3/12/2017 Montañismo. Pico Pasapan. Cronica Reinaldo
PRECRÓNICA.
El primer domingo de diciembre de dos mil diecisiete quedamos como siempre unos en el club y otros en el destino, esta vez el aparcamiento de la Panera en el Espinar (Segovia). En Madrid se iban a encontrar María, Chelo, Jorge, Emilio y Toño. En El Espinar Francisco, Izabela y yo. Dado que tenían que pasar por la A-6 y tenían sitio pedí que me recogiesen y los de Mirasierra se ofrecieron.
A las siete y media estaban reunidos ante el club los cinco que allí se habían citado, se subieron a dos coches y empezaron los despropósitos, somos caminantes y la coordinación en vehículos de motor no es lo nuestro al menos ese día. Dos coches, uno arrancó hacia la salida de Ventisquero de la Condesa, el otro hacia la de Colmenar Viejo. Esta querencia por la por la M-607 se da en todos los que viven en Mirasierra, creen que no hay otra carretera. Fue el primer despiste, reunidos, no sé quien cedió, enfilaron por la M-40 hacia la A-6, donde les esperaba en la primera parada de autobús. Estaba en mangas de camisa porque la temperatura era agradable, pero después del plantón, por estar quieto, empezaba a tener frío. El puente de peatones estaba sembrado de sal gruesa, los servicios de carreteras debían esperar heladas para esa noche, la temperatura allí, todavía en Madrid sería de cero grados, ni frío ni calor.
Segundo despiste, Toño se adelanta a Emilio, que sabía el punto de recogida, y María que actúa de copiloto desde el asiento de atrás dirige a la comitiva hacia mi casa. Desde la carretera veo como se desvían antes de llegar. Emilio advierte el error, se detienen, me llaman y subo en el coche de los chicos, con Emilio y Jorge. Conseguimos salir a la carretera y ya en la autopista todo parece despejado.
Tercer despiste. Ahora va Emilio en cabeza, hombre respetuoso de las leyes, no comprende como nos adelantan a la altura del Pinar de las Rozas, si está prohibido superar los 90 km/h y el va a noventa. Yo comprendo porque se casó con una alemana, lo del verboten lo entienden mejor que el prohibido o vedado nosotros. Al llegar a la desviación del Valle de los Caídos la cogemos y pregunto desde el asiento posterior si no íbamos al túnel. La respuesta es positiva, pero estamos siguiendo a Toño que se ha desviado. El problema es que el todoterreno negro al que seguimos es un Nisam. Tuvimos suerte de darnos cuenta en poco tiempo y volvimos al buen camino. Las ventajas del teléfono ellos habían salido del túnel y nosotros subíamos hacia él. Nos esperarían en la salida 60.
Cuarto despiste. Llegamos a la salida 60 y allí no hay nadie, vemos un cartel a la izquierda que indica la estación de El Espinar, recuerdo que el camino de la Garganta del Moros sale cerca de la estación y hacia allí nos dirigimos esperando encontrarnos en algún punto. A los dos kilómetros las señales se mantienen, pero ni rastro del otro coche. Están en la salida. Les decimos que hemos aparcado y que esperamos. Seguimos esperando. Han llegado a la estación y no nos han visto. Habían girado a la derecha. No sólo Roma tiene el privilegio de que todos los caminos llevan a ella.
Quinto contratiempo. No conseguimos llegar a la estación la vemos, pero del otro lado de las vías, como estamos en el Camino de la Garganta, proponemos quedar en la Panera. Vamos delante, menos mal, Emilio al ver el hielo en la carretera y cada vez más nieve fuera de ella, duda, con acierto, si seguir. Nos alcanzan y decidimos apretarnos y seguir en el todoterreno. Jorge y yo nos bajamos para dirigir las maniobras de aparcamiento y nos cuesta mantener el equilibrio, la carretera está resbaladiza. Toño propone cambiar el destino, pero no se puede avisar a Fancisco e Izabela que están fuera de cobertura y se supone que nos esperan en al final de la carretera.
Todos en el coche de Toño seguimos y encontramos en el camino a nuestros dos compañeros que bajaban andando Nos reunimos donde termina el bucle que hace la carretera y empezamos a caminar. Lo hacemos unos quinientos metros hacia la garganta. A nuestra derecha un puente que lleva hacia el puerto del León y la peña del Arcipreste, poco más y un cortafuegos a la izquierda, recto y con una pendiente moderada para lo que suelen ser estas vías. Subimos. La nieve cubre todo. La capa es pequeña unos diez centímetros. El caminar agradable, no nos hundimos, no hay hielo, nadie ha pisado antes que nosotros. Las acículas retienen gran cantidad de nieve. Todo lo que se ve es blanco. No hace frío. El cielo está despejado. Compensa todos los despistes. Las señales blancas y rojas no se ven, tal vez escondidas por la nevada.
Nos dirigimos hacia Pasapán, por un camino amplio. Cerca del collado vimos un hito de piedras y una senda, aunque no nos acompañaban ni Juan Carlos ni Antonio, como la cabra tira el monte, decidimos atrochar y cogimos el atajo que se nos ofrecía, por él llegamos al collado.
En descubierto el viento se notaba frío y desagradable. Al norte Segovia, su capital, el palacio de Riofrío, Ortigosa; al sur el valle del río Moros, el de siempre, pero distinto. Siempre lo vemos desde la Fuenfría, desde el sur, ahora contemplábamos la peña el Águila, el Montón de Trigo desde otro ángulo. Las dos vistas merecían la pena.
Decidimos no continuar por el tiempo perdido en el viaje. Bajamos esta vez siguiendo el camino. En un recodo protegido paramos a tomar plátanos y frutos secos. Vimos como las cumbres con gran rapidez se revestían de nubes y quedaban ocultas. Habíamos hecho bien en no completar la ascensión.
La bajada no tuvo problema. Un todoterreno con personal laboral nos adelantó. Un corredor iniciaba la subida cuando nosotros terminábamos, ese fue todo el contacto humano.
A diferencia de la Pedriza donde cada metro es peculiar, aquí fue un paseo por el monte, ascensión de siete kilómetros y descenso casi por el mismo sitio. Son bellezas distintas. Ésta de espacios amplios, abiertos, tuvimos la suerte de tenerla para nosotros solos. La marcha fue rápida. La subida adecuada para no cansarse y también para sentirla todo el rato. Más suave que la que nos espera en el Nevero, aunque bastante más larga. Volvió a merecer la pena. Un abrazo a todos, especialmente a los asiduos que habéis faltado, al convaleciente Antonio, de los ocho que nos reunimos para una semana más volver a abrir la bandera en una cima.
P.D. María nos contó las aventuras de su periplo nepalí y dejo abierta la posibilidad de provocarnos envidia con una charla en Mirasierra.

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