pena. Mi compañera me había dicho que ni en la ida ni en la vuelta lo
habían visto, que lo recordaba malamente de cuando habíamos hecho
juntos ese recorrido. Pensé: como puede ser tan torpe la gente para
subir el Reventón y no visitar esa maravilla de agua corriendo.
Posteriormente,
cerrado el plazo oficial, se apuntó José del Campo. El único que salía
de Madrid era Elías por lo que le propuse ir juntos. Quedamos en la
capilla de La Florida y cuando llegué me esperaba allí. Recordé a Mar y
Rosa y las diferencias entre el cerebro femenino y el masculino. Mi
conclusión es que Elías se orientaba mejor.
Seguimos
en mi coche hasta La Granja sin más problema que la amenaza constante
de la presencia de un radar móvil. José nos esperaba en el aparcamiento
frente a la fábrica de cristal. Nos siguió hacia la urbanización donde
habíamos quedado con Francisco. Elías sacó su teléfono y Google Maps nos
guío en contra de mi memoria, cuando habíamos dado una vuelta en
círculo y empezábamos la segunda vuelta me rebelé contra Google y
apliqué mi criterio, en tres minutos avistamos a Francisco que había
salido a la carretera. Los tres coches continuamos hasta el portillo de
la calle Fuente de los Infantes.
Después
de este incidente pensé que no se trataba de diferencias entre el
cerebro masculino y el femenino. No, el hecho diferencial se encuentra
en cerebros abducidos por Google y cerebros que se resisten a ser
fagocitados por los habitantes de ese exoplaneta que atrofia las
cualidades innatas de los humanos.
Yo
era el guía, pero está visto que no tengo autoridad o no me quiero
imponer. Mi neoliberalismo me traiciona. Elías se había descargado
anoche la ruta que íbamos a hacer. Cuando llegamos a la primera
bifurcación dije a la izquierda, pero el satélite dijo a la derecha.
Insistí, el chorro grande del Cambrones está a la izquierda, pero quien
iba a luchar contra un satélite: fuimos a la derecha. Por fin llegamos
al camino que sube desde la tapia del palacio, bueno y con una pendiente
constante. Allí nos preguntó un corredor si seguía el camino de la
derecha o el de la izquierda ya que quería ver el chorro. El satélite
contestó que el de la izquierda, menos mal que ni él ni nosotros lo
seguimos, por una vez me impuse. El de la izquierda era un cortafuegos
que lo había recorrido hace años con Jesús Extramiana.
Francisco
tiró hacia arriba fuerte, como se creía el más joven tenía que dar
ejemplo, y Elías le siguió. Tuve que sacar a Francisco de su error, lo
tomó con incredulidad, ¿cómo yo con mi pinta decrépita pretendía ser más
joven?
Llegamos
a la Fuente del Infante, siempre la he conocido en singular, a pesar de
que la calle emplee el plural. Desde allí seguimos sin tanta pendiente
paralelos a una tapia de piedra que llega hasta el portillo del
Reventón. Una vez en el portillo hicimos una pequeña subida adicional
hasta el hito del punto geodésico. Hicimos dos paradas, una en cada
sitio y Francisco nos aleccionó en como comprar billetes baratos para
vuelos y nos asombró con sus interminable viajes y excursiones. Pude
recordar con él la laguna Negra, en la provincia de Soria, cerca ya de
Montenegro de Cameros, el único pueblo de Cameros fuera de La Rioja, las
lagunas de Neila cercanas a Quintanar de la Sierra en la provincia de
Burgos, y el rio Lobos, a caballo entre ambas provincias, desde la
burgalesa Hontoria del Pinar hacia al soriano Burgo de Orma. La verdad
es que no para. Y le da tiempo como a Elías de hacer una carrera más.
Con el calor que hacía hoy, Francisco no venía disfrazado de papá noel
bonachón. Tampoco nos ha hecho un calor excesivo.
A
partir de la Fuente del Infante, prácticamente de la misma tapia de
piedra, surgen cada cierto tiempo manantiales, cabezas de arroyos. Se
trata de un semicírculo bastante plano y los pequeños arroyos son como
los radios de esa figura. Nos explicó un geólogo en la excursión que
hicimos con Jesús que allí hay una placa de granito que recoge el agua
de los montes circundantes y que aflora al llegar a la placa. Se juntan
los regatos en el centro generador del semicírculo y forman el caudal
del Cambrones que abastece generosamente el chorro. Al llegar a la
prolongación del río propuse girar para ver el chorro, advertí que podía
en algunos tramos ser difícil. Nuevamente se impuso Google, debíamos
seguir un poco más y torcer a la derecha, era más fácil. Así lo hicimos
desgraciadamente.
José
del Campo había oído mis comentarios y decidió seguir por el camino por
el que habíamos subido, le propusimos ir con él, pero lo rechazó con
unos argumentos geniales, 1º. tenía tendencia a caerse, 2º no le gustaba
caerse, y como no le importaba bajar solo, pues nos dejaba, él prefería
el camino bueno conocido. Bajamos por el cortafuegos ya recorrido en la
excursión con Jesús, la bajada de gran pendiente y con arena suelta,
una pesadez que nos hizo ir muy despacio, tanto que a pesar de que José
caminó el triple que nosotros, únicamente le sacamos un minuto. Como
habréis podido imaginar ni nos acercamos al agua. Me acaban de mandar
una conferencia donde se dice que el estereotipo de nuestra propia vida
se convierte en profecía, y que las personas optimistas sobre si mismas
viven siete años y siete meses más que las que tienen una autovisión
pesimista, las primeras desarrollan el hipocampo. Recuerdo otra donde se
decía que el senderismo especialmente por terreno no uniforme también
lo hace. Si ambas cosas están conectadas, andar por terreno abrupto, si
no te matas, alarga la vida. José no creo que con tu actitud cumplas
sesenta años.
Francisco
nos llevó al hogar del jubilado “San Luis” supongo que en honor a
nuestro único rey de ese nombre muy vinculado con el real sitio. En la
subida conté las andanzas de su esposa doña Luisa Isabel de Orleans,
pero no es propio reproducirlas por escrito en este sitio. Allí nos
invitó Elías al aperitivo, unas cervezas sin alcohol malas, pero
acompañadas de doce pescaditos en gabardina, sepia empanada (4),
mejillones, dos cruasanes rellenos de jamón y queso partidos por la
mitad, aceitunas, pan y algo que se me olvidará seguro. Todo ello con la
conversación que pusimos nosotros. Mar habría sido tu envidia. Además,
por seis euros.
Los
de fuera se quedaron a comer judiones, codornices y huevos fritos con
chorizo. Los de Madrid volvimos. Yo iba enfadadísimo, había ido par ver
el chorro grande y no lo había visto, era el guía y Google se había
entrometido. Formé mi firme decisión de no volver a una excursión de los
montañeros. Cuando dejé hoy al mediodía a Elías en su coche le dije:
“¿Nos veremos el viernes?” Contestó “Sí, iré. Me apetece mucho la marcha
nocturna a Peñalara”. Repliqué: “A mí también”.
Os invito a todos, senderistas y montañeros a que no faltéis. Un abrazo a todos.
Reinaldo
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