Jose Vicente comentó que esta marcha ya la había hecho con Jesús. Ya me extrañaba que a Jesús se le hubiera pasado por alto tan fantástico paraje, pero lo cierto es que para todos los demás esta marcha era una novedad.
No recuerdo bien como la hallé, pero, quizás el atractivo que tiene para mí La Granja, hiciera que la encontrara.
A
las 8 como siempre nos reunimos en el Club, Gloria, Mariane, Jose
Vicente, Begoña, mi querida prima Sonsoles, Alicia que ajustó quizás
excesivamente la hora de su llegada, Inmaculada, y yo mismo. Los
veteranos empezamos a tener nuestras “cosas”, que menos, Inmaculada ha
decidido que su “cosa” es no avisar de su asistencia y presentarse a la
salida. Qué le vamos a hacer, privilegios de veterana.
Cogimos
los coches y con una fina lluvia nos dirigimos por la carretera de La
Coruña a La Granja, donde habíamos quedado con Gonzalo, Aida que se
apunta por segunda vez y que le está cogiendo gustillo, y su marido
Luis, santo varón. ¿Cualquiera le decía a Aida que “pasaba” de andar,
verdad Luis? Sin embargo, y a pesar de sus zapatos mocasines, Luis
completó la marcha sin problema, con sus mocasines relucientes y bien
encerados, y su pantalón color caqui con la raya perfectamente definida
tal y como habían venido. ¡Un señor!! Una pena que a Luis no le guste
andar, pues anda bien, está en excelente forma, y tiene sentido del
humor, ¿como si no venir a andar bajo la lluvia sin gustarte?
Durante
el viaje de ida Inmaculada, imploraba que lloviera, aunque fuera solo
un poquitín, y hacia planes apetecibles y apetitosos que sustituyeran a
la marcha, tales como un desayuno de chocolate con churros y una visita a
la fábrica de cristal de La Granja. No estaba mal el plan alternativo, y
secretamente Gloria, Begoña y yo deseábamos ver cumplidos el imploro de
Inmaculada.
Por fin llegamos a La Granja donde esperaba Gonzalo. Aida y Luis llegaron al poco pues se habían despistado.
¡¡¡¡NO
LLOVIA!!!!, maldición. No había excusa, así que nos pertrechamos, e
iniciamos la marcha por un tramo asfaltado que enseguida abandonamos por
una pequeña pista que rápidamente se convertía en sendero y nos
introducía en el magnífico robledal de Navalosar.
Paisaje
de ensueño, luz otoñal umbría, exuberancia de agua y verdor, suave
subida que permitía la charla, que es al menos tan importante como todo
lo demás, y la característica típica de este irredento grupo de
senderistas: la charla en grupos disgregados, que hace, y muy a pesar
del guía, que de tiempo en tiempo se tenga que detener la marcha para
que se produzca el necesario agrupamiento, que de nuevo se rompe al cabo
de poco.
Empezó
a chispear un “calabobos”, nada importante que pudiera justificar el
retorno a La Granja para cumplimentar los apetecibles y apetitosos
planes de Inma.
El
tupido y precioso robledal se convirtió poco a poco en un pinar no tan
tupido. La senda subía. Alguna vez algún repechillo, pero nada que
hiciera oír la famosa frase senderista: “¿falta mucho?”
El “calabobos” se fue convirtiendo en lluvia fina que embarraba si cabe más aún el ya embarrado terreno.
Y Luis con sus mocasines brillantes y sin barro.
Después
de algo más de una hora empezamos a oír y ver algún tramo de un
escandaloso Arroyo Berrueco que es alimentado por el Chorro Grande. Poco
después ahí estaba. Espectacular impresionante, escandaloso. 100 metros
de caída de agua lamiendo la roca.
Nos
paramos varias veces para ver el imponente Chorro desde diferentes
perspectivas. Fotos, muchas fotos, todas. Begoña vive con intensidad,
siempre desde su discreción, los parajes y sitios bonitos. Creo que
disfrutó especialmente este magnífico Chorro.
Seguía
lloviendo en algunos momentos con intensidad, pero a nadie se le
ocurrió decir “¿nos volvemos?”, ni siquiera a Inma, el espectáculo era
demasiado bonito y el reconocimiento de este hecho era unánime.
Iniciamos
por el margen izquierdo del Chorro una subida por un sendero guiado por
hitos, y con un claro sabor al más pronunciado desnivel y forma de La
Pedriza. Media hora de subida intensa ausente de quejas, pues fuimos
advertidos de su intensidad.
Llegamos
al inicio del Chorro, que lógicamente no se veía tan bien como desde
abajo, pero a cambio las vistas sobre La Granja eran espectaculares.
¡Tales eran las vistas que alguno no se explicaba como estando en la
vertiente norte de Guadarrama se podía divisar El Escorial !!!!
A
las dos horas aproximadamente resguardados entre pinos y rocas:
dátiles, frutos secos, plátanos y un poco de agua, poca, pues con la que
caía de arriba parecía suficiente.
Podríamos
haber seguido subiendo, pues más arriba seguía habiendo saltos de agua
también preciosos, aunque no tan espectaculares. La lluvia arreciaba, y
por un sendero lateral, perpendicular al Chorro, comenzamos el
descenso.
Sendero
boscoso al principio, embarrada pista boscosa después, cruce de varios
arroyos, charla animada en grupos, como no, disgregados, y lluvia que ya
no nos importaba.
Luis, con los mocasines brillantes e impolutos.
Salimos
del bosque a la pista que baja del Puerto del Reventón. Recordé la
marcha del Reventón con Jesús y el descenso por esta pista. Siempre
estás ahí amigo.
La
pista, no estaba tan embarrada. En rápido descenso y animada charla de
Sonsoles y Alicia, Jose Vicente y Aida, Rafa y Luis, …..eso si
disgregados, nos plantamos a las 12:30 en los coches, con la intención
de tomar la cerveza y los torreznos del El Albero en Valsaín.
Allí
llegamos, y allí nos tomamos las cervezas, los torreznos e incluso un
pincho de tortilla que nos obsequió Puri, conocedora de que iremos a
comer el 1 de Junio después de hacer las Pesquerías para despedir la
temporada como ya es tradicional.
La
vuelta con tiempo de sobra para ver a mi tocayo Nadal algunos en casa
de Jose Vicente que dispone de una televisión de esas buenas buenas de
verdad a decir de Mariane.
Y
en el aire una pregunta: ¿Cómo conseguirá Luis hacer estas marchas con
mocasines que terminan brillantes y limpios y con pantalón caqui de
raya? ¿No nos estaremos “pasando” nosotros con tanta bota, y tanta
historia?
Que paséis una estupenda semana
Un abrazo
Rafa
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