Crónica de montañismo; 29/10/2017: De Mirasierra a Cercedilla: Reinaldo
En una marcha como ésta no puede esperarse un relato trepidante, ni emocionante, fuera de la épica del esfuerzo. En nuestro caso, ni eso, porque no llegamos al límite. No digo que los casi 60 kilómetros efectuados fueran un paseo, pero no fueron tampoco extenuantes. Los treinta que hizo Rosa, no los notamos. Cualquiera del grupo de senderistas lo hubiese hecho, una pena que los que dudasteis si apuntaros no lo hicieseis. Desde luego, sentimos que hubiera varios que por lesiones diversas o enfriamientos no pudisteis hacerlo.
Un par de minutos antes de las siete de la mañana llegué al club, allí estaban Emilio, Jesús y Rosa esperándome. Por un malentendido, creíamos que a los otros no les venía bien, no habíamos quedado antes, estábamos levantados desde hacía bastante y media hora nos hubiese venido muy bien al final como se verá. Es la primera vez que recuerde que se empieza a caminar en el mismo club, giramos hacia la estación de Paco de Lucía y nos dirigimos al cementerio de Fuencarral, lo pasamos por el este y giramos unos metros al oeste para atravesar un túnel. A partir de ese momento ya estábamos en el campo. Seguimos las flechas del Camino de Santiago y al llegar a las vías del tren cogimos hacia el norte un camino ancho separado de la tapia de El Pardo. Así hasta unos metros antes de la estación de tren de El Goloso. Mi intención planificada era distinta, salir por el túnel de la carretera de El Pardo, hacer una diagonal un poco más al norte de la que hicimos y llegar a las esquina de la tapia y seguir por un sendero estrecho pegado a la tapia hasta la estación. En el Goloso nos hubiésemos unido. El camino mejor nos permitió ir más deprisa.
Desde este primer hito de la marcha seguimos hacia Tres Cantos por buen camino, a veces compartido con el carril bici, muy concurrido, del que cuando era posible nos apartábamos a la izquierda por sendas de escape bastante malas. A la derecha la carretera, que no es que fuese muy desagradable, mas comparada con la tranquilidad de otros tramos molestaba por el ruido del tránsitar de vehículos.
En Tres Cantos nos separamos de la carretera y bajamos, al oeste, hacia el río. Mejor, hacia el cauce seco, solo en un sitio vimos agua encharcada. La vegetación de encinas desaparece en este tramo, las reses pastando acaban con todo. Tuvimos que cruzar el río al menos seis veces, como por su lecho no corría agua fue muy fácil. Había recomendado el uso de botas porque este año lo tuve que cruzar con las botas pisando dentro del agua, la sequía hace estragos, volvimos a ver sus consecuencias en el pantano de Santillana y en otros arroyos.
Tuvimos que bajar desde la altura de Tres Cantos para luego subir la cuesta del cementerio de Colmenar Viejo, al final de la misma nos esperaba una fuente de agua helada y buenísima, tomamos algo. Rosa se despidió de nosotros y se dirigió a la estación que se veía desde allí, por la tarde había quedado para hacer deporte. Llevábamos la mitad del camino y habíamos cumplido con creces contra el cronómetro.
Fuimos a la iglesia, foto rogada a una turista y atravesamos la ciudad. El nuevo tramo hacia Manzanares el Real estaba lleno de gente paseando. Encinas sin la densidad de El Pardo. Rodeamos el embalse por el sur, sin verlo hasta el final. En el puente medieval nos esperaba Francisco Vaquero, sonriente y con cervezas sin alcohol heladas y queso. Una delicia de hombre y sus aperitivos nos supieron a gloria. Continuamos hasta Manzanares, allí volvimos a repostar. Llevábamos 45 km.
Desde Manzanares nos dirigimos a Mataelpino. El camino es prácticamente una recta sin desnivel paralela a la Pedriza de siete kilómetros. Pasamos por delante de la entrada de la Pedriza, hacia Canto Cochino. Volvimos a parar delante de la ermita de El Boalo, donde hay mesas y fuente, para comer.
En Mataelpino la cosa cambia, primero por las aceras del pueblo, un poco de carretera y una desviación a la derecha que nos aparta excesivamente de la carretera por un terreno más abrupto de lo que habíamos traído, pero sin dificultad.
Allí empezó a oscurecer, pasamos la urbanización cercana a la Barranca, ya sin luz nos dirigimos hacia la carretera, el tránsito de vehículos era muy grande en sentido Colmenar, dudamos de donde estábamos y nos equivocamos Emilio y yo que impusimos la izquierda. En lugar de dirigirnos hacia la rotonda de Navacerrada, retrocedimos hacia la que se dirige a Becerril de la Sierra y por el otro lado a Mataelpino. Independientemente del error, que no compartió Jesús, dado el tráfico, solamente podíamos ir en ese sentido, cruzar la carretera y continuar por el arcén en sentido al puerto de Navacerrada era peligrosísimo. Eso es lo que hizo que nuestro criterio se impusiese y bajásemos en vez de subir. Nos faltó media hora de luz, con ella hubiéramos podido salvar los dos kilómetros malos porque no encontrábamos el camino y porque no se podía caminar por la carretera y llegar a la Fonda Real, desde allí en menos de cinco kilómetros hubiésemos vuelto en tren desde Cercedilla.
Tuvimos más suerte, Nicole nos recogió en la carretera y nos llevó hasta el club donde habíamos dejado los coches.
Gracias a todos los que os ofrecisteis a socorrernos en caso de necesidad, a Francisco cuya compañía agradecimos y mein Dank gilt ganz besonders Nicole
Un abrazo a mis compañeros Rosa Gutiérrez, Jesús Matamala y Emilio Rodríguez, y a todos.
La continuación natural es Cercedilla Segovia, la mitad de longitud, con un cochinillo para finalizar
Un abrazo
Reinaldo

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