17/06/2018 Senderistas: El rio Angostura desde El Paular: Pablo Olavide






Enlace que nos manda Ricardo del video de la marcha por la ribera del Rio Angostura: https://www.dropbox.com/s/doojpjxmbiqbfdv/Excursion%20Rio%20Angostura%20%281280X720%29.mp4?dl=0

Ayer leí en la prensa que existe el “Síndrome de Déficit de Naturaleza” motivado por este ritmo de vida que llevamos, lleno de tecnologías, pantallas y demás artilugios que nos apartan de nuestro contacto con la naturaleza y nos provoca desajustes en nuestra salud y en nuestro ánimo. Pues bien, llevo un tiempo sin poder salir al campo y, ante el temor de verme afectado por tan singular mal, no dudé en apuntarme a esta excursión por el río Angostura que hoy nos propone Rafa. Además, el valle del Lozoya es la joya de la corona (al menos de mi corona) y, a juzgar por el gran número de participantes del club Mirasierra que se han apuntado, creo que también lo es para muchos de vosotros (sin menospreciar otros lugares, por supuesto).
A las ocho y media de la mañana no hay nadie en el aparcamiento del restaurante Pinosaguas (el lugar donde hemos quedado) y yo espero al resto de senderistas prismáticos en ristre. Es difícil observar las aves forestales: hay que escrutar cada árbol minuciosamente mientras uno permanece quieto y en silencio. Sin embargo, es fácil identificarlas por su canto con un poco de entrenamiento y, aquí mismo, escucho pinzones, carboneros, mosquiteros y trepadores los cuales, serán nuestros compañeros de viaje en esta hermosa mañana que se asoma a las puertas del verano.
Pronto empiezan a llegar el resto de la gente: primero, Pilar y Gonzalo, luego, Alfonso y Mari Carmen y un poco más tarde, el resto.  En total 22 caminantes dispuestos a disfrutar de nuestra sierra y alejarnos de ese síndrome que amenaza a las sociedades urbanas.
Pasadas las nueve de la mañana, y guiados por Rafa y Gonzalo, comenzamos la marcha remontando la orilla izquierda del Angostura (bautizado Lozoya aguas abajo). Caminamos por la espesura que conforman los esbeltos pinos albares (o de Valsaín) y los robles rebollos de hojas aterciopeladas. Lo hacemos bajo un cielo azul y observados por la atenta mirada de los buitres negros que, a estas horas de la mañana, ya empiezan a planear aprovechando las primeras corrientes térmicas.  Y es que, en estos pinares del Alto Lozoya, se asienta una de las colonias más importantes de estas enormes rapaces de más de dos metros de envergadura. ¡Todo un lujo para nuestra naturaleza madrileña!
La senda pronto la cambiamos por pista forestal, pero no nos desprendemos de este bosque protector y amable que nos acompaña en la subida. Y es difícil no caer seducido por esta armonía vegetal donde la luz de la mañana se cuela en la espesura y juega a crear claroscuros, sombras inciertas y a desvelar mil matices de verdes.
En un punto indefinido del camino, ahí donde el roble desaparece para dejar que solo los pinos soporten el rigor de la altitud, decidimos dar media vuelta e iniciar el camino de regreso. Y a los pocos metros hacemos el indispensable alto en el camino. Lo hacemos junto al río Angostura, ¿dónde si no? Y aquí retomamos fuerzas y nos hacemos la foto de rigor que dará testimonio de nuestra andadura.
Mientras doy buena cuenta de mi comida (y de los dátiles con que me obsequia Gloria), observo el río. A mí me parece que los ríos de montaña tienen algo de hipnóticos, igual que el fuego de una hoguera o las olas del mar. No sé por qué es, tal vez sea por el sonido de su corriente golpeando las rocas, o por los dibujos que forman los remolinos de espuma blanca. Sea como fuere, el lugar transmite esa paz que a veces nos falta en la ciudad.
Y tras el descanso, de nuevo al camino, de nuevo a transitar por el bosque encantado en animada charla. Y así, paso tras paso, acompañando a este río que hoy nos lleva, llegamos a Pinosaguas (nombre acertado para el lugar). La vorágine dominguera se hace patente en el lugar y conductores y vehículos se disputan los escasos sitios libres que quedan. Pero nosotros ya tenemos el trabajo hecho: nuestros ojos, y nuestro espíritu, ya están llenos de naturaleza y armonía, listos para afrontar una semana más en nuestros quehaceres diarios.
Y para aquellos que gustáis de los datos, deciros que recorrimos algo más de doce kilómetros salvando un desnivel superior a los trescientos metros en cuatro horas. ¡Ahí queda eso!
Hemos participado en esta excursión: Rafael García Puig, Gloria Fernández, Begoña Mata, Inmaculada Sanz, Rocío Eguiraun, Cristina Carrasco, María Franco, María Gómez, José Vicente Almela, Joaquín Sánchez, Esperanza Alonso, Mariane Delgado, Gonzalo Fernández Lamana, Pilar Caridad, Aida Luque, Conchita Carvajal, Marisa Huidobro, Alfonso Simón, Mari Carmen Vázquez, Marisa, Ricardo y este cronista, Pablo Olavide.
Un abrazo fuerte y buena semana.
Pablo

1 comentario:

  1. Muy buena la crónica de nuestro senderista y amigo Pablo Olavide, que siempre nos ayuda a identificar que pájaro canta o que tipo de pájaro es...y muy bonito el reportaje fotográfico de Ricardo que nos hace rememorar cuanto lo disfrutamos. Gracias a los dos

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