24/06/2018 Senderismo: Marcha las calderas del rio Cambrones: Jose Vicente




Asistentes: Rafael García Puig, Mariane, María Gómez, María Belén, Gloria, Melanie, Marisa Ruiz, Rocío, Alejandro, Isabel y un señor mayor.
Iniciamos la marcha en la Granja por el camino del Pocillo. El día amenazaba calor a pesar de lo cual alguna senderista precavida salió de casa con su rebequita.
El recorrido es muy hermoso, rodeado de rosales silvestres, robles, retamas, espinos, gamonales y sobre todo de cambrones. Esta especie que da nombre al rio es un delicado arbusto parecido a la retama pero con hojas más finas, con flores amarillas y frutos en forma de haba que lo hace inconfundible.
Desde la misma salida pudimos apreciar a lo lejos las cascadas del Chorro afluente del rio Cambrones. También divisamos el Montón de Trigo y la Pinareja.
El río baja caudaloso y refrescante hasta un punto en el que el sendero llega a un callejón sin salida y no hay más remedio que cambiar de orilla si se quiere seguir la excursión.
Ahí se plantearon los primeros problemas, unos eran partidarios de descalzarse y cruzar el río lo que presentaba serias dificultades pues la corriente era importante. Las más intrépidas fueron Gloria y Rocío que rápidamente metieron sus botas en la mochila y se arriesgaron a cruzar con éxito. También Rafa tuvo instante de arrojo pero cuando estuvo a punto de perder una bota desistió de la aventura.
La sorpresa se produjo cuando el señor mayor ni corto ni perezoso se quitó las botas y después de atarlas entre si, se las colgó al hombro aconsejando a los demás que hicieran lo mismo. En vano Alejandro le previno de que se le podían caer pero él, que lo había visto en una película de John Wayne, siguió impertérrito.
Fue dar dos pasos y las botas cayeron al agua y fueron arrastradas por el torrente ante la mirada desconsolada de su propietario. 
Tanto Isabel como Alejandro reaccionaron rápidamente, la una siguiendo el recorrido de las botas aguas abajo y el otro recogiéndolas del centro del río cuando quedaron retenidas en un remanso no sin correr un grave peligro.
Por fin con gran alborozo el señor mayor recuperó sus botas y como ya estaban empapadas decidió cruzar el rio con las botas puestas. De ahí viene la frase de perdidos al río, digo yo.
Después de cruzar el rio, los tres valientes exploradores al ritmo de Indiana Jones, subieron por intrincadas sendas y treparon por inexpugnables rocas hasta que descubrieron dos magníficas pozas conocidas como Calderas del Cambrones que son piscinas naturales de aguas limpias remansadas entre las paredes rocosos del tajo.
Lo sorprendente fue encontrar allí a unas cuantas familias disfrutando plácidamente del baño que no daban la impresión de haber soportado tantos sufrimientos como nuestros protagonistas.
Ya de vuelta,  todos no hacíamos cruces de qué hubiera pasado si no llegamos a recuperar las botas del señor mayor. Pero felizmente no fue así y pudimos llegar felices al restaurante el Albero donde tomamos las consabidas cervecitas.
Recorrimos 7,5 km y subimos 160 m. O sea una fácil y plácida excursión veraniega, si no hubiera sido por el señor mayor.
Abrazos para todos
José Vicente

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