Cuando ya vivía tranquilo, por haber olvidado la autoencomienda de hacer la crónica del domingo 26 de mayo de dos mil diecinueve, he recibido la del día anterior redactada por Mª Carmen Vázquez que me ha recordado mi compromiso. Si ella ha dejado en buen lugar nuestro apellido, yo procuraré, al menos, no deshonrarlo.
Indudablemente
nada puede competir con la belleza del chorro del río Cambrones y el
ánimo de los senderistas, pero como la Torres de la Pedriza y los que
asistimos tampoco estamos mal, pues adelante con la crónica.
Empezamos
con retraso porque Mar y Rosa decidieron visitar al presidente del
gobierno en funciones. Un ligero despiste porque habían quedado con
alguien más importante. Cuando llegamos a Canto Cochino el aparcamiento
estaba casi lleno. Allí nos esperaban nuestros compañeros, José Ignacio y
Cipriano.
El
retraso nos obligó a reconsiderar el recorrido y sin apartarnos del
objetivo final, las Torres, optamos por una ascensión directa, por la
línea más corta. El recorrido de ida y vuelta por el mismo sitio tuvo
una longitud de 12’26 km y una ascensión, toda en la ida de más de mil
metros, cifra no desdeñable en seis kilómetros.
La
subida fue amenizada por nuestras compañeras que no paraban de recordar
a Antonio, lo bien que conoce la Pedriza. Esto es cierto, pero en lugar
de corresponsabilizarse con el recorrido ponían objeciones a mi modo
personal de dirigir. Un guía tiene que ir el primero, mientras íbamos
por la autopista, ¿para qué?
Rosa
muy comunicativa preguntó a un caminante si se podía cruzar el río y
que por donde iba a ir. El hombre, que amable no era, en mal tono
contestó que iría por donde nosotros no fuéramos, que si íbamos por la
derecha el iría por la izquierda y viceversa, como en el fondo era
educado, nos añadió que no aguantaba a la gente, ni la gente a él, sin
duda.
En
un punto no despistamos y tuvimos que retroceder, no fuimos los únicos
pues más gente incurrió en el mismo error. Echamos mano de los GPS y
señalaban una dirección a través de la maleza que había tapado el
camino. Unos metros más allá volvió a aparecer.
En
este punto conocimos a Gustavo y sus dos perras, persona muy distinta
del desconocido malhumorado, que vino con nosotros el resto del
recorrido. Rápidamente Mar y Rosa le pusieron al día, “normalmente
venimos con Antonio, que es un experto en la Pedriza, un hacha, hoy nos
tenemos que conformar con lo que tenemos”. A mí estas cosas me
estimulan, especialmente cuando vienen de dos personas a las que aprecio
y que han confundido el palacio de la Moncloa con mi casa.
Pasamos Cuatro Caminos y la cueva formada por acumulación de rocas donde tantas veces nos hemos hecho fotografías.
La
subida es constante, se notan los mil metros, pero nunca es agotadora
ni difícil por este recorrido. Llegamos a la cumbre, sin subir ninguna
de las Torres, íbamos mal de tiempo. No sé cual de nuestras compañeras
dijo que no esperaba que llegásemos a ningún sitio. La otra añadió que
se habían quedado muy sorprendidas que supiese utilizar un Garmin. La
verdad es que me vendo muy mal.
Tomamos
algo y bajamos por el mismo camino. Mar metió un ritmo rápido, disfruté
con la bajada, aún así llegamos muy justos para volver a Madrid a las
tres.
Pidieron
que se nos dieran puntos adicionales, no por el trazado, sino porque el
nivel cultural fue muy elevado, pero no creo que Rafa acceda.
Estoy
leyendo la Relación del primer viaje alrededor del mundo de Antonio
Pigafetta, por su quinto centenario, lo leí cuando se cumplieron la 450
años, lo cual os indica que por mi edad puede haber formado parte de la
tripulación. Me apetecía haber hecho una crónica similar, pero me he
contenido, no como otras.
Un abrazo
Reinaldo
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